Mientras tu alma dormía plácida en mis brazos,
sentí como un escalofrío recorría mi espalda,
como mi corazón se encogía y a la vez se alzaba como una espada empuñada,
como una profecía que se cumpliría sin ser desdichada.
Tanto fue el placer sentido,
que al caer el sol mi vida cobró sentido,
como el mar por tu espalda,
mi garganta empezaba a hablar,
y decia susurrando,
te amaré y jamás te dejaré escapar.