En marzo fue cuando empezaron los problemas, mayormente por mi inseguridad. Debí explicarte esto hace mucho y creo haberlo hecho, pero aún así te lo repetiré.
Nunca desconfié de ti, nunca lo haría. Me sentía muy inseguro de mí mismo y empezaba a dudar de si en verdad merecías a alguien como yo.
Me frustraba cuando desaparecías, cuando llamaba tu atención y no lo notabas, yo sólo te quería para mí y a veces me siento mal por ello.
Pero yo nunca me rendí y seguí amándote como el primer día, con la misma intensidad e incluso más, todo el tiempo revisaba el celular esperando una notificación tuya, te esperaba todas las tardes, pensando en si estarías bien, en si habrías comido, en si necesitabas algo; todo el tiempo mi mente sólo pensaba en ti.
Y cuando volviste me sentí profundamente feliz, cuando intentamos arreglarlo, cuando a pesar de todo nos sacamos sonrisas con nuestras palabras.
Y yo juré estar para ti y eso fue lo que hice, ángel. Me negaba a dejarte ir por eso, me negaba a la idea de volverte a lastimar y sacar lágrimas de tus bellos ojitos.
Y entre los dos lo reparamos, nos volvimos a amar como aquel año nuevo donde empezó todo. Te entregué todo de mí, mi cuerpo, mi alma y mi corazón, los tienes en tus manos, cada pensamiento y sentimiento es sólo tuyo. Yo soy tuyo.
A veces no creo que lo que pasó haya sido tan malo, nos ayudó a reconocer algunas cosas, algunas actitudes del otro, lo que en cierto modo nos molestaba y más importante, a confiar en nosotros.
En todo lo que he escrito, jamás me cansaré de decir lo hermoso que eres, lo perfecto que me resultas en todos tus aspectos y la forma en la que amo como me amas. Cada cosa y cada palabra que provienen de ti me encanta. Escuchar tu voz en las mañanas, volver a casa y ver a mi precioso bebé esperándome, a lo único que me hace feliz. A lo que anhelo con mi vida entera y a lo que me voy a aferrar como si mi vida dependiera de ello. Confío en ti lo suficiente como para dejarte todo de mí, mi vida, mis sueños, mis miedos, mis secretos, mis sentimientos; todo.
Eres a lo que llamo novio, siendo mi prometido, reconociéndolo como el amor de mi vida y a lo que muchos llamarían familia. Eres mi todo, ángel.
Muchísimas gracias por confiar en mí.