- Lincoln, estan buscandote. -Hablo Linec.-
- Es peligroso que sigas viniendo. -Regaño su hermano.-
- ¡No pienso dejarte! -Habló con desespero.-
- Linec, mi dulce Linec. -Lincoln tomo el rubio cabello de su hermana entre sus manos.- Bueno, ni tan dulce. -Bromeó.-
Linec empujó a su hermano con gracia.
- Quisiera decir algo lindo sobre ti, pero eres un hijo de perra. -Bromeó Linec.-
- Cortaría tu lengua, pero despues con quien hablaria... -Hablo Lincoln a referencia de las groserias que su hermana soltaba.-
Linec carcajeo, se sentó en el suelo, tomo una hoja, y comenzó a hacer trazos, mientras su hermano solo la contemplaba.
Linec se caracterizaba por su hermosura, aquellos grandes ojos verdes con un notable brillo.
Unos labios rojos anchos.
Cabello rubio, y quebrado.
Y unas mejillas que siempre se encontraban de un color carmesi.
A simple vista, aquella rubia se veia inofensiva, quizá hasta adorable.
Pero la verdad es que aquella fue entrenada para matar apenas comenzó a caminar.
Su fuerte era la espada.
- ¡Vaya que eres horrible! -Soltó la rubia seguido de una fuerte carcajada.-
Lincoln la miro arrugando el entrecejo, y luego arrebató la hoja de sus manos.
Ahi estaba plasmado el dibujo de el.
Y con ello, una enorme sonrisa.
- Parece que te hace feliz el admirar mi belleza. -Bromeó Linec.-
Lincoln se acercó a su hermana, y beso su frente.
- Siempre juntos. -Habló Lincoln pegando su frente a la de su hermana.-
- Hasta el final de los tiempos. -Continuó Linec cerrando los ojos y disfrutando de la cercanía de su hermano.-
Pues aquellos dos se amaban, y harían lo imposible el uno por el otro.
Ya no les quedaba mas, eran solo ellos.
Y aunque Linec aún perteneciera a su clan, Lincoln lo era todo para ella.