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«Su personalidad risueña siempre resultaba encantadora.»

Excepto esa vez para ese chico de su clase de arte, Na Jaemin.
El chico sonriente al que todos amaban era alguien divertido y encantador, y adoraba pintar atardeceres.
Los colores anaranjados diurnos y tonos violáceos para paisajes nocturnos eran sus favoritos, dándole un agradable contraste a sus piezas de arte.
La emoción y sensibilidad que plasmaba en sus lienzos podían dejar a todos fascinados con su talento y facilidad de crear trabajos bonitos y delicados que, en un futuro, quizás adornarían un atelier que llevaría su firma.
Renjun apreciaba esos cuadros y alguna que otra escultura creada por las finas manos de Jaemin, pero al susodicho... Podía dudarlo.
Nunca hablaron realmente, pero Renjun sabía que algo no andaba bien con ese chico y la sensación de molestia constante cuando lo veía no podía ser negada, simplemente no podía tenerlo cerca.
Verlo pasearse por el instituto, con esa paz y tranquilidad la cual se notaba a kilómetros y a todos menos a él se le contagiaba y, por el contrario, le provocaban nauseas, no era algo agradable.

Renjun podía verlo cada día tomar el autobús y bajarse siempre en el mismo sitio, eso que él dedujo sería un garaje y que al abrir la puerta, se apreciaban atriles, lienzos y decenas de pinturas de todo tipo.
Las tonalidades rojizas y anaranjadas predominaban tanto en los cuadros como en los frascos de pintura esparcidos aleatoriamente por el lugar, dándole una sensación de calidez ni bien entraba.
Había convencido a Jaemin de ir a su taller con la excusa de querer ver alguna de sus obras y pedir prestada alguna de sus pinturas, por lo que este simplemente aceptó con esa sonrisa amable que lo caracterizaba y ambos se encaminaron allí.

Renjun se encontraba encantado apreciando cada cuadro y alguna escultura que Jaemin señalaba con ese brillo de orgullo en su mirada mientras daba algunos detalles, mezclas de colores, tonalidades que quería probar y la posibilidad de crear su atelier soñado.
Renjun prestaba especial atención a las pinturas desordenadas y pinceles algo desprolijos sobre una mesa, donde una paleta llevaba tonos azulados encimados unos sobre otros.
Jaemin le dijo que eran para un cuadro en el que estaba trabajando pero aún no quedaba como lo imaginó, por lo que le quedaba trabajo por hacer, pero que se lo tomaba con calma.
El chico sonaba emocionado mientras hablaba y a la vez señalaba pinturas, aerosoles y demás utensilios que gustaba de utilizar cuando pintaba algún cuadro, pero Renjun tenía otras cosas en mente.
¿Cómo quedaría su rostro y cuerpo cubierto de hematomas en esa gama de colores que a Renjun especialmente le gustaban?
Una imagen de Jaemin con el vientre y brazos morados, sin mencionar su rostro, le daban una estética perspectiva que lo emocionaba de solo imaginarlo.
De nuevo, su mente se blanqueó, carente de zonas grises o que destellaran alguna clase de pre remordimiento por lo que iba a hacer, por lo que solo actuó, golpeando la nuca del chico con una tabla no muy grande, pero lo suficientemente pesada para hacerlo caer de cara al suelo.
Su nariz fue lo primero en desprender color: rojo.
Debido al golpe, la sangre salió casi al instante y Jaemin se veía algo perdido y atontado, pero aun consciente.
Renjun no le dio tiempo a siquiera reaccionar y se puso delante de él, empujándolo hacia atrás con ambas manos, con la fuerza suficiente para oír su cabeza dar secamente contra el suelo.
Se puso en cuclillas sobre él y pateó su estómago, eso sin duda dejaría una nueva tonalidad violácea en su piel, aunque desgraciadamente, él no podría verla.
La sangre seguía saliendo de su nariz y su boca, y el grito de espanto y auxilio amenazó con salir de su garganta, aunque inútilmente, puesto que Jaemin le había dicho que allí siempre se encontraba solo y rara vez oía sonidos provenientes de las calles.
Jaemin no tendría salvación, él mismo se lo había confirmado.
Renjun se subió sobre el chico con el rostro comenzando a hincharse y tornándose violáceo, tal como quería, y propinó un nuevo golpe, sosteniéndolo de la ropa con la otra mano para dar otro golpe que le hizo rebotar la cabeza contra el suelo, dejándolo inconsciente.
Solo bastó un último golpe seco contra este para matarlo, lo que confirmó cuando dejó de moverse y sintió su pulso decaer hasta desaparecer totalmente.

Una pieza de arte, su pieza de arte.

Pretty boy | H. Renjun「ⁿᶜᵗ ᵈʳᵉᵃᵐ」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora