CAPÍTULO I Levitación

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Andria levitaba calmada y paciente sobre el gran lago Ilmune, sus aguas transparentes dejaban ver el fondo, no muy profundo, donde millones de pececitos morados levitaban dando un toque del mismo color a todo el lago.

La joven alca llevaba meses practicando la levitación, no le había sido nada fácil, pero la ayuda de su gran maestro Najode, le había permitido avanzar rápidamente y controlarla mejor que los otros tres príncipes. Un talento innato la había llamado Najode, pero no era suficiente, debía practicarlo día y noche, debía lograr llegar a un nivel de paz interior y fortaleza que no era fácil a su edad, aún no lo conseguía por completo, ese lago la ayudaba, el morado resplandor se posaba en su esencia y le permitía respirar libremente. Olvidando, por momentos, todo lo que había pasado un par de años atrás. Y aunque el mal parecía vencido por completo, para los cuatro había un sentimiento latente: "El mal nunca se ha ido y no lo hará".

Pero en ese momento, para Andria no existía más, solo ella y el transparente lago, solo los millones de pececitos morados entregándole su paz... ¡su tranquilidad se rompió! Abrió los ojos con angustia cuando sintió un corrientazo pavoroso por todo el cuerpo, al mismo instante en el que cayó al agua con fuerza e hizo que los pececillos se dispersarán con terror.

La joven sintió cómo se hundía en el agua, sintió cómo si los pececillos se hubieran convertido en diminutas pirañas que con voraz apetito atacaban su cuerpo, cientos a la vez, sintió el agua colarse por su boca, por su nariz y desplazarse con ira hasta sus pulmones... cerró los ojos, se dejó ir. Sus pies tocaron el fondo y como invadida por una fuerza supernatural, Andria salió disparada del agua y cayó inconsciente en la orilla.

—¡Papá! —gritó Andria entrando de golpe a la sala del trono. Andrews conversaba con calma con un viejo de pelo cenizo y profundas arrugas en la piel. —¡Tassarion! —dijo Andria al verlo— me alegra que los dos estén acá.

—Andria —respondió Andrews con algo de enfado mientras el anciano hacia una reverencia—, ¿cuántas veces te he dicho que golpees? —concluyó.

—Disculpa, papá –dijo la princesa con una reverencia— ¿qué ha te ha pasado? —inquirió el rey al verla empapada— ¿estás bien? —volvió a preguntar preocupado al ver lo pálida que estaba.

—¡Estoy bien! —afirmó ella calmándolo— pero algo muy grave ha sucedido —sentenció.

—¿A qué te refieres? —intervino Tassarion dando un paso al frente.

—¡No lo sé! —los dos hombres la miraron desconcertados.

—¿Qué quieres decir, Andria? No te andes con tus adivinanzas —replicó Andrews con seriedad.

—¡No lo sé, papá! Pero sé que algo ha pasado, algo malo, algo "oscuro" —dijo con un tono lúgubre—. ¡Creo que debemos convocar al Consejo! —concluyó.

Andres la miró con algo de incredulidad. Y ella le devolvió la mirada con la irreverencia que tan bien la caracterizaba. Y no era que Andrews no creyera en ella, era simplemente que sabía que su hija –así como todos los cristales– podían ser un tanto obstinados con el tema de "el mal" que asechaba al Imperio.

—¡Explícate por favor! —dijo intentando entender mejor de dónde venía el pronunciamiento de la princesa— No puedo convocar al Consejo sin una poderosa razón, lo sabes Andria.

La joven lo miró con algo de rabia, su padre podía ser tan terco algunas veces, que la exasperaba más frecuentemente de lo que le gustaba admitir.

Con toda la calma que logró reunir, narró lo que sintió, el dolor, la desolación, la desesperación, la rabia, la impotencia, todos los sentimientos que la habían embargado en el lago.

—Hija querida —dijo con calma el Rey—, eso que experimentaste es normal, la levitación es magia muy compleja para tu edad, te lo advertí cuando iniciaste. Trae consecuencias.

—¡No es eso, papá! —dijo Andria con rabia.

—Si me permite —interrumpió Tassarion—, princesa, tengo que decir que estoy de acuerdo con su padre. No me malentienda —dijo con una reverencia en la mirada al ver Andria lista para refutar—, no digo que no crea lo que vivió y lo intensa que debió ser la experiencia, pero su padre tiene razón cuando habla del poder que tiene la levitación. Más aún para una persona con las características místicas que tiene la princesa. Al levitar sus defensas bajan al máximo, debe estar en completa armonía con sus alrededores, con su interior y debe permitir que la luz entre por completo en su esencia; algunas veces en el proceso de alcanzar este estado de paz, la oscuridad interior debe salir de forma violenta, y es muy probable que sea eso lo que haya pasado en Ilmune.

—¡Exacto! —dijo Andrews satisfecho— yo no podía haberlo explicado mejor.

—Piensen lo que quieran —dijo Andria con su usual irreverencia, en la cual sabía insertar la cantidad adecuada de respeto para que su papá no le pudiera decir nada—, pero yo sé que algo "oscuro" ocurrió hoy en el Imperio. Espero estar equivocada, pero creo que pronto tendremos pruebas —y con una reverencia salió del salón del trono.

Andrews se quedó mirándola con orgullo, a pesar de que creía que su hija exageraba, su valentía y compromiso con el Reino y con el Imperio lo llenaban de orgullo.

Andria se dirigió hacia su habitación. Mientras caminaba por los largos corredores del Palacio de Drol pensaba en cómo era posible que su padre no le creyera.

Ella era un cristal de la esperanza y además era de las más sensatas. La verdad es que así era, Andria siempre había sido una niña centrada, pero luego de los eventos del Palacio de Etnamaid lo era aún más. Todos quizá, pero había que admitir que Cafflan y Trehia eran seres muy emocionales, por decirlo de alguna forma; Seglan, por razones obvias, era centrado, justo y, además, era el único que ocupaba un cargo en el Consejo: el Gran Canciller.

Pero ella era equilibrada, calmada, no era tan estudiosa como Trehia, la verdad era que nadie lo era, pero si era juiciosa, inteligente, se ocupaba de los deberes reales y supervisaba la construcción de la Gran Biblioteca, un proyecto conjunto de todos los reinos que se estaba desarrollando en los Bosques Alcánicos; era una idea de Trehia en realidad, pero el Consejo estuvo de acuerdo que las tierras alcas eran las más centrales y apropiadas para la construcción. Andria había asumido su responsabilidad con la carga que tenía al ser una idea de su amiga y sabía que tendría que contarle cada detalle.

El trabajo llevaba poco menos de un año y estaba casi terminada. Trehia, por el otro lado, estaba dedicada a la adquisición de las colecciones y volúmenes que llenarían los estantes de la Gran Biblioteca.

Así era pues que Andria era lo suficientemente responsable y seria como para diferenciar entre un asunto "catártico" en su camino a dominar la levitación y un asunto mágico y maligno.

Andria había crecido en los dos últimos años, se había convertido en una jovencita hermosa, ella se sentía un poco incómoda, ya que siempre había sido un poco alta para su edad y en el último año se había estirado aún más, era más alta que Cafflan e igual de alta a Seglan, pero esto no la hacía sentir bien... o hermosa, por el contrario, se sentía fuera de lugar. Por eso no le gustaba estar rodeada de doncellas y ataviada con finos vestidos, que prefería vestirse con pantalones de montar, muy apropiada, eso sí, al fin de al cabo era una princesa, pero no le gustaba sentirse "una señorita". Era una joven bondadosa, dulce y humilde, pero también era conocida por su temperamento explosivo y dominante. Caminaba por horas por el reino, y aunque era imposible decir que lo había recorrido todo, sí se había dedicado a conocerlo tan bien como le dieran las piernas y la fuerza de su caballo –Wyndyl–, un Konoosi que la había acompañado los últimos dos años. Era un regalo de Aifna, el potrillo esperaba ansioso el regreso de la princesa al reino luego de vencer a Greta. Los Konoosi eran muy similares a los percherones de los humanos, un poco más pequeños, pero no tenían tanta fuerza de carga, sin embargo, eran conocidos por ser totalmente leales a su jinete, una vez la conexión entre las dos partes estaba hecha, nadie más podía montarlo.

Quizá estoy exagerando –pensó al llegar a su habitación y ver el gran lago desde la ventana. Quizá sí fue la levitación –se dijo y se acostó en su cama. Rápidamente se quedó dormida. 

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⏰ Last updated: Jul 21, 2018 ⏰

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Las profecías de Alcania - Las Bestias ProhibidasWhere stories live. Discover now