Capítulo 3- Un Camino Distinto

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Nino y Alya caminaban por las calles de París hablando de diferentes cosas. Había pasado tiempo desde la última vez que estuvieron juntos, así que prometieron verse más seguido en las vacaciones.

—¿Y por qué el repentino mensaje de reunirnos, Lahiffe? —preguntó Alya curiosa.

—¿Qué? ¿No puedo verte y hablar contigo? —sonrió divertido.

Alya estuvo a punto de sonrojarse.

—Bueno, sí, pero... Al menos debe haber una razón. No es casualidad que alguien utilice las palabras "¡Urgente!" y "Esto es de vida o muerte" —suspiró—. Por un momento me lo creí.

—Lo siento, necesitaba compañía.

Después encontraron un lugar silencioso para sentarse y continuar hablando a solas.

—Es que... Nos graduamos y... ¿No crees que ahora que iremos por caminos separados no volveremos a vernos? ¿Ni a... Adrien y Marinette? —comentó.

—Los vamos a ver, Nino, ténlo por seguro —sonrió Alya.

—Pero... ¿Y si a lo mejor se mudan? ¿O Adrien acepta una beca en otro lugar? ¿O si ambos...?

Alya le dio un golpe a Nino en la frente, quien no pudo terminar la oración.

—¿Podrías dejar de decir tonterías? —la castaña frunció el ceño—. ¿Por qué estás tan preocupado por eso? Y no quiero mentiras.

—Sólo es un mal presentimiento —el castaño acarició su frente.

—¿Y quién no lo tiene? Este cambio de ir a la universidad nos tiene a todos estresados y es normal —comentó cruzando los brazos—. Pero si estás tan preocupado, ¿por qué no organizamos una reunión entre los cuatro?

—Sería una buena idea, supongo.

—¿Supongo?

Nino suspiró.

—Está bien, está bien, hay que hacerlo.

—Perfecto —sonrió Alya.

El castaño rio por su semblante. Siempre disfrutaba de su compañía y lo último que pediría en el mundo sería dejar de verla. Alya dejó de hablar tras percatarse de que Nino la observaba con ternura.

—¿Q...Qué te sucede? —cuestionó frunciendo el ceño—. ¿Hola? ¿Tierra llamando a...?

No terminó la oración debido a que unos labios se entrelazaron con los suyos, cerrando los ojos casi al instante, mientras el color del atardecer se esparcía en el cielo.

[...]

Marinette guardaba las cosas de Louis en una caja del suelo. Había pasado la mayor parte del día ordenando su habitación, mientras su mente se encargaba de volverla nostálgica y recordando los momentos que vivió.

Con su hijo.

Tomó una de las prendas de Louis entre sus manos. Una que había confeccionado sólo para él. Se aferró a ella, cerrando los ojos.

—Te extraño, Louis —susurró.

Inconscientemente las lágrimas se hicieron visibles en sus ojos. Había muchas cosas que le agradecía.

Él recuperó su felicidad.

—Marinette, ¿estás adentro? —se escuchó la voz de Sabine desde la puerta.

—Sí, mamá —respondió Marinette.

La puerta se abrió, dejando ver a Sabine subiendo las escaleras.

Un Único Milagro [EN PROGRESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora