Escrita por Leia
Ilustrada por Florbe
No puedo decir que me gustaba desde el principio, sólo que tenía un cierto interés en él. Lo vi un día en la cafetería de la facultad, rodeado de sus amigos, sus risas opacadas por las carcajadas escandalosas, sus ojos tímidos y su cabello alborotado. Era el más pequeño en estatura de su grupo y ciertamente yo era mucho más alto que él. No era de mi mismo año y no compartíamos ninguna clase. Sólo lo veía en la cafetería, un día sí y otro no, y siempre me llamaba la atención. No podría explicar por qué. Tal vez fueran sus labios tersos que siempre tenían una sonrisa modesta. O sus ojos brillantes. O su manera de comportarse. No hacía escándalos, no trataba de llamar la atención, sólo estaba allí, hundido en su grupo de amigos, sintiéndose cómodo.
Ese aire de elegante misterio a su alrededor parecía hipnotizarme y pronto me vi pensando en él incluso en las clases, o en las noches. Sólo pensaba en él, nada especial. Si lo vería mañana, si en que año estaba, si cursaba la misma carrera que yo. Cómo sería su voz. Me lo imaginaba hablando de forma muy educada y con una voz un tanto dulce y muy agradable de escuchar. ¿Le gustarían las bromas? Seguro que sí, ya que sus amigos eran muy escandalosos, gesticulando de forma exagerada cada vez que hablaban. Eran muy ruidosos, todo lo contrario a él. Yo no aguantaría mucho en su lugar. No los juzgo por actuar de esa forma, es sólo que me agrada el silencio.
En fin, después de unos días, me di cuenta de que ya no podía seguir así, que el misterio debía terminar. Tenía que acercarme a él y por lo menos escuchar su voz. Además, si seguía pensando e idealizándolo, podría terminar con una gran decepción si esta pequeña obsesión no se curaba sola. Era mejor acercarse y poner los puntos sobre las íes.
No soy una persona muy extrovertida, pero no soy enfermizamente tímido. Sólo necesitaba un buen momento para acercarme, un momento en el que estuviera solo. Y vaya que era toda una misión. No sabía si él era demasiado tímido como para no andar solo nunca o si sus amigos no se despegaban de él por algún tipo de interés. Podría ser un chico muy listo o rico, quién sabe. Lo que sí que encontrarlo solo era casi imposible. Me vi obligado a casi acosarlo para encontrar el momento propicio. Sí, admito que no era nada sano y se veía mal, muy mal, pero algo me atraía a él y no podía resistirme. Al fin, logré coincidir con él en uno de los baños. Lo saludaría casualmente mientras nos laváramos las manos y le pasaría una toalla de papel para que se seque las manos. Sí, estratégicamente me había colocado de ese lado de los lavamanos.
Mientras esperaba a que se acercara, dejando correr el agua, sentía como mi corazón comenzaba a latir con más fuerza. ¡Comenzaba a sentirme incómodo! Pero eso no tenía sentido. Ni que fuera a hablar con alguien que me gustara. No, yo sólo tenía curiosidad por él. Serían los nervios de al fin romper el misterio o algo así.
Salió del cubículo y vino a los lavamanos, tomando el que estaba más alejado al mío. Bueno, eso es normal. La mayoría de los hombres no acostumbran tener mucho acercamiento en los baños públicos. Es casi como una ley no escrita, ¿verdad? ¡Mierda! ¿Por qué no lo había pensado al principio? Sería muy raro que le hablara en esa situación, aunque fuera un comentario casual. No nos conocíamos de nada. ¡Soy un idiota! Y lo peor, él parecía evadir sistemáticamente el cruzar su mirada conmigo. Parecía un tanto… incómodo, también. ¡Diablos! ¡Incluso había notado mi inocente acosamiento! ¿Existe tal cosa? ¡Claro que sí! Yo no trataba de hacerle ningún daño, ni nada raro, sólo hablarle.
Cerró el grifo y se acercó al dispensador de papeles para las manos pasando detrás de mi espalda, sin dirigirme ni la mirada ni la palabra. Oh, por Dios. Sentía repudio por mí. Creía que era un raro, que estaba, que… que… Oh, por Dios. Tenía que aclararlo.