Cap. IX: Peligro en los tejados

99 7 0
                                    

Salí del despacho hecha una furia.  Ni siquiera hacia caso a Edgar,  que gritaba mi nombre.
–¡Sky! Ha dicho que lo pensaría. ¡Eso no es un "no"!¡Skylar!– A mi lado,  tambien corría Sore,  pero este parecía contrariado.
–¿Porqué no esperas a Edgar? Si te has enfadado,  ha sido por culpa del rector,  no de Edgar.  Venga Skylar, ¿Que te ha hecho Edgar? –
– Ay dios,  ¡Si tanto te gusta Edgar, ¿porque no te vas con él?– le dije a mi daimonion.  Sorenix se quedó algo dudoso.
– Pero tu ya sabes que eso es imposible,  solo nos hariamos daño. Ademas,  creo qu... –
–¿TE PUEDES CALLAR DE UNA MALDITA VEZ?– Sore se quedo desconcertado. – ¿NO TE DAS CUENTA QUE ESE RECTOR ME ACABA DE HUMILLAR? ¡NO TE SOPORTO!– Salí corriendo por el pasillo hasta una ventana.  La abrí y salí.  Alcancé un tejado y empezé a caminar por ellos.  Los gritos de Edgar disminuían a medida que me alejaba.  Nunca en mi vida ne había sentido tan mal tratada. Solo por ser un niño,  ya no servía para nada. De golpe,  un dolor de pecho invadió mis movimientos,  pisé mal y caí.  Resbalé por el tejado y  justo cuando el dolor desapareció, conseguí cogerme a una teja. El miedo remplazó a la ira.
– Sore, ¡ayuda!¡Por favor!¡Siento todo lo que he dicho, no quería hacerte daño. Estaba muy frustrada! ¡Sore! ¡Por favor, ayudame!– Ni rastro de Sore. Mis dedos empezaron a resbalarse de la teja por el sudor.
– ¡Agarrate a mí!– Gritó alguien sobre mi cabeza. Cerca de mi rostro, Edgar me tendía la mano. La agarré sin dudar, y Edgar envolvió su mano por mi muñeca. De golpe, me levantó con su mano y me puso en el tejado.
Ne miré la mano; estaba muy roja, aunque la punta de los dedos pasaban de pálido a rojizo. Las lágrimasempezaron a abrumar mis ojos. Sore vino a mi lado y pasó de ser un buho a zorro. Lo abracé estallando en llantos.
–¡L-lo si-siento S-Sore!¡Y-Yo no qu-querí-ía ha-hacerte d-daño y...–
– Chisss, ya está. Ya no estás en peligro– Sore dejo que le abrazace un largo rato. Cuando nos separamos,  yo seguía llorando.
– Ya está,  Sky,  ya ha pasado– Me dijo Edgar,  con ojos tristes.  Me abalancé sobre él y volví ha llorar.  Me sentía fatal por haberle gritado a mi amigo.
Nos quedamos un largo rato abrazados,  mientras mi llanto disminuía.
Un poco más tarde,  los cuatro mirábamos el sol esconderse tras los edificios del Jordan College,  como si nunca hubiese arriesgado mi vida.

Siempre A Tu Lado (La Brújula Dorada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora