Parte 2: La amabilidad

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El camino fue mucho más entretenido de lo que Lynn recordaba. A pesar de ser una chica, de tener múltiples amigas, de ser muy reconocida y querida por casi toda la escuela y de tener hermanas con quienes hablar e incluso de tener una compañera de cuarto; con quien se sentía más cómoda y feliz era con el chico que caminaba a su lado.

- ¿Y con quiénes juegan esta semana, Lynn?

- Contra los Loros de San Francisco. Son muy buenos bateadores, pero no son tan veloces, ahí es de donde sacaremos mucha ventaja... Es algo complicado de explicar.

- No, para nada -la contradijo Lincoln- Gracias a ti conozco un poco el deporte. Mientras más lejos manden la bola, más se tardarán ellos en recogerla, y en ese tiempo podrán llegar a más bases. Digo, es algo básico, pero es más de lo que saben nuestras hermanas.

- ¡Exacto! -dijo Lynn, asombrada- Y su campo izquierdo necesita más corredores. Hacia esa zona batearemos con más frecuencia.

Siguieron hablando animadamente. Para cuando llegaron al estadio, ya había llegado mucha gente. El equipo en conjunto ya había arribado y calentado. Lynn se puso en ello de inmediato.

- Voy a buscar un buen asiento, Lynn -le dijo Lincoln- Y también me conseguiré más de estos adornos. ¡Buena suerte!

Ella se despidió con un ademán de la mano. Le dio las clásicas palabras de aliento a su equipo, y les deseó la mejor suerte de todas.

- Y el partido da comienzo, siendo en esta ocasión los Loros de San Francisco contra los Zorros de Royale Woods. Será un partido interesante, ¿no crees, Jim? -dijo el comentarista.

- Efectivamente, Charles -respondió el ayudante- Nunca se ha visto una mayor rivalidad en esta ciudad, por lo que de seguro será un partido por todo lo alto.

Después de un tiempo, le tocó el turno a Lynn de batear. Al voltear a ver a las gradas, no pudo ver a su hermano. Se desanimó un poco, pero supuso que tuvo que hacer algo importante, y que no tardaría en volver. Bateó con la mayor fuerza que pudo, justo donde quería: el jardín izquierdo, que era el punto débil de los contrincantes. 

Y ahí, una cabellera blanca saltó. Al fijarse bien, Lynn vio que era Lincoln. Y justo se dio cuenta de que el viento favoreció su bateo, llevando la bola fuera del estadio.

- ¡Home run! -gritó el comentarista- ¡Esa es una carrera garantizada para el equipo local!

Lynn corrió por las bases, celebrando. Y del lado exterior del estadio, corría Lincoln, luciendo la bola que bateó, sonriendo de oreja a oreja. 

Desde ese momento, el partido fue como viento en popa. Marcaban una carrera tras otra, ponchaban a sus rivales a una velocidad alarmante, y antes de que se dieran cuenta, el marcador estaba diez carreras a su favor.

- ¡Victoria para los zorros de Royal Woods! -anunció el comentarista.

Todos fueron a celebrar. Los hijos gritaban en brazos de sus padres, pero Lynn saltó a los brazos abiertos de Lincoln.

- ¡Ganamos! ¡Ganamos! -gritaban los dos.

De regreso a casa, ambos comentaron alegremente el encuentro. Pero aún antes de llegar a su casa, Lynn pensaba en lo suertuda que era su familia, lo suertuda que era ella, al tener a alguien como Lincoln en su familia. Era demasiado altruista, amable, cariñoso...

- ...y esa bola curva al final estuvo... Este, Lynn, ¿qué pasa?

El peliblanco se sorprendió al ver que su hermana lo abrazaba por su espalda. 

- En serio Lincky, gracias por todo. No sé qué haría sin ti. Te quiero, hermanito -susurró Lynn.

Lincoln no tenía palabras. No recordaba que Lynn lo hubiera llamado así... Lynn siempre le ponía sobrenombres.

Mi hermana favoritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora