Capítulo 1: El comienzo

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Elliot:

Vi un bosque oscuro acompañado de un horizonte en llamas y el sonido de gente gritando y caballos galopando como locos. El humo del fuego, aunque estuviera lejos,  lo notaba en mis pulmones ahogándome. El bosque era oscuro y no se veía nada solo la desesperación de una pequeña figura corriendo entre los inmensos árboles. Un pequeño niño corría solo en medio de la noche huyendo de un hombre que iba a caballo. El pequeño niño se tropezaba y caía inminentemente al suelo doblándose sus débiles y cansadas rodillas.

El señor con ligereza se bajaba del caballo y se dirigía al niño, su semblante estaba llena de rabia que a la vez denotaba un grado de superioridad. El niño empezó a arrastrarse llamando a alguien que nunca puedo escuchar quién es. Como si cogiera un saco de mierda cogía al niño que aún pedía auxilio aunque en vano.

—Sólo quedas tú y todo habrá acabado — dijo una voz grave e imponente que agarraba del cuello al niño clavando sus dedos en su pequeño y pálido cuello. El niño aferrándose a su vida empezó a moverse pero eso solo lo empeoraba, lágrimas caían de sus ojos ámbar mientras estos se volvían blancos por completo. Su pequeño y frágil cuello color marfil se teñía de un color oscuro mientras el hombre aún seguía apretando sin piedad. Al final él dió su último respiro y cayó al suelo como una marioneta.

Un viento frío y hostil sin reservaciones soplaba en el bosque mientras el mundo se paraba y no se escuchaba nada, solo el latido de mi corazón desvaneciéndose en la nada hasta que no escuchaba nada, solo veía la expresión inquieta del pequeño mirándome fijamente con ojos fríos.

Yo siempre como una tercera persona no me podía mover, es como si fuera un pájaro sobrevolando aquellos oscuros bosques sin poder hacer, escuchar ni decir nada. Siempre al final del sueño solo podía ver el cuerpo de ese pequeño niño frágil siendo abandonado en el frío suelo de un solitario bosque.

Me desperté en mi pupitre con un ligero dolor en mi pecho y un dolor de cabeza. Hoy era uno de esos días que tenía ese sueño. Lo tenía de tiempo en tiempo pero siempre era así de intenso, no sé si era de la impotencia o de lo grotesco pero siempre que me despertaba me entraban náuseas. Pero al estar en clase me intenté aguantar y me dispuse a escuchar al maestro otra vez. Desde que tengo uso de razón he tenido el mismo sueño una y otra vez.

Cuando me enfoqué más en la realidad vi un aula repleta de alumnos escuchando a un señor alto y con pelo rubio y largo que portaba unas gafas ya anticuadas. Las ventanas del aula reflejaban unos rayos de luz que paraban justamente en mi cuaderno completamente en blanco. Estaba tan cansado que no sabía ni que coger de notas, supongo que se lo pediré a algún compañero.

Esta visión sería diferente si fuera real, si este rayo de luz que ahora se encontraba reflejado en mi mano pálida fuera proveniente de la naturaleza y no de la magia. La dura realidad en la que los magos vivimos me dió en todas las narices y mi rostro se entristeció al pensar en ello. Thelia, mi mentora, solía decirme que éramos distintos a los del exterior y que ellos no nos entendían, por eso nos ocultábamos de ellos. Sin embargo nunca he visto a un humano de cerca ¿Serán tan diferentes a nosotros?

Los desconectados eran personas como nosotros pero sin la habilidad de hacer magia. Estaban desconectados de esa fuente de poder que nos otorga estos dones, de ahí su nombre. Para unos era una bendición y para otros una gran maldición que sufrimos. Yo creo que uno mismo hace que sea una bendición o una maldición dependiendo del uso que le des, es por eso que quiero enseñarles a todos que la magia no es una maldición. Es por eso que quiero enseñarles a todos que esto no es una maldición, sino una habilidad que te ayuda a ayudar a la gente.

Los magos no podían salir al exterior excepto en casos de suma urgencia y que fueran de un rango alto. Un aprendiz aunque sea de los mejores de su clase no podría ni soñar en salir ni siquiera asomarse a las puertas de salida. Así que por mucho que insistiera mi madre nunca me dejaría salir, soy un simple aprendiz. Es por eso que quiero subir de rango, no por ser más importante o para faldear de serlo, quería salir al exterior. Solo en sueños uno podía imaginar cómo sería tocar la arena de ese sitio llamado playa y ver ese sol con el que tanto me comparaban. Y ya no es solo eso, no era sólo por la curiosidad aunque fuera una razón muy importante, también quería no sólo ayudar a mis compañeros sino a todo el mundo de allí fuera. Mi madre dice que tengo ese don, el de ayudar y es por eso que lo quiero compartir con todo el mundo, así no nos temerán y esta guerra se acabará.

El despertarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora