Capítulo cuatro

14 2 2
                                    

Después de haber abarcado de Heideth a el Bosque Kelly (que es el bosque que conecta a todas las aldeas de Rivelott), mi padre me detiene y me hace una señal para que baje del caballo.Me observa durante un par de minutos, y finalmente, suspira con fervor.

- Ya sabes que es lo que te espera -me recuerda-. ¿Todavía quieres seguir?

- ¿Quién era ella, la chica de la cascada? -le pregunto pensando en aquella bella chica que me entregó el libro y desapareció en el lago.

- Una mensajera, nadie más.

- Me dijo que había hecho acuerdos contigo, acuerdos sobre mí -Agrego.

- Nada que no sepas ya -implora mientras mira el camino que nos espera.- Si todavía tienes dudas, conozco a alguien  que puede resolver telas. -me dice y yo asiento.

En un instante, ya estamos rumbo a La Colonia Roja, hogar del mago, Galik. Nunca he estado allá, tampoco mi padre, aunque los describe como si ya hubiera ido bastantes veces.

Para ser exactos, La Colonia Roja es el lugar indicado para practicar todp tipo de magia que, sin duda, esta prohibido en cualquier otro lugar. Por suerte, los guardias de Rivelott no tienen idea sobre la existencia de aquel lugar. Se encuentra hundido en un profundo valle rodeado por un feroz bosque color carmesí y bermellón, lo que oculta perfectamente las pequeñas casas pintadas de amaranto.

Además, el bosque es tan mortal que uno de cada cien cazadores se atreven a entrar; y uno de cada diez cazadores que se adentran al rojizo bosque sale de ahí con vida.

Por no mencionar cómo se las arreglan los magos para entrar y salir, cabe señalar que mientras más nos acercamos hacía aquel bosque, mayor se vuelve el miedo que de repente brota dentro de mí.

Tal vez sea cierto lo que dicen, soy probablemente el mejor cazador de mi aldea, sin embargo, ese reconocimiento no cubre el suspenso que siento cuando ya estamos pisando la hierba color ocre.

El silencio que debería resultar armonioso, se ha convertido en la principal causa de mi constante erizo. El cielo ha perdido todo lo que tenía de azul; ahora cuando me volteo hacia arriba, me encuentro con una invasión de nubes abrumadoras con forma de humillantes armas peligrosas. Y de paso, el color atmosférico se tiñe de un rosa letal.

El frío es insoportable a medida que nos acercamos al centro del valle. No hay animales, aunque con frecuencia puedo escuchar feroces rugidos a unos treinta metros de distancia a mi izquierda. La hierba crece mientras los caballos se estremecen por la lluvia que, de la nada, empezó a caer.

Nuestros caballos suelen ser fuertes. En climas difíciles, están especialmente entrenados (por mi padre y mi abuelo) para resistir cualquier temperatura.

En cuanto a nosotros, nos encanta la lluvia; ami en lo particular me fascina, la considero un descanso refrescante. En cualquier caso, esta no es una lluvia común, o almenos no de las que caen en Heideth.

La lluvia de este lugar es tan fuerte que apenas y podemos ver por donde pisamos (por no hablar de conseguir ver el camino que nos espera). Los caballos parecen exhaustos, y como eso no es para nada frecuente, decidimos bajar de ellos e ir a pie.

Las cosas todavía siguen sobre ellos, sin embargo, en seguida nos damos cuenta de que caminar es mucho peor. Las cosas empeoran aun más cuando la niebla se extiende por todo el sendero.

Antes de que suspiremos en derrota, escuchamos algo: un rugido. Tal vez un rugido no pueda solucionar nuestros problemas, pero tampoco podría empeorarlos.

El sonido aumenta a tal grado que nos damos cuenta de que no es un rugido común. No se trata de un rugido que provenga de algún depredador. No. Esto es algo vagamante aterrador.

Los aullidos solo consiguen confundirme más. ¿Lobos? En La Verdosa casi no hay lobos. Cuando percibo la silueta de un lobo me siento aliviado.

Los lobos no son para nada un problema, no son rival para mi arco ni oponente para mis flechas. Nos son más que bestias inofensivas para nosotros.

En Heideth, la gente no les teme, porque la mayoría de los habitantes puede dominar al menos una navaja, y eso es más que suficiente para acabar con ellos

De repente se acercan demasiado hasta que descubrimos que no son lobos. Los lobos miden al rededor de medio metro, pero éstos rebasan los dos metros; teniendo en cuenta que yo mido uno punto setenta, y que mi padre mide uno punto ochenta, no cabe duda de que estamos en problemas.

Como no hay tiempo para inspecciones, saco mi arco de inmediato y antes de un parpadeo ya tengo la flecha colgada en la cuerda. Las bestian solo nos observan, rodeándonos en manada, manteniendo una cierta distancia. Me extraña.

Teniéndolos en la mira, los observo con más atención.

Sus colmillos son más largos que mi mano. Los ojos rojos le destellan de rabia. El color de su pelaje es demasiado veronés. No tienen garras (lo que es una ventaja). Sus afilados huesos sobresalen de rodillas y codos, y de la espalda una larga fila hasta llegar a su cola, que tiene exactamente la forma de un cocodrilo.

En el primer segundo, uno de ellos hace un movimiento brusco, que me da la certeza de que quiere asesinarme. A los dos segundos, mi flecha ha atravesado su cuello con tanta precisión que se queda inmóvil. En el segundo número tres, mi padre desenvaina su espada, divide el cráneo de uno de ellos en dos partes, y se pone en posición de ataque, todo en un sólo movimiento.

Apreto los ojos con fuerza mientras empiezo a tirar las flechas tan rápido que, les doy a ellos aunque no se en dónde. Me volteo hacia mi padre que está bañado en sangre, y me doy cuenta de que ha acabado con diez de ellos, y yo apenas le di a cinco (ni siquiera estoy seguro de que están muertos).

Vienen más lobos, y lo primero que pasa por mi mente lo repito en voz alta.

- ¡¿Qué hago?!

- ¡Corre! -me grita y se adelanta.

Mis piernas empiezan a trotar, aumentando su velocidad de manera muy fluida. Estamos corriendo, no huyendo.

Al fondo me parece ver que hay un abismo, aunque no le doy mucha importancia.

Ellos se toman su tiempo para ponerse en fila y perseguirnos. Solo les toma un par de segundos alcanzarnos, pero en el instante en el que están justo detrás de mí, salto. Salto hacia un profundo lugar en el que veo agua, y mi padre salta conmigo.

Estoy cayendo en dirección a una cascada, demasiado cerca de las rocas. Justo cuando creo que estamos a salvo, mi cabeza se golpea con algo muy rígido.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jul 24, 2014 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

RIVELOTTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora