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-Levantate, Carolina, dale- y siento como me zamarrea el cuerpo- ¡Dale, Carolina!- me grita porque no reacciono es que quiero seguir durmiendo.

-¿Qué pasa?-llevo los ojos achinados y me levanto apenas. Manuel está parado al lado de mi cama de plaza y media. Se quedó a dormir porque tenía ganas.

-En cinco minutos llegan los chicos. Dale, levantate

-¿Qué chicos?

-Mis amigos, Carolina. ¿Qué te pasa?- todavía no se dio cuenta que continuó con sueño.

-Me acabo de levantar, Manuel- y descubro mi mal humor en aquel día. Apoyo los pies sobre el suelo y me inclinó hacia adelante para agarrar las pantuflas- ¿Quién te dio permiso a que ellos vengan acá?

-¿Qué?¿No los dejas venir?- lleva sus manos a la cintura y me mira desafiante- yo me puedo bancario a las trastornadas de tus amigas pero vos a los míos no. ¿Cómo es eso?

-No te digo que no vengan, solo que pidas permiso. Es mi casa- y voy directo al baño para higenizarme. Él me sigue pero queda del otro lado de la puerta.

-En el cual yo también pasó un gran porcentaje dentro ¿no?- y me gustaría contestarle que siempre se invita solo porque yo no tengo ganas de verlo, pero no puedo. Empeoraría la situación- lo único que te pido es que no pongas cara de culto cuando llegan ¿dale? Te sale fácil demostrarla- mientras me busco el cepillo de dientes y dentífrico dentro del botiquín- después podrías ir a hacer las compras que faltan cosas en la heladera.

-Está llena, Manuel- hasta que salgo del baño.

-No, falta cerveza.

-No tomo cerveza- y me corro delante de su cuerpo para volver al cuarto y buscar ropa en el ropero.

-No me interesa si vos no tomas. Mis amigos y yo ,si-también me sigue mientras se acomoda el puño de la camisa- después anda a comprar- deja un beso en mi cabeza y se va.

A las doce y media del mediodía, suena el timbre en casa y estoy obligada a bajar para abrirles el portón a Luis, Miguel, Martín y Guido. A ellos cuatro los conocí por medio de Manuel, en fiestas y reuniones que hemos tenido. Los cuatro son buenos chicos y, siendo sincera, no se merecen un amigo como Manuel.

-¿Querés que traiga más hielo, Tincho?- yo no comparto la mesa con ellos. Ocupo el sillón del pequeño living pero visualizo toda la escena.

-No, no te hagas drama, Caro- y me sonríe

-Si,trae, mi amor- Manuel se entromete

-Pero me dijo que no...

-Y yo te digo que si -entonces me tengo que levantar del sillón, con su mirada clavada en todo mi cuerpo, para ir directo a la cocina. Suspiro levemente y abro la puerta blanca del freezer para sacar mas cubos de hielo -¿Qué te pasa?- aparece a mi lado sin previo aviso (como siempre)

-¿Por qué?

-Cuando te piden algo tenes que hacerlo- habla en susurros, es que no quiere que lo escuchen gritarle a su novia-

-Pero yo si te lo pedí. ¿No escuchaste? - no respondo porque estoy consentrada con los cubitos- respondeme cuando te hablo - agarra mi brazo y lo lleva atras de mi espalda. Y duele-

-Si, si..ay -pero no me suelta-

-Ahora vas y dejas el hielo sobre la mesa -me lo dice al oído- decis que nos queres dejar solos y te vas de casa ¿dale? - y quiero llorar ,pero sera en vano-

-Si- Ahí me suelta

No podemos ponernos en contra de una persona violenta. Uno nunca sabe como reaccionara. Por eso le hago caso. Por eso dejo el tarro con hielo sobre la mesa, les cuento que quiero dejarlos solos, charlando, y nisiquiera busco una campera o el bolso. Agarro las llaves y salgo de la casa, como el queria.

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