Invierno

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Diciembre.

Ha pasado un mes desde la última vez que lo vi.

El frío congelaba mis mejillas que eran lo único que tenía expuesto a la intemperie, llevaba puesta la ropa más abrigada que tenía, una bufanda que me cubría hasta la nariz y sólo la parte de los pómulos junto a mis ojos estaban al descubierto, pues incluso el cabello lo llevaba cubierto por un gorro. Después de aquella vez no hubo más atardeceres, me recluí dentro del departamento por mucho que me había pedido que continuara mi vida. No salí por mucho tiempo, y cuando lo hacía, era solamente para trabajar y ganar algo de dinero para alimentarme.

JungSoo estaba preocupado, mi apetito se había marchado para no volver en mucho tiempo, las noches eran más largas con su ausencia, las sombras oscuras bajo mis ojos reflejaban lo mucho que lo extrañaba. A veces me llevaba de comer, a veces tocaba mi puerta hasta el cansancio, a veces llamaba hasta que apagaba el teléfono, no quería saber de nadie y que nadie supiera de mí, quería perderme en la inmensidad de este agujero negro que me absorbía más pero que al final me escupía como diciendo que todavía no era mi tiempo.

Recordé los planes que teníamos para navidad. Recordé la ilusión con la que hablaba de buscar un árbol, llenarlo de luces y poner la estrella en la cima. La luz que iluminaba sus ojos cuando me sacudía al ver algo que probablemente se vería bien en el interior de la casa. Quería llenarlo todo de color rojo y blanco, había comprado suéteres abrigadores y similares para ambos, había dicho que no quería cocinar bajo ninguna circunstancia el pavo para navidad.

"Vegetariano, ¿recuerdas?" Me dijo con una de aquellas sonrisas en su rostro mientras buscaba recetas en internet.

Noche buena llegó, y en lugar de permanecer encerrado como había hecho durante todo este tiempo, me levanté temprano, compré las cosas que pude esperando en las largas filas del supermercado. Invité a todos los que nos conocieron y se quedaron después de su partida. Entonces cociné una cena vegetariana. Entonces me senté en la mesa cuando todos estuvimos completos y me divertí. Me permití fingir que estaba ahí, a mi lado, alegando que no debí haber puesto nueces al postre y menos pasas, porque las detestaba. Imaginé que las ponía de nuevo en mi comida y las comí con gusto.

Al llegar el día, después de haber bebido algo de alcohol y haber soltado algunas lágrimas porque aún permanecía su recuerdo en el ambiente, cuando la última persona, que fue JungSoo, se marchó. Miré el amanecer. Un nuevo día comenzaba.

Siguió año nuevo, y repetí la historia, invité a todos, cociné algo. El ambiente fue menos lamentable porque, aunque era el primer año nuevo sin él para algunos, la gente olvida rápido, y sólo se le dedicó una breve conversación que duró menos de diez minutos. Entonces nos quedamos hasta el amanecer, y cuando los primeros rayos del sol salieron, sonreí, porque empezaba el año de nuevo.

Enero.

Un nuevo día, un nuevo año, una nueva vida. O eso dicen al menos. Muchas noches pretendí que no me lastimaba. Que estaba superando, que quería seguir su consejo y volvía a ser feliz poco a poco, aquello dejaba mucho más tranquilos a mis seres queridos, aquellos que pensaban que acabaría con mi vida en cuanto él partió.

Lo que no entendían era que mi vida ya estaba acabada cuando se fue.

Me dijo que empezara de nuevo, pero no lo hice, y lamento decepcionarlo. Pero me es difícil pensarme al menos con alguien más, compartir más viajes, más risas y más de esos dulces momentos.

Lo recordaré con anhelo, con felicidad, con una sonrisa, y me gustaría decir que no me detendría más por él. Pero no es así, en el fondo sabía que él estaría en mí por siempre.

La rutina continuó, trabajo, problemas, inventarios, problemas, llegar a casa, dormir, despertarme, comer, trabajo, problemas.

Empecé a fumar.

Sabía que él había muerto por eso, sin embargo yo no podía evitarlo y seguir su camino, quizá inconscientemente estaba buscando acabar conmigo, al menos con mi yo físico.

Exteriormente me veía bien, aunque jamás me saqué la argolla que indicaba estaba casado, mi amplia sonrisa distraía a mis cercanos, haciéndoles creer que todo estaba bien cuando en realidad al encerrarme en la habitación la máscara caía y volvía a llorar, como cada noche hasta dormirme.

Acudí a varios eventos más para generarme una vida social, jamás visité aquel museo de nuevo, tampoco continué mirando las películas, las verduras perdieron un significado cuando las comía.

Quería vivir una mentira.

Febrero.

La mentira duró poco. Pronto, la idea de crearme una burbuja donde él no existió nunca y jamás le hube conocido me pareció absurda, entonces volvía a tomar nuestro anillo de bodas y dormía con él apretado en mi puño, suplicando perdón como si él pudiese escucharme. Susurrando varios "te amo" como si pudiese recibir alguna respuesta.

Entonces empleé otro mecanismo de defensa.

Al despertar me pareció extraño que no estuviera ahí, entre mis brazos, al bajar las escaleras no me lo encontré en la cocina, preparando el desayuno. Entonces me permití creer que se había ido al museo y que yo tendría que hacer lo propio para irme al trabajo, se me hacía tarde porque él... no me había despertado.

Trabajar en un supermercado es difícil, sobretodo cuando tienes que pensar en el regalo que le tienes que dar a tu pareja, olvidar las fechas es imposible porque, al menos para el catorce de febrero era imposible pasar desapercibido. El departamento de dulces y chocolates centraba su decoración en corazones, los empaques de varios artículos se tornaban de un color rosa pálido y rosa intenso, así como el color rojo que predominaban para parecer un poco más románticos.

A él le gustaba el chocolate, también visité una joyería donde compré una pequeña cadena, se le vería bien puesta.

Llegué a casa temprano, puse velas, preparé la cena. Pero me quedé dormido antes de sentirlo llegar.

Desperté cuando las velas estuvieron totalmente derretidas y la cena fría. La guardé en el refrigerador con la esperanza de tomarla esa noche.

Un poco de cordura me visitó al salir de casa, me destrocé los dedos al golpear la puerta con el puño y sollocé como pocas veces en la vida lo había hecho. A pesar de eso en el trabajo llevaba puesta una cadena con el clásico dije de corazón que decía nuestros nombres.

Pero estaba funcionando, cada vez sentía menos dolor.

La gente se daba cuenta, las preguntas sobre: ¿Estás bien? ¿Cómo va todo? Y los comentarios tipo: Has bajado de peso. Se hicieron frecuentes y molestos.

Para cuando estábamos a finales de febrero, los comentarios cesaron, y mi tranquilidad volvió.

Caminé por la calle prácticamente desierta hasta llegar al minisúper que quedaba a tan sólo unas cuantas cuadras del departamento, inconscientemente mis pies me llevaron hasta los refrigeradores, donde tomé un café en lata y un yogurt de fresa. Su favorito. Era un hábito, sobretodo ahora que febrero tenía un clima bastante cambiante, unos días hacía bastante calor y otros demasiado frío, incluso algunos días llovía. Hoy el día fue caluroso. Caminé por los pasillos para tomar cosas inmediatas que había olvidado llevarme del trabajo, rollo de papel y varios paquetes de sopa instantánea. En un desliz de mi tarjeta se terminó la compra y salí con un par de bolsas, una en cada mano. Subí por las escaleras por costumbre, porque a él no le gustaba subir por el ascensor.

Cuando terminé el último escalón, agradecido con mantener un poco de condición física, saqué las llaves, la metí en el cerrojo y entré. Como siempre, el departamento estaba vacío. Sonreí, llegaría tarde de nuevo. Acomodé las nuevas compras que había traído y dejé el café junto al yogurt en la sala, esperando a HyukJae para poder beberlos mientras charlábamos sobre nuestros días en el trabajo.

HyukJae no llegó.

Las bebidas se quedaron sobre la mesita de centro, junto a todas las demás que probablemente habían caducado ya. 

The seasons.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora