Mandamiento 1: «Amarás a dios sobre todas las cosas»

189 36 10
                                    

«Yo soy el eterno, Dios, quien te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de la esclavitud ».

WooHyun asistía a misa con su madre y padre todos los domingos, no había domingo que el fuera, pero desde que conoció a SungKyu, algo había cambiado en él.
Ese sería el primer domingo que iría su hermano mayor con él, pero ahora, WooHyun ya no adoraba a dios, ahora adoraba a su hermano mayor, para él, SungKyu era su dios, su credo, su todo, sería capaz de darle su alma si él mismo se lo pidiera.
Dios había dejado de existir para WooHyun en el momento que conoció a SungKyu.
El chico lo idolotraba, no le importaba nada.

Por otro lado, SungKyu se sentía bien en cierto modo, estar en la casa de dios, ahí si sentía que era su hogar, pero ya no podía regresar donde pasó toda su vida, ahora volvía a la que una vez fue su casa.
Debe admitir que WooHyun en toda aquella semana que han convivido a sido bueno, pero no podía caer, no podía darle esa oportunidad de decirle hermano, él no era su hermano, aquel joven era un Nam y él era un Kim, ¿cómo podía ser aquello?



Amarás a SungKyu por sobre todas las cosas.


Ese había sido su propio mandamiento, porque tal vez él no lo sacó de Egipto, ni lo liberó de la esclavitud, pero ese joven con ojitos de arroz, se había vuelto su mundo. Y ni siquiera dios mismo podría con ese amor.


No espero demasiado, siempre que salia del colegio, utilizaba cualquier pretexto para hablar con el mayor, al principio eran saludos formales, luego eran ayudas a sus materias en las que iba mal (casi todas), la convivencia juntos fue buena y SungKyu lo sabia, le había llegado a tener un poco de cariño, sólo un poco, aún lo odiaba, aunque también sabía que no era su culpa, su madre fue quien ocasionó todo.


SungKyu suspiró, eran las siete de la noche y WooHyun no había llegado, pues un día antes habían quedado que estudiarían matemáticas para su examen, escuchó bla puerta abrirse y sonrió, obvio una que se borró al momento de ver a su madre, ella le sonreía y quiso abrazarlo, pero él la rechazó.


—Por favor, madre. No venga con hipocresías. Nadie la ve.
—SungKyu...
—Yo no sé para que me pidió que regresara, si es más que obvio que es feliz con su nueva familia.


SungKyu salió de su hogar hecho una furia, él no tenía pensado reclamarle a su madre, él a pesar de todo aún la ama, aún la respeta. Él no quería ser el mal hijo, pero al verla que quiso intentar tocarlo fue el colmó, él sabía que ella no lo quería, porque de haberlo hecho, ella hubiera ido por el al internado y llevárselo a casa, para convivir con el señor Nam y su hermano.


Caminó por toda la calle hasta llegar a un parque, no recordaba absolutamente nada, era un desconocido para todo y para su jodida suerte, había empezado a llover, no llevaba paraguas, no llevaba suéter, no tenia nada para cubrirse, fue cuando se maldijo por haber salido tan dramáticamente como una quinceañera incomprendida.
Tenía tantas presiones, la cabeza le empezaba a doler y empezaba también a tener frío.


WooHyun había llegado a su casa, se había tardado demasiado porque tenían un proyecto y era necesario terminarlo ese mismo día, afortunadamente llegó mucho antes que la lluvia comenzara, pero cuando llegó, notó a su madre llorando, le preguntó que tenía, ella le dijo que había discutido con SungKyu.
—¿Qué demonios le hiciste? —Gruñó WooHyun. Él se había prometido protegerlo a capa y espada de quien fuese.
—Nada, yo...
—Ah. —Gritó de frustración.
—WooHyun no maldigas.
Ni siquiera le respondió, sabía que su madre era una creyente pegada a la biblia, y él también lo era, pero no dejaría que le hicieran daño a su hermano. Subió al cuarto del mayor pero no estaba, bajó rápidamente para enfrentar a su madre nuevamente.
—¿Dónde está? —Gritó nuevamente.
—Se fue.


«Se fue»


Esa palabra le dio escalofríos, tomó dos paraguas, y se puso un suéter para salir a buscarlo, su madre quiso detenerlo, pero él no lo dejaría solo, seguramente estaba por ahí, asustado, sin saber que hacer por no recordar los caminos, salió preocupado y camino lentamente para observar todos los lugares con cuidado.


Cada vez se desesperaba más, ya eran las diez de la noche y no podía encontrarlo, conforme caminaba, se iba acercando a un parque que fue abandonado hace muchos años y lo vio, sentado en un columpio mientras se mojaba y limpiaba el rostro. Caminó hacia él y una vez que llegó, le puso su paraguas sobre él, impidiendo que el agua continuase cayendo y se vieran sus lágrimas y sus ojos hinchados.
El mayor se dio prisa en limpiarse y mirar hacia atrás, se sorprendió al ver a WooHyun cubrirlo, él no quería romperse frente a él, él no quería seguir llorando y ahí estaba, derramando lágrimas como María Magdalena.


WooHyun decidió jalar de él y abrazarlo, lo llevó bajo una casa que igual se encontraba abandonada y ahí le quitó su playera mojada y le dio su suéter, sintió un poco de frío, pero por él valía la pena.
El mayor no había parado de llorar, y WooHyun lo seguía abrazando.


—Llora, hyeong. Siempre estaré contigo.
—¿Tú, lo dices en serio?
—Lo juro, eres mi todo, hyeong.
Esto hizo que SungKyu se pusiera nervioso, pero le hacía un poco feliz escucharlo, ¿por qué? Ni él mismo lo sabía.
—Prometelo. —Alzó su mano, dejando el meñique fuera, WooHyun rió bajito pero lo hizo, selló su promesa.
—No volverás a estar solo, lo prometo.

Los diez mandamientos. «WooGyu»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora