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Llegó el día esperado, y Kubo se sentía tremendamente nervioso. Durante todo el camino se la pasó jugando con sus manos, escodiendolas en su hoddie color rojo.

Leo Se encontraba al volante, con la mirada en la carretera, mirando de vez en cuando al nipón en el asiento del copíloto.

Al estar algo lejos de la ciudad, tenían que conducir por media hora hasta llegar a un hospital, resulta que la clínica más cercana no estaba dando servicio. Por ello, Leo se encontraba algo molesto.

Kubo nunca podía sentarse bien cuando tenía que esperar, ya había cambiado su posición mil veces y aun no podía acoplarse al asiento, hasta que se decidió por abrazar sus rodillas.

A Leo le parecía algo muy adorable de su novio.

Era como tener a un bebé de 19 años, próximamente 20.

-¿ya te dije lo mucho que me gustas cuando usas ropa de ese color?

- lo sé, toda mi ropa es de este color, Leo.

- eso es bueno...

Sonrió el mayor con demasiada satisfacción en el rostro. Y en el semblante de Kubo sólo se asomó un sonrojo carmesí por sus pómulos.

Pero La sonrisa del asiático se fue.

- Leo...Leo...

-¿qué sucede?

- ¡Leo! ¡Leo! ¡para,para!

Ante los nervios de la situación, el moreno estacionó el auto a orilla de la carretera casi vacía, y una vez asentados, Leonardo miro a su novio con preocupación.

- ¡Leo, no veo nada! ¡Leo!

El mencionado empezó a sudar.

- aguanta, ya falta poco, casi llegamos.

-¡apresurarte! ¡no veo nada!

El pánico invadió el cuerpo del nipón. Y la desesperación en el del mexicano.

Kubo estaba aterrado; hace momentos podía ver aquel rojo brillante en su ropa, ahora sólo veía oscuridad a pesar de tener algunos rayos de sol en el rostro.

Kubo No se dio cuenta del gran tamaño del hospital al entrar, ni Si quiera pudo ver a la enfermera que lo atendió.

Kubo No podía ver nada.

No puedo verte. 《Kuban》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora