Locura.

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Cuarta parte. Locura,
presente.

1. La fiesta de iniciación de Harry Potter,  (octavo año)

Tanto Ernie como Draco estaban listos para dormir, ambos recostados en sus respectivas camas. Hacía no mucho, los amigos de Ernie (los cuales comenzaron a ser de Draco también) se habían ido a sus habitaciones después de jugar una serie de cosas muggles que, según Justine, eran las mejores para conocerse más y pasar un buen rato. Y ciertamente había sido así.

El día había corrido más rápido de lo que creyó a lado de los Hufflepuff. Y el día habría ido genial sino fuera porque no pudo hablar con Pansy durante todo el trayecto de éste. Ella también había parecido encontrar su lugar junto con Blaise Zabini, los había visto inseparables durante toda hora, que se preguntaba si realmente era tan divertido estar con un estirado italiano de tal calibre. Tampoco se había topado con Potter y nadie se atrevió a decirle algo a la cara estando acompañado.

Suspiró satisfecho mientras daba un vuelco en la cama. Volvía a no tener sueño en lo absoluto y consideró ir a la sala común a leer un libro, porque todo estaba tan callado que sabía que no sería molestado en lo absoluto. Sin embargo, tenía pereza de levantarse y buscar algo que ponerse para salir de ahí. Gustaba de dormir en nada más que boxers y definitivamente no estaba en sus planes salir así de su habitación.

Decidió que no saldría y se obligaría a dormir, ó estaría demasiado cansado para cuando las clases volvieran a dar inicio.

Pero entonces, el silencio fue interrumpido de pronto por risas en los pasillos. Amortiguadas por las paredes de madera.

—Ernie—susurró Malfoy, sentándose lentamente bajo las sábanas. El bulto al otro lado de la habitación se movió—, ¿estás despierto?

Pero nadie respondió y la puerta se abrió repentinamente, antes de ser cerrada de inmediato. Era el mismísimo Ron Weasley, con la frente sudada y sin camiseta. Respiraba agitado, con su pecho subiendo y bajando desenfrenadamente.

Draco, con el ceño fruncido, prendió las luces de la habitación compartida con un movimiento de su varita. Sólo así pudo ver el par de ojos celestes mejor. Lucía bastante atareado, tragando fuertemente saliva antes de tomar la palabra de forma atropellada:—Vístanse, vienen para acá.

—¿Qué?—susurró Ernie, recién levantado. Antes de que Draco o Ernest pudieran analizar el aviso, un fuerte estruendo sonó en la habitación contigua a la suya y Draco se levantó de un salto, sin darle tiempo a reaccionar cuando las mismas risas tomaron forma de Seamus Finnigan entrando por su puerta.

—Salgan—dijo, mostrando una enorme sonrisa.

—¿Qué estás...?

—¡Salgan, ahora!—la expresión del Gryffindor cambió drásticamente, dando un paso al costado para dejar pasar a muchos chicos en pijama que vitoreaban y reían incontrolables. Comenzando a lanzar hechizos a diestra y siniestra que rompían cosas y volteaba sus camas, muebles y tiraban sus ropas por la ventana.

Ernie había salido corriendo al instante y Ronald lo había arrastrado con él de la muñeca, deteniéndose de imprevisto al ver a todos los chicos siendo sacados de sus alcobas a la fuerza. Con empujones los obligaron a formarse también.

Draco volteó imparables veces, desorientado. Todos estaban en pijamas ó en paños menores, igual de confundidos que él. Cuando Finnigan había desocupado al fin su pieza, consideró correr hacia ella, pero la multitud a la cual había sido aventado lo dirigían sin su consentimiento a la sala común. Los chicos gritaban  agresivamente y empujaban, dando órdenes cada vez que alguien  buscaba salvarse del mar de gente que los arrastraba y Draco moría cada vez más del miedo.

Había perdido cualquier rastro de Weasley o Ernie y ahora sólo se dejaba arrastrar por caras conocidas al no tener éxito en el intento de salir.

Una vez habían llegado, las luces se apagaron de pronto y música muggle empezó a sonar. Para cuándo la luz volvió, era de colores neones que funcionaban para lograr distinguir lo que ocurría, pero no alumbraba como lo haría una luz común. Los chicos bailaban, con bebidas en sus manos y cigarrillos entre sus dedos.

Había un claro hechizo de expansión, aunque podía sentir de vez en cuando cuerpos que se le pegaban demasiado mientras el seguía avanzando. Todo era muy confuso para Draco, quien se limitaba a explorar la fiesta con el ceño fruncido. Había tipos besandose sin pudor alguno en media sala, chicos desnudos, chicas moviéndose insinuantes y gente bailando al son de la música que Draco reconocía como electrónica.

Para cuando encontró a Ronald, éste estaba bebiendo de cabeza sobre un barril de cerveza, mientras el mismo Finnigan que lo había desalojado de su habitación gritaba una y otra vez para animar al pelirrojo a beber más. Pansy se besaba con Zacharias Smith contra la pared y Millicent consumía algún tipo de polvo blanco que le parecía a Draco sumamente sospechoso sobre una mesa.

—¡Draco!—chilló Luna Lovegood, cargando dos vasos de plástico rojo con dificultad. La muchacha vestía un camisón a medio muslo y olía a whiskey de fuego—, ¿te diviertes? ¡Espero que sí!

—¿Qué demonios está pasando?—tuvo que gritar Malfoy para que la música no opacara su voz, acercándose demasiado a Luna para que le escuchara.

—¡Es la fiesta de iniciación de Harry!—explicó, estirándole el vaso de su mano derecho al rubio—. Toma, te vendría bien para soltarte un poco.

—No quiero "soltarme un poco".

—Vamos, Malfoy—insistio Granger, que abrazó a Luna por los hombros en cuanto llegó—. ¡Esto durará toda la noche!

Draco tomó el trago, indeciso. Olfateando un poco para descubrir su contenido: olía dulce, muchísimo. Sin embargo, no supo distinguir que era.

—McGonagall n-nos matará si se entera que hay una fiesta aquí con alcohol y... estimulantes de origen muggle incluidos, ¿qué no lo ven? ¡Nos cortará la cabeza y bailará en nuestra tumba!

—¡Tranquilízate, pequeño dramático!—intervino Ginevra Weasley, quien se los había topado mientras bailaba muy cerca de Dean Thomas. El chico se encogió de hombros, sonriendo, y fue directo a Seamus que bailaba solo hasta el otro extremo de la sala—Harry lo tiene bajo control.

—Esto es una locura—insistió Malfoy, un poco incómodo de estar semidesnudo entre la gente sudorosa y movediza en el espacio reducido. Especialmente por la miraba intensa que le regalaba Granger enfrente suyo, y como él mismo, no estaba en condiciones tan diferentes.

—¡Esa es la mejor parte!—rió estridentemente Ginny, mientras jalaba a Luna hasta escabullirse entre la gente, empezando a bailar con ella tan cerca como había bailado con Thomas. Y Luna parecía demasiado a gusto con eso como para que fuera la primera vez que le sucediera.

—Anímate, Malfoy—gruñó Hermione contra su oído, poniéndose de puntillas para alcanzarle—, sería una lastima que te fueras tan temprano.

—¿Q-Qué estás...?

La chica se separó tan rápido que Draco no pudo terminar su oración, mirándolo con una sonrisa divertida. Hermione estaba en únicamente bragas y una camisa gigante de Quidditch que le cubría por poco el trasero, con unas calcetas largas que se estiraban hasta las rodillas. Tomó el vaso entre las manos de Draco y dió un pequeño sorbo para degustar el trago, lamiendo sus labios al terminar.

—Es un Ultravioleta, por si es que te gusta—apuntó la chica, entregándole el trago de vuelta y guiñándole uno de sus preciosos ojos cafés—. A Harry le encantará verte por aquí.

Y entonces dejó a Draco tan solo como en un principio, pero con unas ganas interminables de encontrarse con Harry Potter esa misma noche para descubrir porque el salvador del mundo mágico estaría feliz de verle.

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⏰ Última actualización: Dec 06, 2018 ⏰

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