Capítulo 3: El regreso a clases.

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Lunes 14 de agosto del 2018...

Tres semanas exactas habían pasado desde la última vez que vi a Mau, el lunes pasado el tuvo un curso y ya no pudimos vernos, porque además él jueves me fui con mi papá, hermanito y su mamá de vacaciones, se que debería decir madrastra pero suena feo y es un término que no me gusta prefiero llamarle a ella por su nombre o simplemente decir "La mamá de mi hermanito" eso no suena tan feo para mi, aunque siempre que digo eso me preguntan "¿No es tu mamá también?" y siempre respondo que no y termino diciendo "Es hijo de mi papá solamente, vendría a ser mi medio hermano pero para mi es mi hermanito sin importar que no sea de la misma madre". Odiaba dar esas explicaciones, en fin, regresé apenas ayer y en la tarde/noche como a las 6:30 o 7:00, en otras palabras estaba súper cansada, mi alarma había sonado a las 5:30 a.m. mi papá pasó por mi a las 6 y ahora nos dirigimos al centro de la ciudad por donde se ubicaba el museo de correos y el mercado de la ciudad, según casi todos, el lugar donde te roban cosas más seguido, pero siempre pasaba por ahí y nunca me robaban nada, así que siempre caminaba con seguridad por esa calle. Estábamos por lo que llamaban la avenida 128, era una avenida muy conocida al menos por las zonas cercanas y las personas que pasean por la ciudad, era uno de esos días en los que él estaba en silencio y yo también, simplemente por mi cabeza pasaban demasiadas cosas, no quería entrar a clases, aún no me sentía preparada para comenzar el año escolar, no quería, quería seguir escribiendo en mi laptop, seguir escuchando música, seguir leyendo hasta cansarme, y mientras seguía con mi actitud negativa hacia la escuela en la radio sonaba 'Beliver' de Imagine Dragons, era una canción con muchos sentimientos pero remarcaba el dolor, me recordaba la vida que lleve, si me ponía a escuchar la canción hablaba sobre el dolor en definitiva, pero cómo él nos hace de cierta forma más fuertes, y era verdad a basé de todo el dolor que había sentido, aprendí a creer, a creer que no todo podía ser malo, que había algo mejor esperando por mi, que a pesar de que nadie podía entenderme al 100% era porque yo era brillante, o así prefería pensarlo, si yo no era capaz de creerlo nadie más lo haría, tenía que creer que podía, porque si yo no lo empezaba a creer aquel pozo de oscuridad en el que caí se haría cada vez más profundo, yo anhelaba la libertad, así que fue como si me aferrara a la pared de aquel pozo y a pesar de que éste cada vez era más profundo yo no quería caer, sabía que había sufrido demasiado, y la única persona que podía salir de él era yo, nadie me había ayudado durante años, si nadie me ayudaba yo sola me ayudaría a mi misma, y cuando comenzó esto bueno, eso fue cuando empezó el verano, y gracias a las terapias de Mau, él me hizo entender que las cosas que dijeran los demás no tenían que importarme, no tenían que afectarme porque al fin y al caso era yo quien decidía creer esas cosas o no, si las cosas que me decían eran verdad no tenía porque molestarme pues eran verdad y eran mentira meno tenía que hacerlo no era verdad, pero aún así no me sentía cómoda con las personas, sabía que era yo la del problema porque, las personas que trataba eran lindas, graciosas y carismáticas, por Dios estudiaba en una escuela en dónde lo que menos importaba era tu orientación sexual, en donde el 95% te aceptaba sólo por estar en su misma facultad, era obvio que la del problema era yo. Mis pensamientos pararon cuando por fin llegamos al centro en el lugar donde tenía que bajarme, me despedí de mi papá de un beso en la mejilla y le dije que se cuidara, me colgué la mochila de un hombro y la coloque delante de mí, que caminará con seguridad no quiere decir yo no prevendría para que no me roben, simplemente llegué a la esquina, esperé a que el semáforo cambiara a verde, aunque me sentía estúpida porque nadie esperaba eso, sólo cruzaban cuando un coche estaba lo suficientemente lejos para llegar del otro lado de la calle, crucé y volví a cruzar, caminé hacía la derecha y justo ahí donde debería estar la enorme fila del camión, ahí estaba Vanya mi amiga, llegué hasta ella y que creen, nos saludamos y nuestras ganas de entrar a la escuela eran las mismas.

– Veo que tienes las mismas ganas que entrar a la escuela que yo – asintió con la cabeza y me miró mientras decía.

– Aún tenía muchas cosas que hacer – reí al ver su rostro, Vanya a veces tenía expresiones muy infantiles y esa que tenía en su rostro era una de ellas, un lindo puchero en el que sus mejillas se inflaban más de las que de por sí ya tenía.

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