capítulo 3: emociones encontradas

273 12 3
                                    

Desperté tumbado sobre el pasto, todo era algo borroso, no distinguía los rostros ni la situación que me rodeaba, tampoco escuchaba bien, sólo unos cuantos murmullos lejanos pero en los cuales alcanzaba a distinguir miedo y dolor. Me costaba trabajo moverme y cuando lo intenté con todas mis fuerzas unas manos me detuvieron con cariño para que no me esforzara más de lo que podía y al voltear hacia arriba de mi pude ver algo con perfecta claridad: unos alucinantes y hermosos ojos verdes grisáceos que me miraban con ternura. Poco a poco pude distinguir más elementos de quien cuidaba de mi; una piel blanca y suave como la seda, su cabello café claro no muy largo que le caía sobre los hombros y una sonrisa hermosa como nunca había visto, el sol de la mañana dejaba caer sus rayos por detrás de ella haciendo que brillará como un ángel y mi cabeza estaba apoyada sobre se regazo y acariciaba mi cara  con ternura: era Mónica, una chica que conocí desde que entre a la secundaria. Nuestra relación siempre ah sido de amigos pero en el fondo siempre eh sentido atracción hacía ella, incluso que la quería pero no sabía que es lo ella sentía o siquiera pensaba sobre mí, así que nunca había pasado de ser sólo amigos.

La escena me dejó hipnotizado por un largo rato hasta que mi habilidad auditiva volvió a la normalidad, comencé a escuchar con claridad algunos llantos de temor y desesperación. Súbitamente la energía volvió a mi cuerpo y me incorporé casi de un salto, acababa de volver a la realidad.

Miré a mi alrededor y pude ver a mis compañeros y a algunos maestros, todos estaban sentados o acostados alrededor de mi, algunos seguían inconcientes, otros lloraban casi sin consuelo apartados de todos. Cuando se dieron cuenta de que me había despertado algunos se acercaron rápidamente hacia mi apartado a Mónica:

-Dios santo, que bueno que estas bien, me moría del susto de que tu hubiera pasado algo- me dijo Ximena mientras me daba un fuerte abrazo

-apenas alcanzaste a llegar cuando el misil explotó a lo lejos- me dijo con cara de alivio Mena (un chico no muy alto, muy delgado y tez morena. Su nombre es Carlos y se apellida Mena pero nos gusta llamarlo así).

Otros compañeros se acercaron a mi en cuanto me vieron, todos se veían preocupados, incluso se acercó la maestra de química, Lilia (una mujer de edad algo avanzada, un poco alta, delgada, tono de piel clara, cabello largo, negro y risado):

-Muchacho, ¡como me alegro de que estés bien!, nos diste un gran susto. Nos salvaste la vida a todos- me explica con cierta ternura y seriedad

-¿a qué se refiere con que les salvé la vida?- pregunto algo consternado, los últimos instantes antes de que me desmayara son algo borrosos, espero que no sea permanente esto.

-Pues...-la maestra duda un instante y cuando esta apunto de contestar interfiere cynthia (una chica de estatura baja, pelo negro liso y un tono de piel muy blanco):

-Por ahora no debemos hablar de eso, después te explicaremos y mostraremos todo- me dice mientras mira con preocupación a todos los demás.

-Supongo que eso es lo mejor- afirmo sin protestar, después de todo no entiendo bien todo por ahora, me siento algo mareado.

-Bueno estábamos hablando de que eres muy afortunado- se sobreponese Ceja (un muchacho de mi estatura, robusto, tez morena algo claro y con expresión de siempre éstar serio. Su nombre es Francisco Gerardo pero todos creemos que es como de telenovela por lo que lo llamamos por su apellido que es Ceja)- como todos te han dicho, por cargar a Irais apenas lograste salvarte-

-¿cargar a Irais?- la cabeza aún me da vueltas y no se bien de que habla pero después de un instante logro recordar todo lo que pasó desde que salí de mi casa: la calle abandonada, los soldados, los pocos alumnos, la herida de Manuel, la alarma sísmica, los helicópteros, el avión de combate y.... -¡Irais! ¿Dónde está Irais? ¿Está bien? ¿Le ah pasado algo?- Me levanto de un salto y mientras grito todo lo anterior observó a todos lados con desesperación y algunas lágrimas de preocupación en los ojos. Fue entonces cuando la vi recostada en el piso con la doctora de la escuela, la doctora Chirino (un mujer muy alta y delgada, un poco morena, de cabello café obscuro) y algunos de los amigos de su salón que la verdad no les eh hablado en mi vida. Todos estaban a su alrededor con expresión de preocupación.

En cuanto la vi, corrí a ella apartando a los que estaban a mi alrededor y los demás que se dieron cuanta de la situación me abrieron paso hasta que llegué a ella y me arrodille a su lado:

- dígame que esta bien...- me dirigí a la doctora con la voz algo entrecortada.

- Tranquilo- me respondió con ternura - ella va a éstar bien, sólo se desmayó, supongo que del susto-

-¿enserio?- la interrogo aliviado

- Si- me responde con una gran sonrisa - no le ah pasado nada, cuando llegaste tras el edificio, hubo una gran explosión, te empujó unos metros pero amortiguaste su caída- me explicó con detenimiento la doctora

-Entonces ella esta bien- suspiro aliviado mientras observo a mi amiga y acaricio su cabeza como lo aría un hermano mayor con su hermanita enferma. Al ver esto la doctora decidió retirarse:

-Bueno la dejo en buenas manos y me voy a cuidar de Manuel, se ah puesto un poco mal, parece que tiene fiebre y síntomas muy extraños pero bueno, espero que no sea nada- me dice algo apurada

No le presto mucha atención y sigo cuidando a Irais. Después de un rato de éstar cuidandola Irais comienzó a despertarse y en cuanto me vio me dio un fuerte abrazo:

- Eres un tonto, casi te matas- me dice al oído con un tono de enojo mal fingido donde alcance a distinguir que aguantaba el llanto, mientras me sigue abrazando con ternura.

-Sabes que te cuidaré sin importar nada- le respondo en un tono tranquilizador.

La escena debió ser conmovedora porque alcance a escuchar algunos llantos y el resto de las personas guardaban silencio hasta que alguien se atrevió a interrumpir de forma muy grosera:

-Si si, muy tierno, hasta me causa nauseas. Tal vez su estupidez y su cursi escena ah provocado que no se hayan dado  cuenta de que  acabamos de ver una escena de guerra- escuché una voz rasposa detras de mi; es Tonatiuh (un tipo alto de mi estatura, piel muy blanca pero granosa, gordo y cabellos alborotados. Debo admitir que siempre lo eh odiado por su actitud engreída y grosera)

-ya nos hemos dado cuenta, no necesitamos tus estúpidos comentarios- contesto muy molesto a la vez que suelto con suavidad a Irais, me levanto y me giro hacia él.

- Nadie te ah preguntado idiota- responde alguien alado de Tonatiuh a manera de reto; Saúl (otro tipo muy moreno, de estatura media y flaco. También con el eh tenido muchos problemas por su actitud). A los costados había otros dos muchachos con las mismas características que Saúl que nunca tuve el desagrado de conocer, todos mirandome con seriedad pero yo no me deje vencer por sus presencias. Tenía tantas ganas de golpear a estos 4 inútiles pero justo cuando pensaba soltar un potente patada a la mandíbula de Tonatiuh, Cynthia y Ximena se interpusieron entre nosotros:

- ¡A ver ineptos váyanse al demonio! Sabemos perfectamente lo que ah pasado pero no queremos habar de ello por ahora, así que cierren la maldita voca- comentó Ximena en tono autoritario y muy molesta

- ¡si! Dejen de molestar, ojala estuvieran con los que corrieron al edificio de talleres- dijo cynthia aún más molesta que Ximena.

Pero ellos nisiquiera prestaron mucha atención a sus comentarios:

-¿crees que estas niñitas te van a proteger?- comentaron entre risas que sonaron demasiado molestas. En ese instante otras chicas se pararon frente a ellos con una fuerte expresión de enojo, entre ellas Bilha, Irais, Mónica y otras chicas a los que nisiquiera les había hablado, lo que interrumpió las irritantes risas.  Mientras se sumaban más chicas algunos muchachos comenzaron a rodear a los bravucones, imponiendoles una expresión de temor en sus rostros:

- A ver idiotas- se adelantó Ángel- dejen de decir tonterías- se veía muy molesto y estaba listo para atacar

-Le deben la vida a Miguel así que no molesten- secundo Mena- quien se veía más tranquilo pero igual dispuesto a golpearlos

Fue en este momento que me di cuenta de algo que era más que evidente: todos los que estaban aquí, retando a aquellos buenos para nada, confían en mí, además están dispuestos a apoyarme en lo que necesite. Siempre podría confíar en ellos sin importar lo que pase, sin importar los riegos. La escena me provocó una pequeña punsada pero de alegría, me sentí completamente conmovido y felíz de ternerlos junto a mi.

Diario del holocausto zombieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora