Cuando las ventanas cierro, y las puertas con llaves están, es mi momento.
Puedo ser yo.
Dejé las luces prendidas, tomé alguna lapicera y papel, y comencé a expresar todo lo que sentía.
La hoja hermosamente blanca se fue manchando con la tinta azul formando letras que sostenían más que un sentimiento. Ahí queda todo de mí. Ahí están mis sufrimientos y alegrías.
Caen lágrimas y risitas se escuchan por la habitación, acompañadas de la dulce melodía de la música lenta que estoy escuchando. Mis ojos se cierran e imagino un mundo rosado y lleno de vida; lo escribo. Volví a juntar mis párpados y aquel bonito mundo se esfumó para ser reemplazado por una terrible tormenta oscura, donde vinieron mis miedos y en mí se quedaron; lo escribo.
Todo lo que salé de mi mente lo marco en el fino papel que está debajo de mi mano. Era como tallar un árbol con la inicial de la persona que te gusta y la tuya. Así de feliz se sentía, raramente. Aunque debía admitir que dolía dejar todo ahí, como si de una despedida estuviera hablando.
El estribillo de la canción me atormenta al recordármela y no pude evitarlo; lo escribo.
Momentos van y vienen haciéndome formar un lindo texto que jamás leería en público.
Estoy sacando todo del fondo de mi sangriento corazón y lo dejo ahí, en esos renglones tan prolijos que nerviosa me ponen.
Me imagino frente a todos mis compañeros, leyendo sin temor alguno y volví a hacerlo; lo escribo.
Estúpidamente escribo todo lo que quiero, todo lo que me sale.
Y así, poco a poquito, va quedando algo bueno que para mí poco sentido está teniendo.
Al terminar, mis labios se ladean en una pequeña sonrisa y leo todo; no me gusta.
El papel se arruga entre mi mano y en la cama cae con violencia.
Me estoy preguntando por qué nada bien me sale y se forma un nudo en mi garganta. No puedo. No puedo hacerlo de nuevo; lloro.
Mis mejillas están empapadas, mis ojos más pequeños y mis labios mucho más rosados. Los auriculares siguen en mis oídos y la música se sigue reproduciendo. No sé qué voy a hacer.
Sigo llorando como si de eso se tratara vivir y cuando menos lo esperé, me duermo.
Ahí va toda mi imaginación, a la basura. No puedo pretender que todo esto me gusta, pero soñando nada recuerdo. Es mejor así, es mejor soñar y no vivir en la dura realidad. Acá no sufro, acá no lloro, acá no escribo, y acá no está ella. Necesito quedarme acá toda la vida, necesito soñar eternamente.