PROLOGO

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PROLOGO

Noreste de la Ciudadela,
2 de Diciembre de 1868

    Cuando algo se detiene en el tiempo, las olas se frenan.
    Las pequeñas burbujas de agua se quedan atrapadas en el aire, cristalinas, fervientes de deseo por volver a moverse, el viento deja de aullar por todos los rincones de las rocas más húmedas, y la arena tan fina como la canela en polvo, ya no vuela, ya no se cuela entre los dedos de los pies, produciendo ese horripilante cosquilleo, tan amargo y tan dulce a la vez. Puede parecer frio incluso puede parecer el infierno desatado, pero se equivocan, el infernaron es cálido, se envuelve de llamas protectoras a sí mismo, te hace arder, al contrario del frio, el frio te permite pensar un poco más con claridad, despeja la mente como un refresco lo aria un día de verano.
    El frio te deja las manos entumecidas, las mejillas rojas, sin embargo te otorga el privilegio de ver las cosas con frialdad, a lo lejos, desde fuera, con paso ligero, como aquel oso polar que se queda acechando a su presa.
    Ella vivía en un interminable invierno, la nieve la rodeaba desde hacía décadas, y ella era aquel oso peludo y blanco, que paseaba por encima del agua helada mirando y olisqueando al viento del norte, con la esperanza de poder cazar algún día.

    Pero por desgracia las circunstancias suelen cambiar, todos somos cazadores y presas, presas y cazadores, u entonces algo se detuvo y comprendió que la presa era ella.
   Naee noto Los pies descalzos y llenos de heridas, como chocaban contra el frio asfalto húmedo, el humo que salía de las alcantarillas de la sexta avenida con Rewend dejaba en el aire un olor a podredumbre y muerte más desagradable que el pescado podrido del mercado de Gloren.
   Aquella había sido su vida, y aquel parecía ser su final, entre las calles más frías y sucias de los barrios bajeros del continente Norte, corriendo hacia escondites que ni si quiera conocía, una maraña de sensaciones la invadió y supo que las olas se habían detenido.
    El choque de su cuerpo contra el suelo fue innato, resonó por sus oídos, llegando a su pecho, su clavicular, y finalmente hasta su corazón, dejo escapar un alarido de dolor, ya no podía más, sintió como las costillas dentro de ella se partían, como quien rompe una nuez con las manos y salan millones de estallidos de la cascara.
   Los pasos que la perseguían cesaron, cerró los ojos, las olas volvieron a aullar, las pequeñas burbujas de agua espumosas embistieron contra las rocas, el viento susurro a la nada y la nada no le contesto.
   Susurro de un pasado enternecedor, susurro de un presente de muerte innata, y susurro de un futuro que creía que no llegaría.
    Tomar la decisión de morir nuca le había resultado adecuado, pero ahora allí tumbada bajo el musgo de la suciedad y el dolor, bajo la capa húmeda de la desesperación no encontraba otra solución de dejarse arrastrar por las dulces manos de la muerte
    Por la dulce melodía de la canción entonada por la decisión de dios. Un pasado, un presente y un futuro, aquellos tres saltos en el tiempo no tenían sentido para ella, no, en aquel momento allí, divagando su muerte, tomando la decisión de abandonar o sufrir.
   El primer golpe vino de su flanco derecho, el pie de alguno de sus perseguidores llego a colisionar con las costillas fracturadas de Naee, sintió el arduo sabor a metálico subir por su garganta, y aparecer el rojo carmesí en el asfalto bajo sus labios, bajo su barbilla
   La respiración se le cortaba, el dolor era como el infierno desatada en el interior, ese infernó que te come por dentro, devorándote poco a poco.
   Dejo que la sangre le empapara las manos, dejo que las lágrimas le nublaran la visión, se dejó llevar por el dolor y se preparó para la muerte dulce que sentía cerca, tan cerca como las olas detenidas en el tiempo.
   Cuando algo se detiene, lo sientes, notas como el mundo sigue girando pero tu estas detenida delante del avisto, puedes llamarlo el gran salto o la gran muerte, puedes llamarlo el gran azul o el gran infernó eso solo depende de cómo decidas enfrentarte a ello.
    Cerró los parpados y apretó los puños, las palabras eran sencillas y rápidas, "¿qué me detiene?" se preguntó a sí misma, y la respuesta fue fácil "el miedo".
   gorger en goz zoregang deg las primeras palabras solo fueron susurradas en su mente, las consecutivas, un pequeño susurro entre patada y patada, y el frio en sus manos apareció, el calor del inverno en su pecho, el poder en su garganta, solo tuvo que gritarlas al viento.
    -Gorger en goz zoregang deg - grito.
   Las patadas, el olor a muerte y a podrido se desvanecieron.
   Respiro tan profundamente como pudo, pero lo único que llego a sus pulmones fue la sangre que había echado por la nariz y la boca minutos atrás, tosió intentando mantener la fina línea de la vida.
   Tenía que salir de allí como fuera. El cuerpo le dolía, y cada movimiento era como un puñetazo más en el pecho que no le permitía respirar, la sangre no dejaba de caer de su boca al asfalto y aquello le produjo nauseas.
    Escucho pasos a lo lejos, tap, tap, tap, leves, y casi silenciosos, como un felino observando, vio los mocasines negros detenerse delante de ella, unos tejanos azulados y al levantar la vista el mundo se le nublo, tornándose negro tan negro como el cielo en el norte.

Ciudad de Ángeles. INCONDICIONALWhere stories live. Discover now