Capítulo 4
CANCION DE CUNA.
"Mi mejor amigo es el que enmienda
mis errores o reprueba mis desaciertos."
José de San MartínLa Elite (Actualidad.)
-¡NO! - grito Naee .
Jared tenía las manos en la cabeza a punto de arrancarse el pelo por la tozudez de la chica.
-Pero porque eres tan terca – le reprocho levantándose de la cama y mirándola – Si la Orden pide audiencia con Ezequiel empezaran a hacer preguntas....
-Me da igual – sentencio – Necesito ver a Ezequiel.
Jared se acercó a Naee con los brazos extendidos, llevaban horas discutiendo aquello y no tenía demasiado sentido continuar con aquel desesperante embrollo.
-Espera un poco – le pidió el ángel – Confía en mí, hasta que descubramos quienes...
-Sabes quienes son, os lo conté todo...– dijo a media voz – y tu idea de ir a una de esas reuniones es estúpida – le reprocho.
-Si conseguimos saber qué es lo que quiere entonces...
-Entonces nada Jared – Naee se había girado para verle.
Ambos se quedaron un segundo mirándose.
-Lo único que conseguiréis allí es que os maten – le rogó – y no puedo permitir eso.
Jared se tensó.
-¿Eso es lo que te preocupa? - quiso saber. - No van a hacernos nada, sabemos lo que hacemos Naee . Llevamos siglos con este trabajo...
Naee escucho los pasos bajo la tarima de madera, sintió los dedos de Jared en su mejilla, y cerró los ojos, dejándose arrastrar por el recuero de sueños borrosos.
Ahora era real, ¿cómo podía ser posible todo aquello? Suspiro frustrada, y se apartó con cuidado.
-Esto no se trata de un trabajo, no eres un detective a sueldo Jared, maldita sea, Tú no has estado allí – Naee sintió el nudo en su garganta al recordar toda aquella sangre, aquella multitud de sombras oscuras – yo sí, créeme os mataran.
Jared negó y le sonrió a medias.
-Basta – pidió el joven desolado, viendo la expresión de angustia de Naee – ahora estas aquí, a salvo...
-¿Eso lo dices tú? - se mofo Naee – no estoy a salvo en ninguna parte...
-Conmigo si – le aseguro. - Iremos a París con Samuel, esta noche y no se hable más, no quiero que te muevas de aquí.
Naee levanto la vista frustrada
-¿Que? - casi grito – Yo también voy.
La piel se le erizo solo de pensar en que quizás allí podía volver a encontrar a Brabiana, ver de nuevo el altar marfil teñirse de sangre, Riena y el Hekse.
-No – dijo.
-Por supuesto que si – Naee se apartó de Jared con una sacudía – No tenéis ni idea...
-Naee cállate ya ¿quieres?, eres desesperante, tu solo limítate a quedarte aquí, lejos de esa gente, donde yo pueda tenerte controlada.
-Eres...
-Si – rezo – y de no ser por como soy ahora estarías siendo interrogada por la orden, muerta o acusada de algo espantoso, así que resígnate, esto es lo que hay, te quedaras aquí y no se hable más.
-En ningún momento te he pedido ayuda – corto tajante
Naee cerro los ojos cuando el portazo de la puerta resonó por la habitación, Jared se había ido furioso pero si aquellas palabras hacían recapacitar a aquel estúpido Ángel y que tomara la decisión de no ir a Los Siervos que así fuera pues.
Lo encontró apoyado contra la balaustrada de mármol blanca, estaba rojo de ira y murmuraba cosas que Samuel no podía ni entender, se acercó riéndose de su amigo y se apoyó junto a él. Jared le miro indignado.
-Yo no le veo la gracia – le escupió
Sam le miro sorprendido y dejo escapara una risa risueña, se dio la vuelta y tiro la cabeza hacia atrás mirando el cielo, era un día un poco frio, pero después de semanas nevando, parecía que el banco de nubes grises se esteva desvaneciendo, el sol iluminaba vergonzosamente los jardines, y todo en la Elite parecía brillar con delicadeza y suma belleza.
-Yo si – le respondió. - Hacia siglos que no te veía así
Sam vio que su amigo se removió inquieto y se frotaba las manos.
-No quiere escuchar – se quejó a media voz – está convencida de que no necesita ayuda...
-¿Y qué pasa si no la necesita? - advirtió el.
Jared le echo una mirada furtiva y Sam volvió a reír.
-Oye, solo digo que quizás la chica sea mucho más lista de lo que creemos nada más...
-Me da igual lo que se crea, Sam, sigue estando amenazada y no...
-¿Y no qué? – le interrumpió con un deje de advertencia en la voz.
Jared suspiro, Sam tenía razón, quizás se estaba involucrando demasiado en el asunto de Naee , ¿pero qué otra cosa podía hacer? La necesidad de ayudarla, de protegerla, todo aquello lo había sentido desde el mismo momento en que la había visto allí tendida en el suelo.
Durante semanas se había pasado los días preguntándose si aquella chiquilla de aspecto dulce y delicado existía y una noche apareció, como un simple rayo de sol escondido entre las nubes más grandes y esponjosas.
-Ten cuidado Jared – le aviso su amigo – Sabes que no puede ser posible.
-Vamos – se rio Jared – mírala, es una cría crees que...
Jared se detuvo al ver la expresión austera de Sam.
-Solo digo que puede pasar...
-No la soporto – sentencio Jared – Créeme, ni en mis mas profundos sueños me enamoraría de ella.
Un deje de dolor le atravesó el pecho a Jared. ¿Aquellas palabras eran ciertas? Se preguntó a si mismo ensimismado, quizás poniéndole mucho empeño no llegaría a fijarse en sus manos, ni en sus ojos, ni en la forma que tenia de rascarse el cuello cuando se ponía levemente nerviosa, ni en sus labios resquebrajados por las heridas del pasado, quizás con suerte conseguiría pasar por alto la melodía dulce de su voz.
-¿As conseguido hablar con Ezequiel? - Sam saco de sus ensueños a Jared.
Este que hasta ahora había estado furioso, sitio como todo el enfado se iba volando con la brisa del ocaso.
-No – maldijo – E pedido audiencia, pero la Orden ha dicho que está muy ocupado...
-No lo entiendo – se quejó Samuel casi enfadado – ¿es casi tu padre y no puedes contactar con el directamente?
Jared recordó la fina línea entre el trabajo y lo sentimental.
-Si fuera directamente sin pedir una audiencia, la Orden podría sospechar que llevamos algo entre manos Sam – le explico.
-Y qué más da... Se supone que él es tu apoyo moral desde pequeño ¿y ahora resulta que tienes que pedir audiencias? Necios - dijo.
Jared no respondió al instante, se quedó vagamente pensando en todo lo que Ezequiel representaba para él.
-Las cosas cambian a medida que uno crece – sentencio.
Sam no dijo nada, su amigo fiel, tenía razón, era evidente que Jared estaba tan perplejo como el mismo ante las normas y las precauciones de la Orden ante Ezequiel.
Sin embargo no podía parar de pensar que su mejor amigo no se merecía aquello. Ambos cogieron aire a la vez y lo dejaron ir.
-Creo que desvariamos prepararnos – murmuro Jared
-Nos vemos a media noche en el portal del bosque – dijo Samuel.
Jared asintió y ambos se desvanecieron por el largo pasillo hacia las habitaciones.
Dejo descansar la mano en la pica porte cuando escucho las voces.
-¿Donde esta Jared? - era una voz tintine ante, cargada de melancolía y sueño
Jared escucho una puesta y lo que parecía ser un suspiro.
-Creo que se ha enfadado y ha salido a tomar el aire - explicaba ella – No tardara en venir.
-Llevo horas buscándole – se quejó la otra voz – ¿Y quién eres tu si se puede saber?
Sin pensárselo dos veces empujo el picaporte de la puerta blanca y entro en la habitación, Jared se quedó unos segundos mirando la escena, Naee estaba de cuclillas frente al crio de cinco años, se sorprendió al ver que la chica llevaba puesta una camisa negra de él y sintió los nervios revolviendo le el estómago.
-Alexander - riño Jared en un tono de broma – ¿Cuantas veces tengo que decirte que no se trata así a las señoritas? pídele disculpas ahora mismo.
Jared cerrando la puerta y con los brazos en jara y el ceño fruncido miro de reojo a Naee , esta le sonrió y envió un Lo siento con los labios. El ángel asintió sin necesidad de más palabras.
-Lo siento – canturreo Alex
Y salió despavorido hacia los brazos del otro ángel, que lo cogió y lo zarandeo mientras la habitación se llenaba de sonrisas del crio.
-¿Qué haces aquí? - quiso saber Jared.
-No puedo dormir – inquirió.
Jared se sentó en la cama con Alexander, depositan dolo en su regazo y le hizo un ademan a Naee para que se sentara con ellos.
-¿Qué ocurre? - Dijo Jared.
El niño se encogió de hombros y se llevó el oso de peluche a la cara.
-Tengo miedo – susurro – de *Nes ¿y si viene a buscarme?
Jared ronroneo con la garganta.
-Ya veo – dijo – Pero dudo que Nes venga a por ti Alex.
-¿Cómo lo sabes? – Casi grito – ¿y si quiere a Freni? - pregunto alzando el oso de peluche.
Naee miro de reojo a Jared, allí sentado con Alex entre sus brazos, parecía un hermano mayor, las expresiones de arrogancia se le habían desvanecido del rostro y las facciones de enfado e irritación parecían una fina capa de engaño para alejar a la gente de él. Alex acerco su pequeña mano al rostro de él y le acaricio la mejilla.
-¿Tu nos cuidas a mí y a Freni?
Jared asintió sin más.
-SI me prometes que te portaras bien – le advirtió – esta mañana tu madre me ha dicho que no te encontraba por ninguna parte. Si vuelves a hacer eso dejare que Nes venga a por ti y a por Freni ¿está claro?
El niño le miro lloroso y dio un corto asentimiento de cabeza.
-Alexander – fue Naee quien hablo sin poder evitarlo – ¿Conocer la canción del océano?
Jared no dijo nada, dejo que ella se interfiriera en el momento que estaban teniendo con Alex. El niño negó con el mentón.
-¿Quieres escucharla? - le invito Naee .
-Si – grito exaltado – Si, Si y Freni también.
-Está bien – le tranquilizo Jared – vamos a meternos en la cama ¿vale?
Los tres tiraron las sabanas hacia atrás y se metieron dentro de la enorme cama banca, Naee se sintió arropada no por las enormes colchas y cojines sino por el olor a Jared, a limpio, arropada por una sensación de tranquilidad, por un momento se olvidó de todo lo que estaba pasando allí a fuera, de todo lo malo que rodeaba su vida, por un momento solo estaban Jared y Alexander.
Alex se acurruco en medio de ambos, Jared le acariciaba el pelo con cuidado y Naee cerró los ojos, recordando una melodía suave y lenta, una canción del pasado, una canción de cuna.
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Ciudad de Ángeles. INCONDICIONAL
FantasyNo podía dejar de negar con el mentón. Jared le miraba con los ojos esmeraldas más apagados que jamás había visto nunca, temblaba y de sus labios empezó a emanar sangre, rojiza carmesí que mancho los dedos de ella. El mundo desapareció, desap...