No estoy loca

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Hola-me dijo el señor con bata que estaba sentado en un gran sillón rojo.

Hola-le dije mirando mis zapatillas y jugando con la liga que tenía en los dedos.

¿Sabes por qué te mandaron acá?-preguntó escribiendo todos mis comportamientos en un cuaderno negro o bueno eso creía.

Creo que sí-dudé.

Ves cosas donde no hay querida-me tomó de la mano.

No es cierto, todo lo que veo es real-le escupí en la cara y zafé mi mano de la suya, trató de tranquilizarse limpiando sus lentes.

El único loco es usted-me empecé a reír ya que su rostro me parecía muy gracioso enfurecido.

Está loca usted-presionó fuerte su lapicero contra su cuaderno hasta dejar marca en todas las hojas.

Las personas que supuestamente ve no existen-me dijo en tono burlón.

Personas, seres de otras dimensiones, animales que no existen en este planeta y muchos más- empecé a enumerarlas con mis dedos.

Todas las cosas que veo existen-le sonreí.

¿Compruébelo?-alzó la ceja dudando de mis palabras.

Segú usted yo soy la loca y usted el que tiene que entrar en mi mente a ver en que está fallando-me paré del sillón donde estaba sentada y empecé a caminar por la habitación observando los adornos.

Así que usted compruébelo-lo miré directamente a los ojos.

Usted solo es una jovencita que quiere llamar la atención-dijo en tono burlón.

¿Sus padres? Ah espere no tiene –el sarcasmo destilaba de su tono.

Vuelve a mencionar a mis padres y se va arrepentir-me dirigí hacia él y saqué la navaja de mi bota poniéndola en el borde de su mejilla.

Es...espe-tartamudeó

Shhh-puse la navaja entre sus labios.

¿Ahora sigo siendo la loca de siempre?-le pregunté con tono de niña.

Respóndeme-grité y le acerqué la navaja haciéndole un pequeño corte en la mejilla, empezó a sangrar y ensuciar la camisa blanca que tenía puesta.

Cálmese por favor-empezó a temblar y a sudar.

Estoy tranquila-le mostré una sonrisa macabra.

Pero usted no está-empecé a reírme y empezaron de nuevo las voces que me aturdían.

Mátalo- repetían una y otra vez.

No eso no, callense –gritaba acercando la navaja a su cuello.

Si no lo matas, te van a decir loca... ¿eso quieres?-me hacía recordar a todas las personas que me decían loca o que tenía problemas, eso no era cierto no estaba loca. Esas voces eras reales, no solo estaban en mi cabeza, estaban conmigo cuando nadie más estaba, eran almas negras que me ayudaban a ser como soy.

Lo siento-enseguida clavé la navaja en la yugular, sus ojos se llevaron de lágrimas.

Ahora vámonos –apareció un alma negra y me tomó del hombro para salir de esa escena.

Hiciste lo que tenías que hacer-me abrazó y volví a las calles.

Recuerdos que uno nunca olvidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora