La certeza

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La comisaría estaba extrañamente en calma en ese comienzo de noche. Los oficiales se disponían a volver a casa para pasar algunos días en familia o bien se disponían a afrontar la noche que comenzaba en las calles de Nueva York. La nieve había vuelto a caer sobre la ciudad y el frío no se disipaba. Los investigadores iban a calentarse con un café a la sala de descanso donde una televisión les informaba de la última actualidad.

«Emma Swan se habría levantado para afirmar que ella era la autora del asesinato...

-¡Esta historia es una locura! Nelson MacGuson que la recibió hace unos días en plató me ha confesado que está sorprendido...

-¡Sí, se comprende y esperamos el desenlace de este caso con gran impaciencia!

-Y más ahora que el jurado ha sido despedido porque se ha descubierto que algunos de ellos habrían leído la prensa e incluso participado en el debate en Internet sobre Noviolencenocry...

-¡Sí, se habla de un complot para sacar a Regina Queen de la prisión!

En la sala de interrogatorio, Emma estaba quieta, esperando pacientemente que fueran a interrogarla. Estaba preparada esta vez, no tenía ninguna conmoción, Regina no le quitaría su sitio.

Ella ya no podía soportar todo eso...

No podía soportar dejar a Regina sufriendo, todo porque su abogado le había dicho que ella sufriría mucho más si decía la verdad.

No había soportado ver a Nathan, Amber y Joy subir al estrado para testificar.

No había soportado los lloros de Henry mientras dormía, ni las miradas inquisitivas de Daniel, ni los ojos lacrimosos de la señorita Blanchard...

Ya no quería nada de todo eso.

Mientras esperaba a los investigadores, se puso a pensar en la última vez que estuvo en esa misma sala.

Tenía los ojos en el vacío, parpadeando cada cierto tiempo, pero no se tomaba la molestia de mirar quién entraba y quién salía de la sala. El espejo desteñido delante de ella le enviaba una imagen poco halagüeña. Los cabellos sucios por la lluvia, las ropas cubiertas de lodo, el antebrazo arañado, el chichón que tenía en la cabeza había adquirido un color amarillento, su mandíbula manchada de sangre seca había aprisionado algunos cabellos y sus ojeras le daban apariencia de enferma. Le dolía terriblemente la cabeza, pero esperaba que la soltaran en una celda. De momento, todos los que habían ido a verla se habían mostrado muy atentos con ella. Pero notaba que algo no encajaba. La puerta se abrió de nuevo y George entró en la sala. Ella se levantó finalmente para alejarse de él, pero no tenía salida.

-¿Entonces Emmy? ¿Nos hemos metido en un buen lío?

-¿Qué coño haces tú aquí?- preguntó ella pegada contra la pared

Él no respondió, solo le sonrió de forma enigmática.

-Te dije, al dejar la casa, que tendrías problemas...resultado, tu chica de seguro está de camino a una prisión donde se lanzaran sobre ella a la mínima

-¡Cierra la boca!- dijo ella, temblando de rabia

-¡Estoy aquí por ti, Emmy, tienes que decir la verdad!

-¿La verdad sobre qué? ¡Regina me ha dicho que me calle y ten por seguro que no te voy a escuchar a ti!

El gran hombre se encogió de hombros y avanzó algo más hacia ella, se pegó contra su cuerpo y se inclinó resoplando ruidosamente.

El caso del pequeño cisneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora