Agua para Café y Chocolate

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La tenue intensidad con la que el sol se hacía sentir le indicó a Itzel, acomodando su ligero chal por el fresco viento que regulaba la temperatura ambiental, que pronto serían las diez de la mañana en un soleado día de otoño. Muy seguramente los clientes pronto comenzarán a emerger de sus casas, vecinas a ellos, y pasear haciendo crujir las hojas bajo sus suelas. Quizás algunos pasarían cerca; logrando que el olor del café y chocolate los adentrará al pequeño establecimiento cerca del parque dentro del sector suburbano.

Tomando su falda en una mano para evitar pisarla y apoyándose en el cartel de pizarrón para descender la chica castaña comenzó a escribir, haciendo uso de sus clases de caligrafía de antaño, la promoción del día. Después mandaría a su hermano a hacer los dibujos acompañantes. De algo tenían que servir las clases de dibujo que el gemelo menor tanto exigió de pequeño. Y si no le diría a su cuñada que lo mandará, Coco sabía cómo hacer que Pedro hiciera sus labores sin rechistar.

¡Bendita sea entre todas las santas!

Quién diría que los 3 terminarían poniendo sus ahorros en una pequeña cafetería en este sector... ¡y de por si les fuera tan bien! Sobre todo poco después de que su hermano y su novia por fin decidieron contraer nupcias. Bueno Pedro siempre había tenido alma de emprendedor, pero su esposa era quien le mantenía con los pies en la tierra en el sector de las ideas.

Además entre el café colombiano y el chocolate mexicano, muchos de los habitantes de la zona tendían a gravitar hacia el negocio y con ellos los tan amados dólares, riéndose para sí misma pronto podría ahorrar lo suficiente para comprarse ese juego de joyas que vio en el mall. Quizás fue una rafaga furtiva o un presentimiento que provocó, luego de abrir sus ojos para evitar al polvo entrar al cerrarlos, que mirara detrás de ella. Y sus ojos se abrieran de sobre manera, para voltearse, terminar de garabatear la promoción y levantarse como resorte para alertar a sus dos socios.

"¡¡PEDRO, ENCIENDE LOS HORNOS YA!! ¡¡CUÑIS, PREPARA LOS CAFÉS!! ¡¡EL GRINGO YA VIENE Y TRAE AL NOVIO!!", gritó Itzel a todo pulmón, agradeciendo que aún no hubiera nadie en la sala interna del local.

"¿El novio?... hmmm, ¿el ruso?", sin realmente poner atención al chillido de euforia de su hermana, el chico comenzó a tirar leña para alimentar la flama del horno, si el gringo venía de meloso con su pareja, eso significaba una posible cuenta larga y una gran suma de efectivo para ellos. No aminoró su esfuerzo en hacer que las flamas avivaran, y comenzar a ver los preparativos para tener listos los ingredientes de cualquiera de los antojitos que pudieran pedir.

Por el otro extremo, la cafetera era traída a la vida cuando su cuñada favorita ('su única cuñada' respondía entre risas la colombiana) comenzaba a hacerse cargo de preparar dos tazas de café para los clientes "consentidos" de la cafetería. Bueno ciertamente el gringo era una figura frecuente en su negocio. El rubio tenía la tendencia de pasar todas sus mañanas laborales por un café americano antes de encaminarse de nuevo a su trabajo o en raras ocasiones ordenaba un latte. Con una sonrisa pícara Coco recordó que cada que pedía un latte el ruso siempre esperaba con un emparedado en mano y el rubio tomaba un sorbo antes de salir para luego besar a su pareja, quien hacía una muesca porque el rubio gustaba hacer el café dulce para molestarlo tan temprano.

Itzel y ella no podían evitar exclamar un "¡B'AAAAW!", y Pedro, con los platos limpios en brazos, era quien les recordaba que tenían que volver a trabajar ("Menos novela, más trabajo señoritas") en esas mañanas apresuradas.

Itzel regresaba para atender los pedidos de comidas; con la ocasional ayuda de Pedro (quien se mantenía entre la caja registradora y tomar órdenes) y Coco estaba al mando del café. Pero siempre se turnaban si uno se encontraba muy ocupado.

Pero lo que ahora apremiaba era que el gringo y el ruso seguramente estaban regresando de una caminata matutina y debían tener hambre. El sonido del vapor finalizaba mientras Coco daba los toques finales en los cafés para los clientes, mientras miraba que su cuñada se encontraba ya sentado a los clientes en la mesa de siempre y platicaba amenamente con ambos sobre su semana. Itzel tenía una aura amigable pero una mente perspicaz para socializar con los clientes. Ambos gemelos aptos para los negocios, pero al menor había que traerlo a la tierra de vez en cuando.

Coco no carecía de eso, pero prefería mantenerse más tranquila con su propio café al margen. Ahora sin embargo, si quería ver esos billetes tenía que poner su mejor sonrisa y acercarse a la mesa con dos tazas humeantes mientras Itzel se disculpaba e ingresaba a la cocina.

"Buenos días caballeros, un café americano para Alfred", Coco asentía al enérgico 'Thanks!' de parte del norteamericano y colocaba una cajita de madera con tacitas de crema y sobres de azúcar morena, volteandose hacia la imponente figura del ruso, "Y un café con sorpresa para Iván". Dicho ruso sólo asistían y daba un gracias sútil tomando el asa de su taza de café irlandés para tomar un sorbo.

Catalina dio un salto cuando repentinamente una canasta de panes dulces era colocada en la mesa con su cuñada sonriendo y comentando de la nueva variedad de panes dulces, calientitos y recién salidos del horno justo a tiempo para ellos!

Ciertamente Pedro dio en el clavo levantándose temprano ese día para hornearlos al ver a ambos hombres debatirse internamente pero finalmente tomar algunos de los pequeños bocadillos; e Itzel jugaba con su pluma lista para tomar su orden. Dándole una seña con los ojos a Coco para que fuera a atender a los nuevos clientes que se encontraban curioseando la pizarra con la promoción del día.

Detrás del estante donde Pedro colocaba el resto de los panes dulces, el mexicano no pudo evitar una sonrisa. Tenía un buen negocio, quizás pequeño pero estable; tenía a su esposa, sentando a un nuevo grupo de clientes, y hermana mayor, recomendando platillos ligeros a la pareja, apoyando. Cada uno con su zona de confort y habilidades para esto.

En resumen, tenía una vida buena y tranquila.

Y pronto unos jugosos billetes verdes mientras miraba y no evitaba sonreír al mirar la orden de los novios. Uff, ¡esto iba para largo!

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