Caos

607 27 1
                                    

La ansiedad presionaba sus pulmones y garganta de una forma que nunca había conocido. No llegaba a comprender que estaba ocurriendo en su cabeza ni porque sentía esa sensación que le hacia dar vueltas a la mente, doler la garganta y escapar lágrimas solitarias sin parar.

Había discutido con Vicente, otra vez. Ni si quiera recordaba esta vez porque había sido. Últimamente se había convertido en una rutina, asquerosa, pero rutina. Le había vuelto a echar en cara que ya no respondía igual ante una discusión, que al principio no podía soportar la idea de estar mal y lejos de él y que era capaz de hacer cualquier cosa por arreglarlo, pero ahora...

Ahora estaba tan acostumbrada a sus palabras hirientes, sus enfados sin fundamentos y sus manías que solo hacia una simple cosa, esperar... que se le pasara, que se cansara y decidiera dar por zanjada la discusión o que abriese los ojos y se diese cuenta que no tenía razón. Esperar a que se calmase y todo volviese a empezar una vez más.

Me siento perdida, casi todas mis amistades me han fallado, no soy capaz de confiar nadie, mi situación con Vicente es lamentable, me siento una inútil por estar sin trabajo y así me encontraba. Sola en mi ventana, fumando, con la mirada perdida y las mejillas mojadas de las lágrimas que, inquietas, se empeñaban en salir. Ansiosa, por no saber donde estaba la salida, o si tan solo había cerca una puerta de emergencia de la que ser capaz de salir de mi rincón y salir a tomar aire.


-------------------------------------------------------------- O --------------------------------------------------------------


El verano había pasado y poco a poco el tiempo otoñal comenzaba a colarse debajo de cualquier camiseta de tirantes que lucía orgullosa un bronceado trabajado día a día de los meses pasados.

Había quedado con Marta esta tarde, no me apetecía especialmente pero sabía que la jodida ansiedad sería más fuerte en casa. 

Quedamos en una cafetería cercana y después de oírla parlotear durante un par de horas noté como su cara cambiaba y movía sus manos nerviosas. Estaba claro que tenía que algo que decirme y algo gordo.

- Oye Aiti, verás.. resulta de que el año que viene, bueno la cosa es que me han dado una beca, para estudiar Psicología.- Me dijo sin respirar y con la boca pequeña.

-!pero eso es genial Marta! es justo lo que querías y vas a poder consegu-

- En Barcelona- Me cortó. Mi mente se había congelado. Otra vez esa maldita opresión en mis pulmones y garganta. Su cara torció el gesto y supe que llevaba más tiempo de la cuenta callada así que con una sonrisa forzada le contesté- Pues no sabes cuantísimo me alegro, es tu sueño y tener la oportunidad de conseguirlo es increíble, además vas a conocer mucha gente y Barcelona es un lugar precioso.

Se me daba muy bien fingir, nadie excepto Vicente sabía de mi estado emocional, al fin y al cabo, ni me gustaba mostrar mis inseguridades ni hacer que nadie se preocupe.

- Lo se pero tengo tanto miedo Aiti, está lejos y va a ser abandonar mi vida actual para comenzar otra totalmente distinta, aunque venga de visita no es lo mismo...

- No tengas miedo, todo va a ir genial y por supuesto nos veremos cuando vengas y hablaremos constantemente por llamadas y whatsapp - Le dije convencida de que no sería así. Puede que al principio si, pero luego cuando estuviese acomodada en su nueva vida nuestra amistad quedaría en bonitos recuerdos de todos los momentos compartidos. 

- ¿Ya has dicho en tu trabajo que lo dejas? - Marta llevaba un par de años en una oficina pequeña como administrativa, estaba contenta en su entorno de trabajo pero su sueño siempre había sido otro muy distinto. 

- Pff que va - me contestó momentáneamente con cara de agobio - Cepeda me tiene solo a mí y se que si le digo ahora que me voy le va a dar un ataque - Cepeda era su nuevo jefe, tras jubilarse el señor Torres, la empresa decidió buscar un nuevo jefe encargado de la oficina y hacía solo unos meses que entró. Marta tenía casi más conocimientos que él sobre como funcionaba todo aquello y me había comentado varías veces que si no hubiese sido por ella no habría aguantado ni un mes.

- Tienes que decírselo con tiempo, tendrá que buscar a alguien para sustituirte y eso no es cuestión de dos días - Le dije tranquilamente

- Lo se, lo se, de esta semana no pasa, pero bueno, cambiando de tema ¿Qué tal con Vicente? - Me preguntó con una sonrisa sincera y evadiendo más el tema que la estaba agobiando.

- Pues bien - mentía- como siempre - ahí dije la verdad- no sé, tenemos nuestros ratos buenos y otros no tan buenos, supongo que como todas las parejas - respondí encogiéndome de hombros y esquivando su mirada hacia mi café.

- ¿Tú estás bien? ¿No crees que estáis discutiendo todo el rato? No se Aiti, es tu relación y tu vida, y por supuesto no soy quién para opinar, pero creo que cuando quieres a alguien, no se, todo debería ser fácil, no digo que las discusiones no tengan que estar, pero si de 7 días 4 estáis mal ¿qué sentido tiene?- Me comentó con tacto, como si le diese miedo entrar en un terreno que pudiese hacerme salir corriendo. Sabía que había usado las palabras más suaves que había encontrado para no sonar brusca, pero su mensaje quería ser otro muy distinto.

- Ya bueno, el tiempo dirá.


Pasados los días, en uno de mis paseos observando la puesta de sol, sola con mis pensamientos, recibí una llamada de Marta.

- Hola Aitana, verás quería preguntarte que haces mañana - Notaba que tras el auricular estaba sonriendo

- Pues nada en especial, supongo que quedaré con Vicente si no tiene planes.

- Genial, pues busca tu currículum y ponte guapa, Cepeda me ha preguntado por ti y por si estarías interesada en trabajar aquí

Todo fluyeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora