Azul

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- ¡Lore! - Gritó una señora Lucinda al borde de la escalera con un cesto de ropa en la mano -

- ¡Lorena!, ¡ayúdame con la ropa y deja ese teléfono!

- ¡YA VOY! - se pone a renegar - deja el teléfono, deja el teléfono, como si estuviera con el todo el día. - llega con su abuela y agarra el cesto - ¿Te ayudo a bajar?

- No estoy tan vieja, aún puedo bajar escaleras.

- ¡Ancianaaaa! - se pone a correr -

- ¡VEN AQUÍ!, ¡QUE TENGA 89 NO QUIERE DECIR QUE NO PUEDA CORRER! - se pone a perseguir a su nieta y la alcanza, le quita el cesto de ropa y la empuja al mueble para hacerle cosquillas - ¿Quién es la anciana, eh?

- ¡Lo siento! - entre risas, llanto y dolor implora perdón - ¡no eres una anciana, lo siento, lo siento!

- Muy bien - le deja de hacer cosquillas y la ayuda a levantarse - no puedo creer que teniendo 21 años encima, aún me hagas correr y mimarte.

- Me amas, yo lo sé, muy en el fondo, pero me amas.

- Te amo mucho, mi niña.

Se abrazaron y ambas se dejaron caer en el mueble, cansadas de su pequeña pelea.

- ¿Y si dejamos la ropa para otro día?

- ¿Quién eres y qué le hiciste a mi abuela?

- Me la comí.

-¡No! - finge llorar - ¡Escúpela, te lo suplico!

- Ríe - Vamos afuera, está anocheciendo, hay una bonita vista para que puedas tomar tus fotos.

- Está bien, vamos.

Lorena agarró dos sillas y una manta, las llevó afuera y se sentó junto a su abuela.

- No te vayas nunca, ¿sí?

- Algún día me tendré que ir y lo sabes... Pero cuando ese día llegue, quiero que me prometas algo...

- ... ¿Qué cosa?

- Seguirás saliendo todas las tardes a ver el cielo y seguirás tomando esas maravillosas fotos que tanto me gustan, ¿lo prometes?

- Lo prometo.

- Buena niña.

- ... ¿Cuánto tiempo?

- No mucho, pero hay que disfrutarlo mientras se pueda.

- Eres lo único que me queda.

- Ella no quiso irse y lo sabes... Pero tampoco es tu culpa... Las cosas pasan por algo, siempre te lo he dicho.

- ¿Cómo era ella?

- Se parecía a ti... Le encantaba la fotografía, era la persona más positiva que había conocido jamás, y eso que era mi propia hija.

- A veces me siento culpable, ¿sabes?... Tal vez merecías vivir tu vejez sin estar al cuidado de una niña... Ella merecía vivir también.

- No te eches la culpa, el perder a mi hija fue duro, sí, pero el quedarme contigo fue lo mejor que pudo pasarme luego de eso, lo compensas.

- ¿Nunca me odiaste?, ¿ni un poco?

- No te odio y nunca te odié, y nunca te odiaré, eres el mejor recuerdo que tu madre pudo dejarme.

- No sé que haría sin ti - apoya su cabeza en el hombro de su abuela -

Ya sabrás, siempre sabes qué hacer, te eduqué bien.

- Cuánto ego.

- Lo aprendí de ti, tú me educaste mal.

Esa tarde, sin saberlo, sería la última tarde que Lorena pasaría junto a su abuela. A la mañana siguiente fue a levantarla como todas las mañanas para ir a su terapia, ella sufría problemas del corazón, el doctor le dijo que no le quedaba mucho tiempo de vida así que decidieron disfrutar cada segundo que le quedaba de ella... Esa mañana ella no fue a terapia. La única amiga sincera que Lorena había tenido nunca había visto llorar a su amiga así, como si le estuvieran atravesando mil dagas, como si le estuvieran marcando la espalda con brasas ardiendo, como si la estuvieran arrastrando al peor de los infiernos. Y todas esas cosas no eran comparadas con todo el dolor que ella estaba sintiendo.
Esa misma tarde Lucinda fue enterrada, esa tarde no hubo sol, no hubieron fotografías, no hubieron dulces para saborear mejor el cielo naranja que se veía. Por lo menos no para Lorena.
Luego de despedirse de su abuela y darle el último adiós, regresó a su casa, les agradeció a todos los presentes por asistir y les dijo que necesitaba estar sola.
Abrió la puerta y un olor a lavanda invadió sus fosas nasales... Ah, el perfume de su abuela. Sacó dos sillas y una manta, puso la manta en una de las sillas y se sentó en la otra.

Bonita tarde, ¿verdad anciana?... Si tan solo hubiera sabido que ayer era nuestra última tarde, te hubiera pedido perdón por todos los reniegos que te saqué, por todas las veces que en lugar de quedarme contigo y ayudarte a cocinar me fui con mis amigos, por todas las veces que te traté mal. Sé que ahora no tiene caso pedir perdón ya... Pero, no sabes la falta que me hacen tus cosquillas, tus mimos... Tu keke de piña, ese keke de piña que nunca nadie podrá igualar.
Me harás mucha falta Luci... Me harás mucha falta, mamá.

Esa tarde el cielo estaba más naranja que nunca, como si hubiera sido pintado por las manos de los mejores artistas de todos los tiempos, pero en el corazón de Lorena solo había una gran y potente tormenta, que solo su abuela sabría cómo calmar.
Ese día por primera vez Lorena se quedó ahí hasta que anocheció y se preguntó: ¿por qué el cielo era azul?, ¿por qué tenía que recordarle a los ojos de su abuela?, lleno de brillo, en donde una vez vio todas las estrellas reflejadas, como uno de los paisajes más bellos que ella recordaría por siempre.
Lorena entró a su casa, dejó las sillas en su lugar y la manta en el mismo lugar de siempre.
Entró a la habitación de su abuela y se echó en su cama, recordando todas esas pesadillas que tuvo y todas esas caricias que su abuela le dio para que no tuviera miedo y se durmiera. Después de un rato, se levantó y vio encima de la mesita de noche una carta, la tomó, y la abrió.

"Lorena, si es que estás leyendo esto, es porque pues... Decidí visitar a tu madre. Será una visita indefinida, te voy a extrañar mucho mi niñita, y sé que tú me vas a extrañar más. Confío en que pondrás en práctica todo lo que te he enseñado, serás una chica buena, responsable, humilde, sincera y justa. Te amo mucho, espero que vayas a visitar mi cuerpo seguido, porque mi alma, siempre, siempre, estará contigo. Espero que no traigas a ningún zarrapastroso a la casa, y si lo haces, usen protección, eres muy joven aún. Si te enamoras, enamórate hasta que en tus huesos no quepa una partícula más de amor, pero piensa, enamórate pensando, no te vuelvas una de esas chicas, las nietas de mis amigas que siempre critiqué por salir embarazadas a temprana edad, si te dice que le des la prueba del amor, arriba de mi ropero tengo gas pimienta, úsalo sabiamente.
Tu anciana favorita se despide, estaré esperándote con los brazos abiertos, pero de aquí a 876 años más, aún no te quiero por estos lares. Si San Pedro decide traerte en estos tiempos, se las tendrá que ver con el gas pimienta.
Atentamente: Tu Luci.
Psdt: ¿Te acuerdas de que una vez me preguntaste por qué el cielo era azul?,
bueno, la respuesta es porque tu madre, y ahora yo, te estamos vigilando, cuidando de ti siempre, en todo momento, de toda persona que quiera hacerte daño. Porque te amamos y te amaremos siempre.

Esa noche, Lorena durmió en paz, durmió sabiendo el por qué el cielo era azul, durmió sabiendo que nunca estaría sola, durmió sabiendo que "su anciana" favorita, nunca se iría de su lado y siempre estaría ahí, viéndola desde alguna estrella, o en todos los atardeceres.

¿Por qué el cielo es azul? {One Shot}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora