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El invierno eterno había comenzado hace más de cien años atrás, cuando la bruja Jadis logró por fin hacerse con el trono Narniano, luego de pasar años dormida bajo un hechizo que la mantuvo congelada y de varios fracasos en el camino para lograr su cometido.
Con su llegada al poder, muchas de las criaturas que habitaban el reino se mostraron inconformes debido a las condiciones en las que se vieron obligados a vivir, por lo que muchos de ellos decidieron levantarse en su contra y esperar el regreso de Aslan, quienes confiaban en que este regresaría para salvarlos y a partir de ahí surgieron muchas profecías, en las cuales se hacía mención de la llegada de cincos reyes y reinas, todos menos una, hijos de Adán y Eva, mientras que la otra reina, sería producto de un poder más grande. Todos ellos le pondrían fin a la despiadada bruja para gobernar como se debía a Narnia.

Pero mientras el día de la venida de los reyes y reinas de Narnia se esperaba, Jadis hacia todo lo posible para mantener al margen a cada habitante, eso significaba que si alguien se oponía a su reinado, sería señalado de traidor, lo que le llevaría a una muerte inmediata, de la cual la hija de la bruja estaba encargada, o al ser congelado vivo por la misma reina Jadis.

—Debido a tus altos crímenes y a la traición a tu gran señora, la reina Jadis de Narnia y emperatriz de las islas solitarias, yo te condeno a muerte - habló con severidad una joven de cabellos blancos como la nieve que cubría todo Narnia, quien sostenía un pergamino en ambas manos.

La criatura a la que se dirigió, que era una especie de centauro, le observaba con rabia desde el suelo, estaba rodeado por una pequeña manada de lobos y la joven de blanca cabellera.

La chica guardó el pergamino y dio un paso hacia la criatura.
—Hoy seré generosa, puesto a que haz acabado por traicionar a mi madre después de tantos años de "lealtad", creo que es justo permitirte el poder decir unas últimas palabras - a sus espaldas, la chica formó una espada de hielo, la cual dirigió sin dudar hasta el cuello del traidor —Así que ¿cuáles serán dichas palabras? - una sonrisa se formó en sus labios.

—¡Larga vida a Aslan, maldita bruja! - escupió el centauro, provocando a la joven  actuar y darle su merecido castigo, atravesando su pecho con la cuchilla de su  espada helada.
El cuerpo de este se desplomó sin vida sobre la nieve que se vió manchada pronto con su sangre.

La espada desapareció entre sus dedos y con satisfacción limpió sus manos con una parte de su capa de piel de oso polar
—Bueno, ahí va el último idiota del día de hoy ¿no es así Maugrim?

El lobo más grande de la manada se acercó a ella, era de un color gris oscuro, casi negro y de pelaje grueso —Así es, mi señora - este hizo una reverencia.

—Entonces me iré, madre ha solicitado mi presencia esta tarde, así que dejo a su cargo todo esto - señaló el área en el que había asesinado al centauro hace algunos segundos, el lobo asintió.

Esta subió a su caballo y cabalgó por el bosque hasta detenerse un poco antes de llegar a una zona que siempre le había dado curiosidad, la cual ella siempre sentía que ésta le llamaba.
Bajó del caballo y se acercó con cautela al lugar, pero pronto se detuvo escondiéndose detrás de algunos árboles y arbustos para evitar el ser vista.

Ahí, junto al faro de luz, se encontraba un fauno y una criatura rara y pequeña hablaban, la peliblanca trató de enfocar bien para saber de quien se trataba y se llevó una gran sorpresa cuando vio que la extraña criatura era nada más ni nada menos que un humano, una hija de Adán para ser más precisa.

Only You                                    ||Peter Pevensie|| (EN EDICIÓN) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora