Tiempo, herida y lluvia

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Aioria 7 años

Shaka 20 años

01 - Tiempo

Sintió la perturbación en el sueño del niño que dormía acurrucado en la otra punta del sillón incluso antes de que sonara el teléfono: los ojos que se movían veloces por detrás de los párpados, algunos tics involuntarios en la cara y espasmos que sacudían sus miembros de manera desordenada, a pesar de que segundos atrás gozaba de un sueño tranquilo y profundo.

Le acarició los cabellos para que se calmara y volvió a fijar la vista en el libro que tenía entre las piernas y estaba estudiando, no sin antes darle una rápida ojeada al reloj de pared.

Era extraño. Hoy estaba tardando más de lo habitual. Siempre venía a tiempo a buscar al pequeño, no se retrasaba, y si lo hacía, siempre avisaba.

El teléfono sonó respondiendo a su mudo interrogante y corrió a atenderlo antes de que el pequeño despertara del todo por el insistente sonido del aparato.

-¿Hola? Sí, ¿quién...?

No pudo terminar la pregunta: un llanto desconsolado escapó de la garganta del pequeño, al tiempo que se incorporaba y las lágrimas descendían profusas de sus ojos, silenciando con su llanto la voz del oficial de policía que le daba los detalles del accidente de tránsito que acababa de sufrir Aioros.

Muerto, le dijo.

Y sin embargo, en ese momento, un único pensamiento se materializó en su cabeza.

-Aioria...

Shaka dejó escurrir de entre sus labios el nombre del pequeño que había presentido la muerte de su hermano y ahora lloraba al otro lado del sillón. 

*****

02 - Herida

¿Cómo se le explica a un niño que la única persona que conoció como su familia acababa de morir? Aunque en realidad siempre estuvo rodeado del amor de más personas también.


-Aioria... - lo llamó Shaka suavemente, estirando los brazos, haciéndole señas para que se acercase.

¿Cómo se le explica a un niño el concepto de muerte? Cuando en realidad solo el cuerpo muere y el alma se eleva y trasciende.

-Aioria... - repitió mientras el pequeño se trepaba a su regazo y se abrazaba a su cuello con sus brazos flacuchos y él lo abrazaba a su vez.

¿Cómo se lo explica un muchacho de veinte a un pequeño de siete? Si son los dos todavía unos niños.

-Aioria... - volvió a pronunciar su nombre con dulzura acariciándole el cabello.

Tomó una profunda bocanada de aire y se hizo para atrás para poder verlo mejor. Le limpió una lágrima solitaria que caía por su mejilla y le despeinó el flequillo en un gesto infantil tratando de calmarlo a pesar de las sacudidas de sus hombros.

El niño se pasó una manito por debajo de la nariz y se sorbió los mocos antes de mirarlo de frente.

-Tu hermano... - empezó a decir Shaka lentamente.

-Lo sé... - contestó Aioria hipando, limpiándose sus ojitos color cielo que parecían encapotarse por culpa de las lágrimas que se agolpaban en ellos – No va a venir a buscarme...

¿Cómo hacer para que la herida en su corazón no fuera más grande? Imposible.

-No...

*****

03 - Lluvia

Aioria volvió a abrazarse con fuerza al cuello de Shaka, escondiendo su cabecita entre la tormenta de fuego naranja que era su cabello y que le acariciaba las mejillas y le brindaba calor al igual que los brazos que rodeaban su cuerpecito y lograban calmar el vendaval de emociones que se arremolinaban en su interior.

Aioria se dejó acunar suavemente entre sus brazos mientras lo arrullaba.

Aioria ya no lloraba.

Pero las lágrimas que no derramaba a través de sus ojitos celestes, Shaka las podía escuchar repiqueteando en su interior: plic, hacían las lágrimas pequeñas, aquellas que hablaban de recuerdos bonitos; plac, hacían las lágrimas grandes, que traían consigo los momentos tristes; las que hacían plof eran lágrimas de alegría porque la f siempre suena chistosa al final... y el resto...

El resto sonaba al amargo silencio que deja tras de sí un huracán devastador que se lleva todas las emociones y sacude los cimientos de la propia existencia.

Aioria ya no lloraba.

Pero su llanto mudo y sus ojitos cerrados de dolor, eran más elocuentes que cualquier otro sonido y le estrujaba el corazón a Shaka que siendo tan pequeño tuviera que conocer el sufrimiento que conlleva la pérdida de un ser querido.

Aioria ya no lloraba.

Pero Shaka podía escuchar las lágrimas que no derramaba cayendo como una fina lluvia en el interior de su pecho.

Aioria ya no lloraba.

Y se acomodó mejor entre sus brazos y le pidió que le cantara una vieja canción de cuna.  

Love don't come easyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora