Quizás, mentira, independencia

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Aioria 21 años

Shaka 34 años

22 - Quizás

Quizás no era la manera más adecuada para hacerlo, pero él nunca había tenido las mejores maneras del mundo, cortesía de su impulsividad y juventud, aunque con los años había aprendido a manejarla (medianamente) y, seamos sinceros, siempre que comenzaba algo, nunca lo hacía con el pie derecho y lo iba arreglando sobre la marcha. Así que no tenía sentido ponerse a planificar demasiado, ya vería cómo se lo diría a Shaka.


La idea lo había asaltado hacía unos días, volviendo a casa del trabajo, uno de esos días en los que la ausencia de Shaka a su lado se hacía particularmente pesada. Le había dado vueltas y vueltas al asunto pensando en que quizás Shaka... pero al final, como siempre, optó por seguir sus impulsos y hacer lo primero que le había venido a la mente. Y claro, aprovechar el momento en que Shaka aún no había llegado a casa, se convertía en la mejor oportunidad para llevar a cabo la idea que venía rondando su mente desde el momento mismo de concebirla.

Encontró un par de bolsos algo viejos en la buhardilla y los llevó a su habitación junto con la valija con rueditas que Saga le había prestado para las vacaciones del año pasado y que todavía no le había devuelto. Cerró a sus espaldas la puerta de su habitación y puso la música a todo volumen.

Abrió las puertas dobles del placard y comenzó a vaciar el contenido: jeans, camperas, remeras, camisas, buzos, pulóver, chalecos... bueno, no, los chalecos definitivamente podrían irse, zapatillas, zapatos y hasta el traje que usó una sola vez en la vida, para la graduación de la secundaria.

Observó las montañas de ropa desperdigadas por el piso y sobre la cama. Recordó que se olvidó de las medias y la ropa interior y también vació el contenido de esos cajones. Mierda, quizás no entrase todo en los bolsos que tenía.

Se dejó caer sobre el colchón en un ángulo desocupado, cerró los ojos, apoyó las manos sobre su estómago y, tamborileando, comenzó a tararear la canción que sonaba de fondo mientras jugaba con su lengua con el piercing que se había hecho en el labio inferior.

Inhaló y exhaló con fuerza antes de abrir los ojos y enderezarse en la cama. Se palmeó las rodillas y tomó impulso para comenzar la tarea.

¿Debería hacer algún proceso de selección? Digamos que esa camisa hawaiana que estaba tan de moda hacía unos años, ahora no se la pondría ni loco...

Lo que sí se llevaría sin ninguna dudas, a pesar de que nunca más volvería a usarla, era su vieja mochila del león: Shaka estaría más que contento de saber que aún la conservaba.  

*****

23 - Mentira

La música se escuchaba desde el pasillo fuera del departamento y Shaka puso los ojos en blanco: esperaba que los vecinos no vinieran a quejarse...

Abrió la puerta, la cerró con el pie y caminó hasta dejar los rollos de papel con proyectos del trabajo sobre la mesa de la cocina y después volvió hacia la puerta para colgar su morral en el perchero. Se quitó los zapatos, movió los dedos y rotó los tobillos apoyándose en la madera, mientras se masajeaba el puente de la nariz y respiraba profundo tratando de bajar la tensión que había acumulado durante el día de trabajo.

Estaba agotado, había sido un día largo, bastante intenso y ahora tenía que saber qué es lo que Aioria se traía entre manos.

De todas formas calentó agua y se hizo un té antes de decidir enfrentarse al cachorro. Estaba seguro que no lo había escuchado entrar.

Con el té humeante a medio tomar entre las manos, se acercó a la puerta de la habitación del muchacho y golpeó con los nudillos un par de veces con la vaga esperanza de que capaz Aioria lo oiría a pesar de la música, pero desistió al segundo intento y giró el picaporte entrando en la habitación solo para encontrarlo entre varias montañas de ropa que iba guardando en unos bolsos cercanos a la puerta.

-Aioria... - dijo Shaka acercándose con pasos silenciosos, dejando la puerta abierta tras de sí, hasta el equipo de música para bajar el volumen, apoyando la taza en el mueble.

-Shaka – contestó Aioria quedándose arrodillado entre sus cosas.

-¿Se puede saber qué es esto? – le preguntó pasándose una mano por el cabello, despejándose la frente.

-Me voy de acá... - respondió cerrando de golpe el cierre de uno de los bolsos. Se puso de pie, lo tomó por las correas y llevando el bolso consigo, pasó por el costado de Shaka y lo dejó fuera de su habitación.

Shaka lo siguió con la mirada: los ojos celestes de Aioria estaban serenos como un cielo despejado, no evitó el contacto con los suyos, incluso esbozó una pequeña sonrisa cuando pasó a su lado, los músculos no estaban crispados, la respiración era normal, no parecía que hubiera una tormenta en su interior...

Y sin embargo ahí estaba la ropa de Aioria en los bolsos... Afuera de su habitación.

De su habitación...

No de la de Aioria.

Chasqueó la lengua y cerrando los ojos, sonrió. Sacudió la cabeza con divertida resignación y tomó la taza por el borde antes de llevarla a sus labios.

Mentira, pensó, saboreando el té.

-Mentira – le dijo muy suavecito dándole otro sorbo a la bebida cuando Aioria volvió a pasar a su lado. 

*****

 24 - Independencia

-No estoy mintiendo – respondió Aioria muy serio volviendo a entrar al cuarto.

-En cierta forma, sí, Aioria... - le dijo dejando la taza vacía sobre el mueble y caminando unos pasos hacia atrás dejando descansar la espalda alta contra el marco de la puerta.

-En cierta forma, digo la verdad... - rebatió con el razonamiento a la inversa, mirándolo de frente, totalmente convencido de la elección que había hecho, el cabello corto sobre la frente, la sonrisa de medio lado y ese maldito piercing que se había hecho...

En cierta forma, también tenía razón... El cachorro se había vuelto encantadoramente perturbador... Y se le hacía tan difícil resistirse...

-¿Acaso no te gusta tu habitación?

-Acazo no te guta tu habitazión – repitió haciéndole burla – Es la habitación en la que viví por trece años... Creo que necesito un cambio...

-¿Y te parece está la forma de obtenerlo? – le dijo cruzando los brazos sobre su pecho, usando ese tono tan suyo que siempre le hacía pensar que lo seguía tratando como un niño.

-Si te hubiera esperado y hubiera buscado de hablarlo, estaríamos teniendo esta conversación en la mesa de la cocina y estarías exponiendo un millón de razones por las que no lo debería hacer y quizás... - le decía mientras seguía metiendo ropa en los bolsos, elevando un poco el tono de voz cada vez que dejaba una prenda, para al final terminar arrojando las cosas en el interior, evidentemente enojado.

-Y quizás las exponga en este momento...

-No, ya no – le dijo señalándolo acosadoramente - porque si las hubieras querido exponer me hubieras obligado a escucharte con ese tono tuyo que no admite réplica...

Shaka cruzó sus brazos sobre su pecho y suspiró.

-¿Por qué, Aioria?

¿Por qué? Pestañeó un par de veces y se aseguró de haber escuchado bien antes de levantar la vista para mirarlo de frente, apretando una remera entre las manos. Por qué le preguntaba...

¿Qué mierda esperaba que le dijera?

Que estaba cansado de ocultar lo que sentía aunque no podía ser más evidente, que hubiera preferido ser un muchacho totalmente independiente y no tener que sentir lo que crecía en su pecho, que no podía soportar más el absurdo juego...

Apuntó a la cara y le arrojó la prenda que sostenía entre las manos.

¿Qué mierda esperaba que le dijera?

Que sabía que a él le pasaba lo mismo, que lo notaba en su mirada, en sus silencios, en su sutil compañía, en el roce de sus manos cuando le acomodaba el flequillo, en las noches compartidas en vela porque tenía que estudiar, en sus pequeños celos...

¿Quién más hace eso, Shaka?

-¿Por qué, Aioria? – repitió, acercándosele.

-Porque... - respondió acortando la distancia.

Love don't come easyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora