Blanco, insulto y control

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Aioria 18 años

Shaka 31 años

19 - Blanco

Aioria había conseguido trabajo. Por lo menos durante los meses de verano, pero si la cosa funcionaba, quizás por más tiempo, le había dicho Saga, que era el dueño de la cafetería.

Shaka no había puesto mayores objeciones al respecto, y es que consideraba que ya iba siendo hora que el cachorro explorara también el mundo laboral y, de paso, el dinero que ahorrara le daría una, si bien momentánea, independencia económica que no estaba mal tener. Claro que había hablado con Saga y se habían puesto de acuerdo en los horarios que cumpliría Aioria, porque, aunque fuera su último año en la secundaria, no era cuestión de descuidarlo.

Aioria, por su parte, se había comprometido a mantener sus calificaciones y a ser responsable con el trabajo, llegando a horario y cumpliendo con sus tareas.

Uno de los puntos a favor, aparte de que el dueño era Saga, era que conocía el lugar, solía frecuentarlo con Shaka o con sus compañeros después del colegio, porque la cafetería no estaba tan lejos de la escuela y era bastante popular entre los chicos de su edad durante la tarde.

A pesar de tener un trabajo de medio tiempo y estudiar, Aioria estaba contento, después de todo era un muchacho sociable y se entretenía charlando con los clientes cuando el tiempo se lo permitía. Una de las cosas que más le gustaba era cuando tenía que recomendar algún postre de la carta: ¡los había probado todos! Es que los dulces eran su debilidad.

Pero, sin embargo, de unos días a esta parte, Aioria sentía cierta tensión con una de las chicas que trabajaba con él. Y no es que él fuera completamente consciente de ello, pero Milo, que así se llamaba la mujer en cuestión, había decidido convertirlo en blanco de sus atenciones: no solo parecía no quitarle los ojos de encima, sino que cuando había mucha gente y por la falta de espacio que a veces se creaba entre las mesas, no esperaba a que él se corriera para pasar, sino que le refregaba el cuerpo contra el suyo o inventaba alguna escusa para poder tocarlo.

Inevitablemente Aioria pasaba por todos los matices de rojo y toda la situación embarazosa no hacía otra cosa que divertir a Milo.

Aioria miró el reloj. Debía comentárselo a Shaka... Aunque intuía que Shaka ya se imaginaba algo: siempre había sido demasiado perceptivo en lo que respectaba a sus estados de ánimo y nada parecía escapársele.

Se sentía incómodo con la situación. Quizás era mejor decírselo directamente a Saga y así evitar inconvenientes en el trabajo.  

*****

20 - Insulto

La campanita encima de la puerta tintineó cuando un nuevo cliente entró al local. Aioria se encontraba del otro lado del mostrador acomodando una porción de torta en un plato, así que dejó que Milo se encargase de quien recién había entrado.

-Buenas tardes – dijo alegre la voz de Milo por encima del suave sonido de la música ambiente.

-Buenas tardes – le respondieron y Aioria no tuvo necesidad ni de levantar la mirada para saber que esa voz pertenecía a Shaka.

Alzó la vista del plato que estaba preparando para mirar en su dirección: Shaka había elegido una mesita a un costado de la ventana desde donde podía disfrutar de la vista del sol que estaba bajando.

Por unos segundos su vista se perdió en las perfectas facciones de Shaka: en la forma en que el reflejo del sol hacía brillar sus cabellos naranjas y la luz iluminaba sus ojos llenándolos de un verde que transmitía calidez; en las sombras que ocultaban los tonos violetas del contorno de sus ojos, pero que él sabía ahí se encontraban, que marcaban una línea perfecta que descendía por el costado de su mentón, cruzaba su cuello de lado y descendía recta hacia el escote en v de la remera, apenas cubierto por una de las ligeras pashminas que siempre llevaba al cuello.

Si no hubiera sido porque sintió que la pinza con la que sostenía la porción de torta comenzaba a resbalarse de sus manos, se hubiera quedado más tiempo contemplándolo.

Vio como Milo dejaba la carta a un costado de la mesa... pero también vio como la mano de Shaka se apoyaba sobre la de la mujer, impidiendo que se alejara. Vio como Shaka levantaba los ojos hacia ella y como ante la penetrante mirada, Milo parecía hacerse pequeñita frente a él.

Aioria conocía esa mirada: no había escapatoria para la intensidad de esos ojos cuando miraban de esa forma. No había forma de esconder el alma cuando Shaka miraba de esa forma, todo, absolutamente todo, parecía quedar expuesto al escrutinio de esos ojos verdes.

Un insulto o montar una escena hubiera sido muy impropio de Shaka, se dijo Aioria, negando levemente, con la cabeza gacha, sonriendo para sí. Sin embargo, tomar el toro por las astas, de manera sutil, eso sí, era un clásico.

Cuando Shaka soltó su mano, Milo se retiró balbuceando unas incoherentes disculpas.

Shaka tomó la carta y leyó el menú. La cerró unos segundos después. Buscó a Aioria con la mirada y le sonrió. El muchacho asintió con la cabeza.

Sabía que Shaka ordenaría lo de siempre. 

*****

 21 - Control

Terminó de atender a los clientes que lo esperaban y secándose las manos en el delantal que llevaba colgando del cuello se acercó a Shaka.

-¿Un Darjeeling con cardamomo*, cierto? – preguntó el muchacho tomando la carta de la mesa, completamente relajado por primera vez en la tarde.

-Con leche de soja, Aioria, por favor – contestó sonriéndole.

-¿Para acompañarlo?

-Voy a confiar en tu criterio... - le dijo ladeando la cabeza hacia un costado para observarlo mejor.

Aioria era joven, pero después de toda una vida con Shaka, había aprendido a leer entre las líneas de las sutilezas del lenguaje que manejaba, y entendía perfectamente que Shaka no solo se refería a que el postre lo podía elegir él, sino que también creía que no cometería la imprudencia de dejarse llevar por los avances de Milo.

Aioria inhaló profundo, sonrió y metió la carta debajo del brazo antes de comenzar a hablar. Algunas cosas simplemente no cambiaban.

-Entonces recomiendo una torta de naranja con pedacitos de fruta y crema...

-Me parece una excelente elección, Aioria... - contestó volteando la cara hacia la ventana, dejando que los últimos rayos de sol bañaran su rostro.

El muchacho dio media vuelta y entonces Shaka volvió la vista al interior de la cafetería. Hacia unos días ya que sentía que algo le pasaba a su cachorro y, como el único cambio en su vida había sido el nuevo trabajo, supuso sin temor a equivocarse, que algo ahí no iba como debía ir. Había dudado sobre si presentarse así de improvisto o hablar con Aioria al respecto... al final, optó por la primera opción: sabía de sobra que Aioria aparentaría tener todo bajo control y no le contaría nada hasta que sintiera que la bomba estaba a punto de explotar entre sus manos.

Algunos minutos más tarde, Aioria trajo el pedido.

-¿Cuánto te falta para salir? – preguntó Shaka cortando con el tenedor un pedacito de la torta.

-Una media hora más o menos - Aioria consultó el reloj sobre la puerta del negocio.

-Bien, te espero afuera... - dijo llevándose el pedacito de torta a la boca.

Shaka estaba apoyado contra la pared, a un costado de la ventana del negocio cuando Aioria salió, con la mochila colgada del hombro, porque ya había terminado su turno.

-Hola...

-Hola, cachorro... - contestó Shaka despegando la espalda de la pared. Se acercó hasta tomarlo de la nuca y juntó ambas frentes en un gesto que tomó al muchacho totalmente desprevenido – Aioria... Tenías razón en la elección...

Y le besó la coronilla antes de abrazarlo fuertemente contra su pecho.


*http://indiamagica.com/receta/cardamomo-chai-te-indio-con-leche/  


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Love don't come easyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora