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"Mil plumas al viento"

3/3: 8 días

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[Siempre estas a mi lado
c

omo una estrella que brilla sobre mi bote que flota en el mar oscuro
sin un mapa en dirección al mañana]

Aeropuerto Arturo Merino Benítez, Santiago de Chile.

Oikawa se dejó caer en uno de los tantos asientos de la sala de espera con pesadez. En su regazo, una mochila cargada con algunas prendas, una caja mediana, cargadores varios y snacks; a sus pies la única maleta que había llevado. De Tokio a  Atlanta y desde ahí a Santiago eran 28 horas de viaje, excesivas para cualquier ser humano pero comprensibles si se debía ir , literalmente al otro extremo del mundo. La capital del país era solo una parada de las tantas dentro del cuidadoso itinerario planificado por Shoyo con antelación ya que su destino final era una tierra aún más lejana a casi dos horas de vuelo y unas horas mas en autobús—porque haría el recorrido tradicional—cruzar el canal de Chacao y pisar la tierra prometida. Dejando caer su cabeza hacia atrás, bebiendo el fondo de la botella de agua mineral— tibia aesaa alturas— que tenía entre manos, se repitió que ese viaje valía la pena. Que hacer esa travesía por como un último deseo para quién era todo para él, valía la pena.

La dichosa luna de miel del matrimonio Oikawa-Hinata fue pospuesta innumerables veces por situaciones fuera de su alcance y que ninguno de los dos tenía el poder de manejar: trabajo, disposición, enfermedad, quedando como una tarea más en la larga Lista de quehaceres y que, en el presente, le pesaban con horror.
Shoyo deseo ir a Chile desde la vez que vieron un documental en el Natgeo sobre las costumbres de una isla mágica ubicada en el sur del país, en donde se conservaban casi intactas cultura, gastronomía y mitología. Prendado de la belleza de los paisajes mostrados en la pantalla, de la maravillosa naturaleza y la calidez de las personas, el pelirrojo con una sonrisa de niño ilusionado pidió a su esposo

" Cuando me recupere, iremos juntos y comeremos ese plato que hacen en el agujero en la tierra. Debe saber muy bien, todas las personas se ven felices"

Shoyo celebró entusiasta cuando el aceptó hacer en un futuro próximo, un viaje a un país tercermundista a comer un plato típico que preparaban en un agujero en la tierra. Decirlo de esa manera no sonaba para nada genial pero otra forma de describirlo. Sus preocupaciones ocupaban casi todo su ser, incluyendo la porción correspondiente de energía para pasarla bien un poco. El tiempo cruel pasó sin detenerse al igual que el cáncer empujando con brío a su acompañante hasta el punto de no retorno.

Al dejar Estados Unidos e instalarse en Japón, Shoyo se negó en un primer momento a vivir junto a su familia o la familia de Tooru quienes listos y dispuestos serían su apoyo. No quería que nadie más se preocupara por su salud, mucho menos sus padres que sufrían cada día por su deplorable estado, cargando un poco más el saco de culpa que le acompañaría a la tumba. A pesar de no poder hablar y estar desahuciado, no dejaba de ser terco como una mula. Quería estar únicamente con Tooru en un pequeño departamento que consiguieron en Sendai una distancia prudente de ambas familias por si llegará— en el peor de los casos— a ocurrir una emergencia grave, siendo lo único en lo que Shoyo estaba dispuesto a tranzar: ayuda. No para él. Si, para su esposo.

Los tres meses que los médicos habían calculado para la muerte del pequeño gigante se acercaban con cada día que pasaba en el calendario, quebrando el corazón de Oikawa con la contradictoria idea de aceptación bailando en su mente haciendo lo posible por crear gratos recuerdos que perduraran en su memoria.
En una cena familiar con el agobiante olor a muerte en aire, Shoyo a través de la pizarra y algunas señas, realizó una inusual petición, un último deseo antes de morir que causo la conmoción de todos en la mesa.

Mil plumas al viento [OiHina] (What if..)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora