-Capítulo uno.-

339 23 8
                                    

Capitulo uno.

Titulo: Una casa a orillas del mar.

14/08/18

Editado: °<°b


*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

En uno de los extremos del mundo, por aquel entonces, había un puerto. Era grande y hermoso. En él vivían con sus alegrías y sus penas muchos hombres, mujeres, niños, animales y pájaros. Unos eran mercaderes, otros eran navegantes, otros edificaban las casas, cuidaban del ganado, vestían como guerreros, eran esclavos, o conocían la libertad. De todo había en aquel tiempo, lo mismo que ahora. Y las casas de aquel puerto miraban todas hacia el mar, aun aquellas que habían sido construidas muy lejos, en lo montes.

Cuando las mujeres iban en busca de agua, con sus cántaro en la cabeza, solían detenerse a mirar el mar. Era un espetáculo que no cansaba a nadie. El mar estaba cantando su canción eterna, y los que sabían escucharla se sentían contentos. Además, siempre habían barcos que iban y venían. Los muchachos corrían a recibir las naves que llegaban; las mujeres despedían agitando las manos a aquellas que se marchaban lentamente, y luego se apresuraban hasta perderse de vista.

En el puerto, como siempre ha sucedido, vivían ricos y pobres. Los ricos poseían las mejores casas, los animales más bellos; los pobres tenían su trabajo y se alegraban o entristecían, de acuerdo con lo bueno o lo malo que les daba el destino.

Si se recorría el puerto, de pronto se llegaba a un rincón muy quieto, algo distante, en lo que sólo había una casa. Sus paredes tenían el color de la tierra. Sus ventanas eran alegres, porque miraban al mar. Su puerta estaba siempre cerrada. De vez en cuando, sobre su techo, se detenían algunas aves marinas, descansaban un rato y se marchaban sin prisa por el cielo.

Construida a la orilla del mar, desde la mañana hasta la noche era mecida por el rumor de las olas. Cuando había viento, se estremecía como un barco, y parecía tan sola, tan abondonada, que más de alguien hubiera jurado que deseaba volar para ir a reunirse con las otras, en la opuesta punta del puerto. Pero la verdad es que la casa se aferraba del suelo, y allí permanecía, golpeada por los vientos y por el bullicio de las agua que saltaban y volvían a saltar por encima de las rocas.

Todos conocían a su dueño. Y le respetaban con un vago temor. La gente del puerto contaba acerca de él muchas historias.

"Ese hombre sabe muchas cosas. ¿Cómo se puede aprender tanto antes de llegar a la vejez?"

Esa era una de las pricipales preguntas que se hacian los habitantes,  y quienes oían esta pregunta, no contestaban, limitándose a mover la cabeza con asombro. Así ha ocurrido siempre con la sabiduría: los que viven al borde de sus innumerables caminos, le temen como una bestia peligrosa, que está dormitando y puede hacer daño cuando despierta.

Es cierto que aquel hombre era joven y sabía muchas cosas. A veces, cuando lo encontraban por el puerto y le preguntaban algo no sabido por nadie, miraba con sus ojos profundos, callaba un corto instante,  y respondía con un detenido conocimiento.

-----------------------------------

¿Quién te ha enseñado lo que sabes?-le preguntó un día la mujer de un vendedor de copas esmaltadas y de amuletos- deja la sabiduría para la vejez, y entonces irán todos a consultarte. Cuando se es joven, como tú, la vida es hermosa siempre, aunque no se sepa nada.

El joven moreno la miró sonriendo y se alejó sin contestar.

Es orgulloso-contestó una viejita que se encontraba cerca.-

Un hombre que esta a lado de ellas se encogió de hombros y se echó a reír. Todos siguieron su ejemplo.

Es tan pobre como las ratas que se esconden para robarnos un pan-dijo la mujer del vendedor de copas.-

Pero es honrado y orgulloso-repitió dos o tres veces la viejita.-

San Juan, entretanto, ya iba lejos, caminando a su casa.

Cuando estuvo cerca , un gatito salió a recibirle. Agitó su rabo, soltó un maullido. El joven lo alzo entre sus manos y entró a su casa con el minino en brazos, lo dejo en el suelo. Caminó hacia la cosina, se sento en una silla y empezó a comer lo que contenia el plato frugal que le aguardaba en la mesa. Mientras comía, en un cuarto vecino se oyó cantar entre dientes a una mujer. Ella le preparaba la comida, aseaba la casa, le servía desde que era niño. No había en la casa otra compañía. La mujer ya era anciana y había aprendido a hacer alegre la pobreza. Nunca faltaba nada allí. Al mediodía y al anochecer había una cena, y cuando el frío arreciaba había fuego.

La vida de este joven era misteriosa para el pueblo. Había quedado huérfano a los veinte años. Y desde entonces vivía solo, con la anciana y su felino, en aquella casa que le pertenecia. Su abuela, en un tiempo fue rica. Al morir no le dejo gran cosa, porque la antigua riqueza se había perdido casi por completo...por culpa de su hermano mayor, Nando San Juan. Pero algo quedaba, sin duda, pues el joven no trabajaba como los demás, y todos decían que se pasaba los días y las noches aprendiendo cosas inútiles.

Tenía un nombre breve y sonoro: Leonardo. Este nombre casí no se encontraba ahora por ninguna parte. Y era esto lo único que se sabía de aquel moreno, al menos con verdadera exactitud. Todo lo demás no era sino simple conjetura de la gente, que en todo tiempo ha inventado historias acerca de su vecino.

Leonardo vivía contento porque no ambicionaba ni honores ni poderes. Le bastaba su vida sencilla, amaba sus secretos estudios; no envidiaba la felicidad ajena. Pero escrito estaba que había de perder la calma. Sucede así algunas veces. El destino es caprichoso, de vez en cuando, y hace cosas que no debió hacer nunca.

*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

-Empezó la transmición.-

Hola, lamentamos si aun hay fallas ortograficas but somos un tanto distraidas.

Nuestra Leyenda.°||Kuaban.||°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora