Todas las casas siguen iluminadas a esta hora... las 7:56 de la mañana del 1 de enero. Familias enteras reunidas para festejar el simple hecho de que han pasado 365 días. Como dijo Maurice Ravel "la tradición es la personalidad de los imbeciles"
Miro mis zapatos de pana que llevan ocupando estos pies durante 38 días, después de que me fuera de casa llorando por la muerte de mi madre. No sé qué haré a partir de este momento. No tengo familia. No tengo nadie que me pueda cuidar, y si regreso a casa me meterán en un orfanato.
La única salida que me queda es huir.
Después de 6 horas caminando por las afueras de Londres, llego a un pequeño pueblo llamado Bibury. Éste pueblo es famoso por el río que lo cruza, ya que hay un montón de turistas rondando por esta zona. Entro en un bar y pido un vaso de agua. Luego, me voy a las afueras en busca de cobijo. Encuentro una casa abandonada alejada de las demás, excepto por un pequeño establo. Me siento en una de las numerosas tablas de madera en el porche de la casa y espero a que se haga de noche.
•••
-Hola- dice una voz despertándome a tempranas horas de la madrugada.
Es una niña pequeña, de unos 5 años aproximadamente que está de pie al frente de la casa.
-Hola- Digo aturdido, no se que querrá esta niña ni si está sola.
-Maddie!- Grita otra voz.
Miro a la izquierda al momento en el que una chica se acerca corriendo y coge a su (he supuesto) hermana de la mano. La chica me mira extrañada.
-Perdón...- Dice con la voz muy floja, y se va con la niña pequeña de la mano.