❄️Capítulo 2❄️

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Octubre del año 2018

- ¡Concéntrate, Rose! - me gritaron.

Empuñé más fuerte el mango de la espada que se encontraba entre mis manos y volví a atacar a mi contrincante. La espada pasó rozando el cuello de Gabriel. Giré sobre mi mismo eje y volví a lanzar la espada contra su cuerpo, pero Gabriel fue más rápido y se acuclilló, pasando una de sus piernas por debajo de las mías para hacerme caer.

Cuando estuve en el piso, Gabriel calló sobre mí y colocó su espada sobre mi cuello.

- Recuerda, nunca te confíes o terminarás en el Limbo. Nunca pierdas de vista a contrincante y piensa en los posibles próximos movimientos para que tú estés preparada. No todo se trata de atacar con la espada; usa tu cuerpo como arma también.

- Lo sé, no sé qué es lo que me pasó hoy - admití.

- Estás distraída, pero eres buena, Rose. No por nada Dios te considera la mejor guerrera. Él confía en ti.

- Lo único que quiero es no defraudarlo, Gabriel.

- Nunca lo harás. Él tiene fe en ti y como guerreros que somos, debemos de dar lo mejor de nosotros - asentí con la cabeza.

Gabriel se alzó del suelo y me tendió una mano para ayudarme a levantar, yo se la tomé con gusto y le sonreí.

Ya habían pasado 26 años desde que llegué al cielo y prácticamente todo se concentraba en entrenar para dominar el uso de la espada por haber sido considerada una guerrera en mis primeros años aquí arriba.

Nunca, en mi vida humana, hubiera considerado dominar el arte de un arma, pero la verdad era que se me facilitaba demasiado; hasta pareciera que lo había practicado antes, motivo por el cual era considerada como una de las mejores.

Aún recordaba a mi familia y la manera en la que morí y siempre que podía iba a visitarlos. Claro está que nunca debía dejar que me vieran, pero eso no me impedía hacerme presente una que otra vez en algunos objetos o recuerdos; no quería que se olvidaran nunca de mí.

Tan sólo tenía 23 años cuando morí, pero no puedo estar más agradecida ahora que estoy bajo el cuidado de nuestro Señor.

Los últimos años me dediqué a mejorar mi técnica de lucha y a aprender a pelear cuerpo a cuerpo. Por lo que sabía había un grupo de demonios haciendo de las suyas en la Tierra y pronto sería la hora de intervenir.

La verdad era que me moría de miedo y de nervios el pensar que podría luchar cuerpo a cuerpo con unos de los seres más detestables, pero era mi trabajo.

Hasta este momento, Gabriel, Miguel y otros ángeles más experimentados que yo eran los encargados de bajar al mundo y poner orden, pero al parecer las cosas se estaban saliendo de control porque Gabriel era cada vez más y más estricto con lo que a mi entrenamiento se refiere.

- Arréglate un poco, pequeña, que tenemos que ir a hablar con Dios - me dijo Gabriel cuando me levanté del suelo.

- ¿Qué ha pasado?

- Los demonios se han salido de control y quiere que tú nos acompañes en la batalla.

- Pero...

- Nada de peros, es nuestro trabajo, Rose y sé que serás de las mejores guerreras que haya existido en el cielo. No por nada tienes a un entrenador como yo - me guiñó el ojo y yo reí.

Pasé mis manos por sobre mi cabellera rubia un par de veces para asegurarme que no hubiera un cabello fuera de lugar y mi ropa... bueno, mi ropa era un caos después del entrenamiento que tuve. El blanco se había convertido en gris después de la arrastrada, metafóricamente hablando, que me dio Gabriel. Mis alas seguían intactas y blancas, cosa por lo que me alegre porque el limpiarlas siempre era bien tardado.

Infierno de SedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora