Por la mañana, le dije a Alex que no iba a ir a comer, y si podía calentar la sopa él. Dije que comiera y que le diera a papá. Al final tuve que ir a recogerlo, estaba con unos amigos haciendo ángeles de nieve. Por lo menos iba abrigado.
En el 24 horas, había llegado el inventario nuevo, y encima habían muchos clientes. Me alegre mucho por Badri, pero había mucho trabajo. Badri atendía a los clientes mientras yo iba colocando el inventario.
—¡Hola Julia!
—Madre mía Ella, ¡cuánto hacia que no te veía!
—Lo mismo digo, años luz —bromeé.
Mi madre y ella tenían la misma edad. Vivíamos en frente de los Zwosten. Julia tenía un chico de la edad de Alex, y otro de dos años menos que yo. De pequeña jugábamos mucho con Brad y Burney, los Doble B, como les llamábamos Alex y yo.
—Bob y yo —comenzó. Ahí estaba la Triple B, el marido de Julia—, nos mudamos a California un poco después de que os marcharais. Estamos de visita por Navidad. —La mujer de cabello castaño me miró, como queriendo preguntar algo pero se mordió la lengua—. Un día podemos quedar para que veáis a Brad y a Burney.
—Claro, sería fantástico —respondí con una sonrisa. Ese era el tipo de comentarios que se dicen, sabiendo que nunca va a pasar.
—Vale, sé lo diré a mis chicos —miró su teléfono móvil—. Vaya, será mejor que pague esto, Bob tiene hambre. Dale recuerdos a tu padre.
—¡Claro, Julia! Encantada de volver a verte —la despedí, dándole un abrazo.
Seguí vaciando cajas, y la gente se fue antes de la hora de cerrar. Badri se acercó a mi por detrás con una gran sonrisa en la cara.
—Hoy hemos hecho muy buena caja, ¡me salvan las Navidades! —esbozó una sonrisa muy grande y me elevó por los aires.
Reí y le di la enhorabuena. Le di un fuerte abrazo. Olía a colonia barata, especias y sudor, familiar. Todo en él es para mi natural, protector y reconfortarte. Badri me recuerda siempre a casa porque, de alguna manera, él es mi casa.
—No me tienes que llevar a casa, voy a ir a comprar los regalos de Navidad.
Badri asintió y me dio otro pequeño abrazo. Salí de la tienda y caminé hasta una entrada de metro. Me senté en el asiento y sonreí por el recuerdo del emocionado Badri.
Tiempo atrás, Badri solo trabajaba por el día y a la hora de comer le cambiaba el turno a su hermano. Ahora se lo cambia a las dos de la mañana. Siempre ha sido muy trabajador, y mis padre siempre lo ponían de ejemplo. Trabajaba todos los días excepto en Navidad. Se quedaba a dormir con nosotros y nos preparaba dulces indios. Él es hinduista, así que solo descansa en Navidad por nosotros, desde siempre.
El metro me dejo a unas pocas calles de la tienda de Segunda Mano ''Jacqui''. Jacqui era la dependienta, una mujer de unos 45 años, no recuerdo si es de México o de Venezuela. Todos los años compro ahí los regalos de Navidad, y normalmente también cualquier cosa que necesitemos puntual. Ella engaña a la gente. No es ''segunda mano''. Por lo menos quinta. Ella lo compra en tiendas de ''segunda mano'', que la gente saben que son de tercera. Y de ahí se los vende o alquila a gente, un vestido para hacer un teatro, tocadiscos para hacerle fotos para Tumblr, incluso cuadros para que tu suegra los vea y piense que eres un joven amante de Tiziano (aunque el cuadro sea falso). Incluso me contó que alquiló una bañera a un chico que quería una noche romántica y él solo disponía de una ducha. La idea no es mala.
Gracias a los diferentes usuarios de sus productos, puedo asegurar que era la tienda de ''segunda mano'' más barata que hay en La Gran Manzana.
—Buenas Jacqui.
—Ella, mi amor —me dio dos besos—. Ya te echaba de menos. ¿Qué quieren tus niños esta Navidad?
—¿Tienes la Barbie Sirenita?
-Voy a ver, tengo unas cuantas muñecas de Barbie —dijo rebuscando entre las cajas—. Vaya, parece que no. —se detuvo y se quedó pensativa mirando a las cajas.
La miré preocupada, Dani se iba a poner muy triste.
—¡Tengo una idea! —exclamó alzando las manos. Revolvió las cajas y sacó una barbie normal y corriente—. ¿Y si le coso la cola? Tengo unas telas brillantes en azul turquesa y rosa, podría hacer una cola de sirena. —fue corriendo de un lado a otro mirando en cajas hasta que encontró una con telas. Cogió un rollo turquesa y otro rosa fosforescente.
—Vaya, ¿harías eso?
—Claro que sí, cariño. Lo tendré para mañana, te la puedo acercar yo a la perfumería, ¿qué te parece?
—Eres mi salvadora —la abracé—. Me falta algo para Alex, no tengo ni idea de lo que quiere, ¿qué les gusta a los niños de once años ahora?
—Los videojuegos —reconoció apenada—. Pero por suerte, ¡los juegos de mesa nunca pasan de moda! Y este de aquí es muy divertido, mi hijo me lo ha pedido, y conociendo a tu hermano estoy segura de que le va a encantar.
—''Gregendiall'' —leí— ''horas de diversión aseguradas, con las divertidas pruebas y las alocadas preguntas que Gregendiall te trae. Más de cien acertijos diferentes y una misión: salvar a toda la humanidad''.
Le di un beso en la mejilla a Jacquie, es fantástica. Siempre me guarda cosas que cree que me van a gustar, es una de las pocas personas que saben todo lo que pasó con mi madre.
Divisé un libro con la cubierta dorada, bastante antiguo, y las letras en negra cursiva ''200 Relatos fantásticos''. Parecía muy antiguo, las páginas amarillentas y el característico olor a usado. Mi género favorito siempre fue la fantasía, tenía estanterías repletas y siempre se los leía a Alex antes de dormir. La pena es que tuve que vender todos menos cinco o seis.
—También me lo llevo —dije señalando al libro.
Al final me llevé también un par de calcetines y guantes de lana para cada uno, una pulsera para Dani, una camiseta para Alex, y un gorro para mi padre, para que no se le congele más todavía el cerebro.
La compra no ascendió de los 15 dólares, por lo que decidí comer en el McDonald's. Solo vamos ahí para celebrar los cumpleaños. La comida se la pagaré a Badri, él la llevará a casa para Nochebuena y para Navidad. Hará pollo Tikka masala, o pollo tandoori. Sorpresa.
La Navidad siempre me trae recuerdos, algunos tan vagos como el de mi padre poniéndose su suéter marrón, que según él, le hacía parecer un moderno. Pero otros, tan fuertes, que hasta puedo oler el pavo de mamá, la lana de los gorritos, escuchar a mis padres y Badri discutir sobre quien cocinaba mejor: si Badri o mi madre (tengo que reconocer que Badri).
¿Y qué responderías si te preguntaran si eres feliz? Yo respondería que sí.
Estoy viva.
Estoy con las personas que más quiero: mis hermanos y Badri.
Soy querida.
Otra cosa es el grado de felicidad en el que me encuentre. Esos momentos con mi familia, eran los más felices de mi vida. Se podría decidir que no me faltaba de nada. Se puede decir que ahora me falta casi de todo. Por eso me aferro a los recuerdos, no para martirizarme con la idea de que jamás seré igual de feliz que en aquellos tiempos, sino para...para que mentir.
Me martirizo, y me hago daño. Hundo el puñal. Lo hundo hasta que desfallezco del dolor. Quiero volver atrás. Dormirme y que al despertar todo haya sido un sueño. Que todo está bien otra vez, se acabaron las lágrimas, las heridas que no se cierran. Volver a ser feliz, otra vez.

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Noche de luciérnagas
RomanceA veces las enfermedades no solo matan a los enfermos. La trágica muerte de Rachel Freed, convierte a su marido en un alcohólico, dejando a su hija de 14 años a cargos de sus dos hermanos pequeños. Ahora, a sus 19 años, Ella Karev va a recuperar el...