Todo comenzó cuando, tras semanas de sentirse acosada por su exnovio, Lara, una chica de estatura baja con una bonita figura, preciosa sonrisa blanca y ojos verdes, morena de pelo a media espalda, locutora de radio con una atrapante voz dulce, decidió que había llegado el día de cambiarse de piso para intentar conseguir que él la dejase en paz, estaba cansada de tener que esconderse de él para que la dejase un poco tranquila y de verlo ir a su piso para verla sin que ella pudiera evitarlo.
Tras buscar de forma desesperada una nueva casa a la que mudarse lo suficientemente cerca de la emisora de radio como para no tener que cambiar su moto por otro tipo de vehículo, encontró un pequeño apartamento en un edificio más cerca de lo que esperaba de su trabajo. Cuando se decidió y lo compró con los ahorros que tenía de toda su vida ya que el dueño de la casa no quería alquilarlo porque necesitaba el dinero, agradeció que no descontrolase su vida demasiado ni tener que cambiar de costumbres. Después de hacer la mudanza, solo con sus cosas personales ya que por suerte el apartamento estaba amueblado, y de tener que administrarse mejor de lo que había pensado que tendría que hacer al descubrir que el único dinero del que disponía hasta fin de mes era el que guardaba en su monedero, respiró mucho más tranquila.
Una vez lo tuvo todo colocado en su nuevo apartamento que consistía en un salón que comunicaba con la cocina, un único baño que estaba en la única habitación que había y una bonita terraza pequeña que daba vistas al parque que había enfrente. Se tiró en el sofá, que había llevado de su antigua vivienda sin importarle lo que dijese su compañera de piso al haberlo comprado ella poco más de un año atrás, con un suspiro cansado y encendió el televisor con una mueca, aún le quedaban unas horas para ir al trabajo y pensaba aprovecharlas para descansar.
Estaba prácticamente dormida abrazada a un cojín cuando escuchó su móvil empezar a sonar, con un quejido, se estiró para cogerlo de la mesita que tenía enfrente con algunos de los libros que aún no había colocado en ninguna parte porque le faltaba sitio para ellos.
—Espero que sea importante. — murmuró medio dormida.
—No seas capulla, Lara, habíamos quedado hace tres cuartos de hora para comer juntas. — se quejó una voz femenina al otro lado de la línea.
—¿Qué? — preguntó incorporándose, al ver la hora, se pasó una mano por el pelo hacia atrás con un gemido — Lo siento, Nat, se me ha olvidado por completo con la mudanza. — añadió haciendo una mueca de disculpa sin que pudiera verla.
—Tranquila, no pasa nada. — se rio al otro lado, haciéndola bufar — ¿Compro algo y me enseñas tu nuevo apartamento? — añadió divertida.
—Claro, te paso la dirección por mensaje, eres un sol. — se rio antes de que colgara.
Con una sonrisa y un suspiro, Lara se levantó del sofá para ir a la cocina y abrir la nevera para comprobar que estaba totalmente vacía. Hizo una mueca y regresó al salón para coger su bolso, junto con las llaves, y salió del apartamento para ir al pequeño supermercado que había visto al final de la calle para hacer una compra con lo que le diese el dinero.
Al llegar de nuevo al portal, hizo malabares para abrir la puerta sin soltar las bolsas, tenía frío y no había cogido la chaqueta al salir con prisas. Estaba murmurando cosas que solo ella entendía cuando, desde dentro, abrieron la puerta, dejando que viera a un hombre alto y musculoso con ropa deportiva que dejaba ver su cuerpo trabajado, moreno de ojos marrones e intensos que le dedicó una sonrisa al verla con las bolsas pesadas en las manos.
—¿Necesitas ayuda? — preguntó con aquella voz ronca y atrayente junto con el encanto de su acento canario.
—Te lo agradecería enormemente. — asintió con una sonrisa avergonzada.
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Tan solo en un instante.
RomanceUna mudanza, un encuentro un poco desafortunado, un beso robado.... Ella, Lara Hernández, una locutora de radio, bajita y, en ocasiones, con mal carácter. Él, Ángel Vera, un cirujano, que como su nombre indica, es como un ángel, aunque no siempre. E...