La noche en sí, fue bastante bien. Yo me había abierto con Robert y él, sorprendentemente, se había abierto conmigo. Me tenía tan confusa que no sabía si realmente me estaba diciendo la verdad, pero estaba tan sorprendida con sus palabras que, realmente, me tenía en su mano, apretándome tan fuerte que no sabía qué pensar. Aun así, me alegraba saber que Robert me agradeciera tantas veces el que yo fuera la mamá de Dylan, sabía que no había mejor madre que una propia, y yo quería a mi hijo con locura. Todos se paraban a mirarlo, una pareja de ancianos se acercó y he de decir que Dylan era como un mini Rob, mezclado conmigo, era una fusión perfecta que no quería reconocer, porque eso significaría el hecho de seguir babeando por un hombre que no era mi pareja, ni nada. Solamente el padre de mi hijo. Sí, solamente eso.
Al llegar a casa y mientras que Robert se daba una ducha, le di el pecho a Dylan y éste lo cogía cada vez con más fuerza, tanto que me dolía. Pero era una molestia que sabía que lograba que mi pequeño pudiese crecer sano y fuerte, algo que me encantaba. Tenía tantas ilusiones, tantas ganas de verle crecer, aprender, disfrutar de él. Aun así, estaba tan revoltoso que me agobié por un momento. Me tapé el pecho con el sujetador-almohadilla pre mama que usaba y me había empapado, Dylan lloraba. Por un momento me sentí ahogada, porque mi cuerpo gritaba una ducha y me sentía tan pringosa que no sabía como remediar su llanto. Fue llegar Robert, y un rayo de luz, una salvación, eso es lo que fue.
Una vez salida de la ducha, soy otra. Salgo con ropa interior hacia mi habitación, ya que el baño era interno y nadie me vería, y comienzo a buscar un pijama fresco, ya que hacía mucho calor durante la noche. Cuando escucho un ruido en la puerta, me giro y me tapo con la toalla que veo, porque Robert está ahí y me siento jodidamente nerviosa. Sí, él ya me había visto así la noche que concebimos a Dylan, pero no era lo mismo. Solo faltó que se acercase y que sus manos se posaran en mi cintura para que me temblaran las piernas como dos flanes y me hiciera sentir tantas jodidas cosas que, en mi mente, se borraba todo el rencor que sentía por su trato durante mi embarazo.
Cuando besa mis labios, mis dedos tiemblan y abro mi boca para acceder a su lengua y convertir nuestro beso en algo increíble. Miles de sensaciones pasaron por mi cuerpo, miles de besos intercambiamos entre los dos, caricias. Me posó en la cama y sentí desvanecerme cuando estaba casi como yo, desnudo, con una gran erección que llamaba todo mi interior. Sus besos bajan por mi mandíbula y cuando llega a mis pechos, entiende mi referencia. Todavía estoy amamantando, y no me resultaba algo agradable que él pudiese beber de ellos. Eran de Dylan. Pero a él no le importa, y me sonroja con lo que dice. ¿Está refiriéndose con que va a suceder más veces?
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Dejé de pensar para poder sentir, dejé de imaginar para poder ceñirme a la realidad, esto estaba pasando entre él y yo y realmente me sentía bien, me gustaba lo que estaba sucediendo. Estaba tan enamorada de Robert desde el primer momento que bailó conmigo aquella canción, desde que sentí que no me hacía sentir que estaba sola, desde que me dejó embarazada del regalo más grande que tengo y que tuve en mi vida. Estaba tan enamorada de Robert que no pensaba en las consecuencias, que no me importaba que la vida me diera esos golpes y por ello, seguí el juego, seguí besándolo y me hizo el amor como pensé y como deseé. Cuando estuvo dentro de mí, mis sentidos se despertaron, yo estaba mucho más sensible y él estaba cada vez más apetecible. Sus sentidos de padre y la paternidad le quedaban como anillo al dedo, me volvía loca.
