Lo que siento por ti.

Capítulo 2.

Otra noche más que pienso en ti, se va haciendo costumbre, o eso parece. Vuelvo a pensar en todo aquello que me hacía feliz estando contigo. Adoraba sentir el tacto de tu mano acariciando mi pelo lentamente, adoraba escuchar tu risa por la mañana, adoraba tenerte a mi lado. Creo que no fui consciente de que todo el amor que me dabas estaba siendo reemplazado por todo el dolor que me diste.

Te amé y te amo pero no sé si puedo seguir amándote. Es algo doloroso, muy doloroso. Sigo sin ver un rayo de luz ni esperanza en este oscuro vacío que dejaste en mí. ¿Tuviste que irte así, tuviste que ser así? Parece mentira que haya pasado tanto tiempo.

Necesito volver a reencontrarme contigo y decirte todo eso que no pude contar. Pero sé que si vuelvo a ver tus ojos oscuros como la noche caeré en un abismo del cual no podré salir. Aunque es algo ilógico, estoy ahí desde que marcharte. No veo el día en el cual pueda salir, volver a ver la claridad.
Déjame salir, déjame irme, deja de atormentarme.

Te me apareces de la nada en cada rincón de la casa, apareces en cada esquina que cruzo cuando voy a buscarte. Creo que voy a volverme loca. Te veo en todas partes, apareces en mis sueños pero te estás volviendo mi pesadilla.

Quiero que me dejes vivir. Pero no puedo. Es algo masoquista de mi parte, me dueles pero sigo buscándote. No sé con qué fundamento, pero aquí sigo. No puedo dejarte ir, no puedo sentir que ya no formas parte de mí.

Intento pensar que volverás, que entrarás por esa puerta como antes. Que me darás un beso y un abrazo cariñoso. Pero sé que lo único que va a atravesar esa puerta soy yo para salir a buscarte una vez más. Y volveré a cruzar el umbral sin haber obtenido respuesta o un hallazgo.
Parezco tonta saliendo a buscarte sabiendo que no encontraré nada.

Es de noche y solo se escucha el golpeteo de la lluvia en mi ventana. Estoy sentada mientras vuelvo a pensarte, no sales de mi mente. Y tampoco sé qué hacer para sacarte. Y tampoco sé si realmente quiero que salgas de ahí.

Sonreí cuando me miraste y me lancé a tus brazos sin pensármelo dos veces. Me atrapaste en ellos y me envolviste en una nube de amor y ternura. Me derretí cuando tus labios tocaron los míos y te estreché más fuerte contra mí.

- No quiero perderte. – susurré.

- No me vas a perder. - susurraste.

Qué irónica es la vida, qué irónico eras tú. Me tragué tus mentiras como si aire respirara. El amor te nubla la mente, te manipula y te ciega. Eres igual al amor, tan desastroso y manipulador.

Eres caos, eres el temblor. Eres la pesadilla y el ardor. Dueles, quemas, ardes, dañas. ¿Tanto cabe en una pequeña persona? Causas furor en mí cuando surcas en mi mente. Quiero romperlo todo. Quiero romper cada pedazo de afecto que tengo hacia a ti.

Ya no me quedan lágrimas que llorarte ni gritos que gritarte. Desgarré mi garganta buscándote, no me ha servido de nada seguir esperándote. Mi mundo está hecho pedazos, lo rompimos entre los dos. Pero tú terminaste por destruirlo.