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30 de septiembre del 2018

—¡Buenos días, señora Osterfiel! —saludo animadamente a la mujer que viene todas las mañanas a Love, coffe.

Siempre son los mismos clientes, los adultos que llegan a charlar y los jóvenes que pasan a perder el tiempo, nada más.

—Hola, mi querida Elise —responde—. ¿Me puedes traer...

No la dejo continuar ya que sé a la perfección lo que siempre pide.

—Un café americano, con dos terrones de azúcar, un baguette dulce y un pequeño té negro. —asiente, con una sonrisa encantadora.

Camino a paso lento hasta llegar a la isleta de cafés, Nat ya tiene preparado el pedido y me lo entrega gustoso.

—Ella es la primera clienta desde hace cinco años, le tengo que tener el pedido con anticipación. —me dice viendo a la señora Osterfiel.

—Eres el mejor. —digo y él asiente.

Una mujer de la tercera edad, con un carácter un tanto explosivo, que siempre recorre media ciudad, sólo para ser la primera cliente del día, esa es: La señora Patty Osterfiel.

Sonrío a los clientes que van entrando y les hago una pequeña seña para que esperen un poco.

Apresuro mi paso y llego a su mesa con su pedido en las manos.

—¿¡Cinco minutos antes¡?

—Tú mereces el mejor trato. —respondo.

Me alejo con una gran sonrisa y empiezo mi día.

Camino, corro y troto por toda la cafetería con los pedidos correspondientes en las manos.

Nunca faltan los comentarios de los jóvenes mediocres diciendo: «Muévete, negra». Los comentarios racistas dejaron de dolerme desde hace mucho, aunque en realidad mi tez no es tan oscura como decirme "negra" es mas bien un color moreno. Nat siempre me defiende.

—Que no te importe lo que digan. —dice Nat tocando mi hombro en señal de apoyo.

—Jamás me han importado, solo estoy descansando. Todos mis poros emanan el olor del café —sonríe.

—La señora Osterfiel, lleva cinco horas aquí, cuando sólo viene media hora. — informa—. No me molesta que esta aquí, no me malinterpretes. Me gusta que ella esté aquí, en realidad, sólo que es extraño...

—¿Puedes cubrirme? —pregunto.

—Si, puedo cubrirte por diez o quince minutos, esta es la hora más tranquila del día.

Asiento muy feliz y camino a la mesa de Patty.

—Hola, de nuevo, es extraño verla aquí a esta hora.

—¡Querida!, no quiero irme de aquí, este es un lugar muy acogedor y lleno de juventud y eso es algo de lo que me hace falta.

Sé que miente, es una excusa muy poco creíble, pero no quiero incomodar con mis preguntas.

—¡Aún eres joven!, incluso te miras más joven que yo. —bromeó.

—Mentirosa, no le puedes decir eso a una vieja de setenta años, Elise. —me reclama, pero con una sonrisa de por medio—. Algún día me lo creeré.

—Es la verdad, te miras como Meryl Streep, pero con la piel tostada. —no lo dudamos, nos reímos con fuerza, creo que ambas imaginamos lo mismo, una bochornosa imagen de Meryl con piel oscura.

One more chance Donde viven las historias. Descúbrelo ahora