o m n i s c i e n t e

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Nadé hasta la orilla
y no encontré mas que agua,
mas que restos mojados
de recuerdos quemados.

Un hedor nauseabundo colmó el paisaje,
llenando la arena de oscuridad
y de lamentos las caracolas.

Me recosté entre los cadáveres de la naturaleza,
a esperar que el cielo cayera;
las montañas desaparecieran;
dejaran de llover mis ojos
y mi alma,
oh mi alma,
se funda con el aire
y dé paso a la calma.

ErranteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora