Capitulo 2

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Apoyo la oreja encima de la puerta de entrada y compruebo que los jardineros se han alejado de la casa.

-¿Gin? -susurro de todos modos.

-¿Qué quieres, Alice? Y, ¿se puede saber por qué susurras?

-¿Conoces a los jardineros?

-¿Que si los conozco? -repite atónita. -Claro que no. ¿Qué narices estás insinuando?

-Sus... sus ojos... -no soy capaz de pronunciar una frase entera sin que me tiemble la voz. -sus ojos, Gin. No tienen pupilas.

Mi hermana me mira sin poder creérselo. Piensa que he perdido la chaveta.

-Repite eso -me pide indecisa.

-No. Tienen. Pupilas.

Gin, sin preámbulos, se dirige hacia mí y abre la puerta de entrada. Acto seguido sale corriendo tras los dos hombres y les grita algo que no alcanzo a oír. Los jardineros se dan media vuelta y, después de lo que parece una eternidad, veo cómo mi hermana balbucea una excusa y vuelve a mi lado.

Se para enfrente de mí y acerca su cara a pocos centímetros de la mía.

-No ha tenido gracia -suelta en un tono amenazador.

Después, sube a su cuarto y cierra de un portazo.

Mi madre aún no ha vuelto del súper, asi que estoy sola en el salón. Todavía no he procesado lo que han visto mis ojos; no me entra en la cabeza.

Lo que parecía un domingo como qualquier otro ha terminado siendo una pesadilla hecha realidad. Literalmente.

Me encuentro en medio del bosque, perdida. El viento susurra entre los árboles y los cuervos se dejan oír. Es una noche fría. Una densa niebla avanza entre las ojas, reduciendo mi campo de visión. Estoy sola. 'Sola'. Unas ramas crujen a tan solo unos pasos, y salgo pitando. Corro como nunca he corrido antes. Avanzo entre la maleza, las ramas arañándome la cara y las ortigas provocándome picores en las piernas.

Cuando al fin consigo llegar a los límites del bosque, me doblo por la mitad y apoyo mis manos en las rodillas, recuperando el aliento. Un callejón estrecho se extiende ante mí. Es una noche sin luna y estrellas, y la única iluminación proviene de una farola torcida en la acera. Mi corazón se paraliza por el miedo. Debajo de la farola una figura me observa. Es de estatura mediana, con la espalda muy curvada hacia delante. Viste de negro de arriba a abajo.

No quiero acercarme. De verdad que no. Pero no me queda otra; estoy perdida en Dios sabe dónde y no tengo ni la más remota idea de adónde dirigirme, asi que esta es mi única oportunidad. Doy un paso tras otro en su dirección, con sigilo, y a tres metros de la figura me detengo. "Perdone", susurro, "podría usted decirme..."

No llego a terminar la frase. La figura alza la cabeza y me mira a los ojos. Me mira con unos ojos completamente blancos, sin pupilas".

Llevo teniendo el mismo sueño día tras día estos últimos dos meses. Siempre el mismo. Nunca cambia. Nunca. Todas las veces me he despertado temblando y sudorosa, temiendo que esa sombra me encuentre. Y hoy... ha ocurrido. Me ha encontrado.

Mirada PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora