Capitulo 3

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Doy un salto de la cama y me pongo en pie. 'Locked out of heaven' suena demasiado alto para mi gusto. No sé por qué subí el volumen del despertador. Ah sí: porque no me despertaba.

Me he levantado demasiado rápido y empiezo a marearme, asi que después de apagar ese maldito trasto me tiro en la cama otra vez.

Hoy es lunes. Guay. Miro el reloj del móvil. Tengo diez minutos para vestirme y desayunar antes de que Jas me pase a recojer en su Vespa y me lleve al instituto a 130 por hora. En serio, esa chica no respeta los límites de velocidad.

Me pongo una camiseta de tirantes blanca y una falda a cuadros negra y roja. A continuación me lavo la cara, me peino mi melena pelirroja y bajo a la cocina a zamparme unas galletas con zumo. Saludo a Gin y mamá con un 'Buenos días' y preparo mi mochila para el instituto. La misma rutina de siempre.

Oigo un pitido desde la calle que me avisa de que Jas ha llegado. Bajo corriendo las escaleras y subo a la moto de mi mejor amiga. Instituto, allá vamos.

Llegamos con diez minutos de antelación, asi que cuando entro en el aula de mates no me sorprende ver que solo estamos seis personas y yo. Al dirigirme a mi pupitre tropiezo con algo y caigo de bruces al suelo al mismo tiempo que mi mochila se abre y todos mis libros caen al suelo con gran estrépito. Ese 'algo' resulta ser el pie de la chica más estúpida que he conocido nunca: Paris Heminger.

Las pocas personas que hay en el aula sueltan risillas por lo bajo, todas excepto una, un chico rubio con el que no he hablado nunca y del que tampoco he oído a hablar. Me mira a los ojos y yo le sostengo la mirada. Su expresión no me delata qué es lo que pasa por su cabeza, pero tiene los puños apretados y los nudillos blancos.

Aparto la vista y me agacho a recoger los libros.

-Idiota -le susurro a la rubia de bote.

Suena el timbre y una oleada de alumnos entra en clase justo cuando recojo el último cuaderno del suelo.

Las clases se me hacen lentas y pesadas, y parece que el día nunca va a acabar. Cuando suena el bendito timbre recojo mis cosas, me levanto y me dispongo a salir pitando cuando algo me detiene. O debería decir alguien. Mi profesora de geografía...

Me quedo de piedra. ¿Qué me está pasando? ¿Es real lo que tengo ante mis ojos?

Jas me deja en casa y yo me despido de ella distraídamente. Aun tengo esa imagen en mi cabeza.

-Tía, ¿Qué te pasa? Estás muy callada -me pregunta con cara de preocupación. -¿quieres ir a tomar algo más tarde?

Pienso que me irá bien pasar un rato con ella, asi que acepto. Aun no tengo muy claro si contarle lo que he visto. Pensará que estoy loca.

Subo a mi cuarto y abro la ventana. Hoy no ha parado de llover en toda la mañana. Me encanta la lluvia. Esa frescor, ese aire frío... Me despejan la cabeza.

Mi hermana está tumbada en el sofá viendo 'Los Simpson' cuando bajo a comer, y mi madre en la cocina preparando unos espaguetis a la carbonara. Corro hacia ella y le doy un fuerte abrazo por la espalda. Es mi comida favorita.

Paro la mesa y después nos sentamos las tres a comer.

-Alice, ¿puedes apagar la televisión, por favor?

Suelto un suspiro. A mi madre no le gusta que comamos mirando la tele porque dice que las comidas son un buen momento para que charlemos, ya que estamos todas juntas.

-¿Cómo te ha ido hoy en el instituto? -le pregunta mamá a Gin.

Ella se enfrasca en una larga explicación sobre medicamentos de la que no entiendo ni papa. Está estudiando para ser farmacéutica, y de momento no le va nada mal. Cuando termina, me mira y dice:

-¿Y tú no tienes nada interesante que contar?

-Lo de siempre -me encojo de hombros. No creo que les interese saber que he visto que mi profesora de geografía tenía las manos como las de un pez, los dedos unidos entre sí por una membrana viscosa y transparente.

Al recordarlo me hecho atrás en la silla y me disculpo diciendo que me duele el estómago. Subo a mi habitación, cierro la puerta y me tumbo en la cama.

Tengo los ojos cerrados. No sé dónde estoy. Un frío me cala los huesos y me percato del agua que me rodea de pies a cabeza. Mierda. Abro los ojos. Estoy en un lago oscuro. Unos cuantos peces verdes de diez centímetros pasan por mi lado. Me estremezco. Empiezo a patalear para llegar a la superfície antes de ahogarme pero algo me está agarrando la pierna. Bajo la vista y... ahí está. Un ser terrorífico me detiene. Tiene la piel escamosa de color rojizo y sus manos y pies son como las de un pez. Sus pupilas son completamente negras, sin color alguno. Tiene unas rastas marrones saliéndole del cráneo y bajándole por la espalda. No debe medir más de metro y medio y su expresión es de malicia pura. Abre la boca dejando al descubierto unos pequeños dientes muy afilados que forman una sonrisa cruel. Se me acaba el aire. Pataleo y empujo el agua con todas mis fuerzas, pero es imposible. Me veo arrastrada hacia la oscuridad.

Mirada PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora