Y una loca le inventó una vida.

Tenía un problema con las cosas nuevas, no me asustaban, al contrario: me atraían como un imán. Y esto sumado a que era muy impulsiva, a que hablaba sin pensar y actuaba sin medir consecuencias, me jugaba en contra todos los días.

— Una vez, cuando tenía seis años, estaba en el recreo de la escuela y me preguntaron qué prefería: si tener culo o tetas. ¿Sabés qué respondí, Juan? ¡Cerebro! Desde ese entonces sabía qué quería para mí. Y estaba segura que no quería ser como todas mis compañeras de escuela que se la pasaban arreglándose el pelo, las uñas y... teníamos seis años— le di un mordiscón a mi alfajor de chocolate y lo miré.

JI ese día permanecía tranquilo, hasta su rostro lucía más relajado como si supiera todo lo que estaba haciendo yo detrás del Hospital para poder sacarlo de ahí. El tema era que no quería contarle nada porque tenía miedo que se entusiasme demasiado.

— Según una tabla de dormir, supuestamente si yo me despierto a las seis de la mañana para venir al Hospital, tendría que dormirme a las seis y cuarenta y cinco de la tarde. Es decir, no tendría vida porque mi turno termina a eso de las nueve de la noche, entonces... es como que no me cierran las cuentas. Además, esa tabla pertenece a nenes chiquitos... ¿Sabés? Me gustaba atrapar mariposas al lado de las vías del tren. Me gustaba caminar sin peligros, me daba miedo que alguien me provoque miedo... ¿Alguna vez tuviste miedo? Ése es mi único miedo... miedo a que alguien me dé miedo. Miedo... miedo— repetí más de cinco veces—. ¿Quién habrá inventado esa palabra? Las personas no deberían tener ese sentimiento. ¡Cristo! Que rico es este alfajor. ¿Ya te dije que cuando despiertes te voy a dar uno, no? Lo juro.

Me puse de pie y tiré el papel en el tacho de basura. Luego, lo miré y caminé hacia él porque había llegado el momento de hablar muy seriamente.

— Tenemos que hablar. Sí, señor, ya estamos en esta etapa de la relación en la cual aparece el tenemos que hablar. Y es muy serio, porque... yo le prometí a Mauricio, mi jefe, el ex novio de mi mejor amiga, con el que me acosté... va, me acuesto... todo el tiempo. A veces no sé cómo controlarlo, es horrible querer algo todo el tiempo y poder hacerlo y que el otro quiera lo mismo que vos y saber que está muy mal... sé que no debería hablar con vos de sexo, pero... yo le prometí a Mauricio que si te despertaba iba a ser su pareja, su novia... por siempre. Por siempre es muchísimo tiempo, pero se lo prometí. Yo sola no puedo, apenas soy una residente y él es jefe de cirugías de trauma. ¿Ya te dije que tiene treinta y ocho años? Es muy joven para ser jefe de un Hospital tan importante como éste, pero lo es. El tema es que...— volví a sentarme a su lado—: no es un hombre violento, no... es solo que... en el sexo es tan malo. No malo de que hace todo mal, sino más bien, hace todo bien. Y eso es lo que me une, que sea él. ¿Y vos? ¿Cómo te gusta el sexo? ¿Alguna vez una mujer te preguntó esto? Cristo, soy la peor del mundo. ¿Verdad?

Entonces, tosió. Los parpados comenzaron a moverse y la nuez de su cuello vibró.

— ¿Esta es tu forma de reírte? Cristo, no... no vas a enamorar a ninguna chica así. Tendrían que cortarte un poco el pelo, afeitarte...— peiné su pelo hacia atrás y suspiré—. ¿Te conté alguna vez sobre Tandil? ¿No? Bueno, acá voy: después de terminar la escuela, con mi amiga Flor decidimos irnos de viaje como mochileras y tener nuestra propia aventura. La idea era hacer Tandil, Sierra de la Ventana, Las Grutas y algunos lugares más, pero solo llegamos a Tandil y nos enamoramos de su tranquilidad, del dique, de las montañas, de las personas... muchas veces dijimos que volveríamos ahí para trabajar. Imaginate que en las ventanas no hay rejas, los nenes andan solos por todos lados y la paz que vive ahí te invita a quedarte... te enamora a tal punto de no querer seguir. Y eso nos pasó a nosotras, nos quedamos en Tandil un mes y medio. Dirás que estoy loca, pero todos los días nos íbamos de excursión a un lugar diferente y... si en este momento me preguntás a dónde quiero ir o dónde me gustaría estar, te respondería: Tandil. Sí, creo que además de Villa Trafull, Tandil también sería un lugar hermoso para esconderte. Las personas ahí corren todo el tiempo sin querer escapar. Corren por todos lados, pero no quieren huir, al contrario... ¡Ay, JI! ¿Y vos? ¿Te fuiste de viaje solo alguna vez? ¿Qué hacías de tu vida? ¿De qué trabajabas? ¿Qué deporte te gustaba?

El poder de las vocesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora