Mi familia no está enferma.

Antes de entrar en la cabaña principal de mi mamá, tuve que respirar como siete veces. ¿Por qué? Bueno, no quería que mi vieja piense que Mauricio era mi novio o algo más que un amigo. Nunca le había llevado a nadie y él era el primero que me acompañaba a casa después de tanto tiempo... y me enojaba saber qué se le iba a cruzar por la cabeza y no poder meterme en su cerebro y quitarle la idea. ¿No podía? Cristo, me sentía tan mal.

— Nunca me dijiste que tu mamá tenía un Hotel— dijo, mientras salíamos de la camioneta.

— Nunca te digo nada, así que no sé por qué te asombrás.

¿Por qué a JI le había contado toda mi vida en cuatro semanas y a Mauricio no?

— Hey— tiró de mi mano e hizo que lo enfrente—. No estés enojada conmigo.

Tenía razón, lo estaba tratando muy mal y él solo quería hacer las cosas bien.

— Hacés que todo sea tan complicado, Mauro.

— Sé que muchas veces no soy bueno escuchando, pero acá estoy. Te seguí, te encontré y no quiero irme. No quiero que te vayas de mi lado hasta que de verdad te hayas ido.

Sonreí porque no había entendido muy bien qué quiso decir con eso.

— ¿De verdad vas a escucharme?

— Como un cura en una confesión— susurró y sonrió, hasta sus mejillas se pusieron un poco coloradas.

¿Qué tenía que hacer con él?

— Disculpame, estoy nerviosa porque voy a presentarte al Diablo y una vez que lo conozcas, ya no hay vuelta atrás.

— Pero yo sé hablar con él, todos los días lo hago. No voy a tener problema con eso— volvió a sonreír y lo imité.

— Para mí mamá no somos novios, solo amigos, compañeros de trabajo. Mi vieja no tiene que enterarse de nada.

Yo solo quería protegerme y protegerla, no quería que pensara que le había dado otra oportunidad a mi corazón para conocer a alguien después de lo que me había pasado cuando tenía quince años.

— ¿Omito la parte de que soy tu jefe?— preguntó, sonriendo.

— Ni siquiera mi jefe.

— Bien.

Volví a suspirar y me paré frente a las puertas de vidrio que se abrieron cuando el sensor reconoció que había una persona. Bueno, dos en realidad. Miré hacia todos lados y me reí a carcajadas cuando la vi. Ver a mi mamá me hacía la mujer más feliz del mundo.

— ¡Hija!— gritó, mientras corría hacia mí con los brazos abiertos y tan bien vestida que impresionaba.

Entonces, me arrodillé y abriendo mis brazos, esperé a que ella me alcance. Me hubiese gustado alzarla y darle vueltas en el aire, pero nunca le gustó. Y cuando llegó, mi cuerpo se reseteó y volví a sentir esa misma emoción como cuando salía de la escuela y solo deseaba pegarme a ella porque la había extrañado todo el día. Bueno, en ese entonces la extrañaba desde hacía cuatro meses.

Es que, no había tenido tiempo de ir a verla.

Separándose de mí, sostuvo mi rostro entre sus manitos chiquitas y besó la punta de mi nariz.

— Te extrañé tanto, mi amor. Tanto... me hiciste tanta falta, Bequita.

Sonreí.

— Y vos a mí, mami.

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⏰ Última actualización: May 26, 2022 ⏰

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