Capítulo 1

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Aitana

No puedo creer que esté ya en la recta final de mi último año de carrera, son cuatro años y se me han pasado volando.


Al principio tenía una mezcla de emoción y miedo, ya que me venía a una nueva ciudad, nuevo ambiente y nueva gente, pero por otro lado, estaba ilusionada de comenzar una nueva vida y en verano podría apuntarme al conservatorio, ya que quería terminar el grado superior de piano, y me habían hablado bien de un sitio aquí.


No conocía a nadie aquí, bueno, excepto a Alfred, que vino a esta universidad desde Barcelona también.


Antes de venir aquí no tenía mucha amistad con él, era amigo de unos amigos míos y poco más, y hoy en día se ha convertido en mi mejor amigo, junto con Ana, que la conocí al llegar a Madrid.

Alfred es un tío peculiar. No era como los demás, y eso era lo que le convertía en un amigo magnífico. Adora la música y como un gran hombre le dijo hace unos años en Barcelona:  En tiempos de reggaetón, tú tocas el trombón.  Tenía ese lema grabado a fuego, que le va como anillo al dedo, ya que el trombón lo toca genial y el reggaetón no es su género favorito precisamente.

Ana es esa amiga con la que podías contar siempre, una gran confidente, un hombro en el que apoyarte y una de mis compañeras de piso. Tenía un acento canario que me gustaba mucho, ya que nació allí, concretamente en Tenerife. Siempre le he dicho que en unos años la vería en un cabaret, ya que goza de una voz para cantar maravillosa y bailaba genial.


Salí de la última clase y me dirigí a coger el bus a casa como siempre. Noté una mano apoyada en mi espalda que hizo que me girase en ese momento.

- Ehh, tranquila que soy yo tía – dijo Ana tranquilizándome ya que me notó temblando.


Hace unos años, sufrí acoso sexual por el mismo pirado de siempre en mi barrio en Barcelona, al principio solo me gritaba las típicas chorradas mientras paseaba a mi perro, pero un día fue a más, me cogió de espaldas y empezó a manosearme en el mismo portal de mi casa, y gracias a dios que un vecino me escuchó gritar y pudo pararle los pies. Ese momento se me quedó grabado en la mente y me ha hecho ser más propensa a asustarme con la más mínima cosa. Llegué a odiar mi cuerpo porque sentía sus manos en mi cuerpo continuamente, y es algo que aún no lo tengo superado del todo. 

Nunca se lo conté a nadie, solo a mis padres, pero no quería que nadie más lo supiese.

- Perdón es que me has pillado despistada pensando en mis cosas

- ¿En qúe pensabas pillina? ¿Algún chico por ahí ehh?


Ese comentario me hizo reír, ya que estaba a dos velas desde que lo dejé con Vicente hace un año, la relación a distancia no funcionó. Pero no me dolió mucho, se podría decir que la llama de nuestra relación se había apagado mucho antes de dejarlo. Él no estaba de acuerdo con la ruptura, de hecho, aún sigue mandándome mensajes intentando que hablemos las cosas, pero no había más que hablar. Dice que lo nuestro seguía igual y que estábamos predestinados, cosa que yo no sentía así, porque nunca llegué sentir por él algo tan especial.

- Qué va, no tengo yo la cabeza como para estar ocupada pensando en tíos, y tampoco es que los tenga a pares haciendo fila en la puerta de casa sabes

Inefable;  AitedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora