❤️ Agosto 13 ❤️

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[ DÍA 2: Origami, De viaje, Afecto ]

Tres años, dos meses y diecisiete días

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Tres años, dos meses y diecisiete días.

Esa era la cantidad de tiempo exacto en la que había dado inicio aquella intensa como problemática y caótica relación entre ambos héroes que tenían el honor de ocupar el puesto número dos y tres en la larga tabla de popularidad que se extendía alrededor de todo el mundo.

Relación que había empezado formalmente en el comienzo de su penúltimo año dentro de Yuuei.

Y aunque en ese entonces seguían siendo sólo un par de adolescentes hormonales experimentando lo prohibido a vista de ambas familias involucradas, tanto Bakugō como Todoroki sabían que eso no era así.

Sabían que lo que estaban sintiendo el uno por el otro era la definición perfecta de la palabra amor. Lo sabían, y por eso empezaron ahorrar desde el día en que las cartas habían sido puestas sobre la mesa.

Porque ambos deseaban estar junto al otro en todo momento, anhelaban despertar y encontrar sus cuerpos entrelazados bajo las enmarañadas sábanas de algodón que habían comprado como primer paso a su nueva vida juntos.

Y tanto lo desearon, que un día se hizo realidad.

El recuerdo de su primer día en el nuevo departamento que sería su hogar aún lo mantenían intacto. El cómo se las habían tenido que ingeniar para entrar los diversos muebles por la angosta puerta, los gritos de Bakugō llenos de molestia que profirió una vez terminaron de entrar todo, las sonrisas coquetas e indiscretas que Todoroki le brindaba al ojirubí en un claro intento por persuadirlo a estrenar el departamento mientras que el contrario sólo seguía con su labor de acomodar los muebles ignorando el llamado de su pareja.

El cómo Todoroki se había salido con la suya al final del día también lo recordaban. Vaya que lo hacían.

Y esos buenos recuerdos eran justamente lo que hacía que ninguno de los dos pudiera distanciarse del otro aún así lo quisieran cada vez que discutían o peleaban por culpa del contrario.

Porque sí, su relación no era miel sobre hojuelas, nunca lo había sido. Pero no podían negar que desde el momento en que comenzaron a vivir juntos las cosas habían estado cambiando para mal.

Sus discusiones eran más constantes, había días en que no podían estar de pie frente al otro porque inmediatamente les asaltaba el fugaz pensamiento de querer golpear al contrario dado el enojo que sentían, aunque esto rápidamente lo habían podido invertir con salvajes y monumentales rondas de sexo que usaban para desquitarse.

Rondas que más que hacerles sentir bien, era lo opuesto.

Provocando que más de alguna vez ambos terminaran dándose la espalda en la cama que compartían día a día, pensando si valía la pena seguir en esa relación donde cada vez se dañaban más y más.

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