Ésta es una historia real. Algunos nombres y sucesos han sido reemplazados para proteger la identidad de sus víctimas. El único testigo de los hechos aquí descritos es una cámara de seguridad instalada en el lugar. La única sobreviviente está internada en un hospital psiquiátrico y jamás pronuncia una palabra.
Todo comenzó un otoño, cuando el frío de aquel entonces obligaba a todos a vestir muchos ropajes. La familia pasaba por algunos problemas económicos y de relaciones interpersonales, definitivamente no era el mejor momento de sus vidas. Un día, María, la esposa del carnicero, había adquirido un nuevo puesto en su trabajo; sin embargo, eso no traería más adelante las mejores noticias.
Su marido, un tipo sonso, era dueño de una carnicería en el barrio. Todo el mundo lo conocía como una persona tranquila, jamás discutía con nadie y atendía muy dichoso su local. Aunque estaban pasando por un mal momento, él siempre supo mantener una postura positiva.
El nuevo trabajo de María le significaba más horas fuera de casa y, por ende, más riesgos. Una oscura historia comenzó a tejerse en su vida cuando conoció al nuevo jefe a cargo suyo. Las interminables horas de trabajo culminaban, casi siempre, con salidas a moteles y mucho alcohol entre ambos.
Algunos vecinos de María siempre sospecharon de aquel tipo elegante que se las daba de empresario exitoso. Un día decidieron hablar con el carnicero, quien en un principio se mantuvo incrédulo frente a la situación; prefería que llegase el día en que tuviese pruebas concretas del engaño de su esposa. Hasta que ese día llegó.
El arduo trabajo le significaba ir a casa cansado y somnoliento, cada jornada era insaciable y la gente necesitaba su preciada carne. Un día llegó como siempre a su hogar. Dejando sus tétricos ropajes de carnicero en el sillón, pasó a la habitación de él y su esposa, en donde ésta se encontraba acompañada de su jefe. El descaro de la infiel era tal que al encontrarse en la dolorosa situación, no supo qué hacer.
El carnicero, que jamás había dañado a nadie en su vida, partió a la cocina de la casa para tomar el cuchillo más grande que tenía. María pensaba que intentaría asesinarla, o al ya escapado amante, pero eso no estaba en los planes del carnicero.
En ese momento estaba pasando por un desorden tremendo, y sus decisiones lo llevaron a la locura de ir a su trabajo, como siempre, con su tenida de carnicero y su enorme cuchillo en sus manos. Era casi medianoche y la carnicería había sido cerrada por él mismo, y entró como cuando llegaba a trabajar cada mañana.
Enseguida encendió la sierra de máquina, el artefacto que corta huesos de animal cual cuchillo caliente traspasando mantequilla. Tomó la peor decisión de su vida, y cobardemente se suicidó. Todo fue registrado por la cámara de seguridad, que en ese momento estaba funcionando.
Minutos más tarde llegó María al local, encontrándose con la macabra escena de su esposo muerto, con la cabeza en el suelo mutilada de su cuello y el cuerpo aún reposado sobre la máquina, conservando su cálida temperatura. Incluso el cuchillo que tenía seguía ahí, apretado por su gran y rígida mano derecha con la que destrozaba carne y huesos de animal.
La policía local lo declaró un suicidio basándose en la grabación de la cámara de seguridad. Pero ése no es el final de la historia. La ya deshecha familia del difunto carnicero empezaría a sufrir las graves consecuencias de los actos de María.
Se dice que en algunas frías noches de otoño el cadáver del carnicero vuelve a la escena del crimen para suicidarse una y otra vez. A veces, en la casa de María se oyen gritos de dolor y el sonido de una sierra cercenando la cabeza del carnicero. Cuado los gritos cesan, el carnicero ata su cabeza nuevamente a su cuerpo y toma el cuchillo más grande de la cocina. Incluso se oye cómo lo afila con malas intensiones. En seguida se siente un desagradable olor a carne humana podrida, puediéndose ver incluso la enorme silueta de su robusto cuerpo caminando por los pasillos de su casa, buscando alguien a quien matar.
Aunque nunca le ha sucedido nada a María, se dice que el carnicero aparece cada ciertas noches realizando sus macabros actos a víctimas de su mismo barrio, o incluso de la ciudad y sus alrededores. Les corta la cabeza para luego atarla y coserla nuevamente a los aún cálidos cuerpos. Y cuando eso no es suficiente, reúne todos los cadáveres de sus víctimas para ofrecerlos como muestra en su carnicería, arrastrándolos mientras camina tambaleante a su asqueroso lugar de trabajo.
Luego de semanas de trastornos en el sueño y horribles pesadillas, María comenzó a pasar por una depresión que la llevó a la locura, hasta ser internada en un hospital psiquiátrico.
Si no quieres ser víctima de El Carnicero, asegura bien las puertas de tu casa, tu cocina, y jamás dejes a la vista los cuchillos grandes, o él los podría usar en tu contra. A no ser que quieras ir a echar un vistazo a tu cocina en este momento, para asegurarte de que todo está en orden…
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