Sus manos tanteaban la mesa, y sin importar que fuera lo que estaba tomando se lo llevaba automáticamente a la boca. Movía la mandíbula apresuradamente, desesperada por otro bocado de ese calorico pastel. No sentía el sabor, ni siquiera deseaba comer, solo le fascinaba el echo de poder desobedecer a Ana y que esta no pueda hacer nada para pararla. La mesa, la cual se había encontrado llena de pasteles, refinados, galletas, grasa, fritos, panes, chocolates y toda clase de delicias ahora se encontraba vacia. La chica limpio su boca con sus manos llenas de mezclas de comida. Sonrío, pero esta felicidad desaparecio inmediatamente cuando comenzó a notar que su estomago se encontraba lleno, hinchado y satisfecho. La chica corrió hacia al baño y se miro en el espejo, esperando encontrar a la ya tan conocida chica delgada, de abdomen plano con costillas marcadas, con piernas y brazos delgados. ''¡NO!'' grito ''¡NO! ¿QUE HE ECHO?'' Su reflejo ya no era el mismo. Sus piernas eran obesas, llenas de varices y celulitis, las cuales se rosaban las unas a las otras. Sus brazos gordos, no podía identificar sus codos. ¿Donde habían quedado sus huesos? Lo que antes fue su abdomen ahora era una bola de grasa, llena de rollos que sobresalía de su cuerpo. Sus caderas eran enormes, aun mas grandes que aquel par de grasa colgante que solían llamarse piernas. ''¿POR QUE? ¿POR QUÉ LO HICE?''
Todo esta oscuro, poco a poco comienza a notar una deslumbrante luz blanca que la ciega. Abre los ojos y se encuentra con un techo pálido, una lampara triste colgaba de este. Mira hacia los lados, maquinas y cables. Acostada en una camilla, conectada a sientas de maquinas extrañas. Entonces recordó, ¡Había comido! ¡Se había dado el atracón mas grande de su vida! Bajo la vista. Allí estaban sus costillas marcadas, sus piernas huesudas y separadas, sus brazos diminutos. Recordó entonces, eso no era cierto, se encontraba internada en un hospital hace dos semanas. Otra vez esos malditos sueños, ¿cuando Ana iba a dejar de atormentarla?