Capítulo 3: Mi puta vida.

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– ¿¡Qué significa esto Tsukishima Kei!? – pero por más que le hablara a su hijo este no respondía, solo balbuceaba. Eran pasadas las 11 de la noche y la madre tenía emociones encontradas, alegría de saber que su retoño estaba de regreso y furiosa por todos los escándalos que ha hecho.

– Lo encontramos con unos vándalos y nos pareció extraño... preferimos traerlo de vuelta a su casa – el rubio prácticamente colgaba del hombro de quien lo traía, Tsukishima con una extraña sonrisa estaba mirando al perfil de su (hasta ahora) apoyo para estar de pie.

– Akiteru, por favor ayúdame – el hermano mayor que observaba atónito de la situación se movió por inercia a cargar a su pequeño hermano – Muchas gracias, perdone la molestía no sé qué pasa con nuestro hijo pero usted lo salvó – la madre avergonzada, estaba inclinada en 90 grados pidiendo disculpas – Por favor déjeme compensarlo, tomé mi tarjeta cualquier cosa puede llamarme – el joven pelinegro con buen vestir y una elegante bufanda tomo su tarjeta.

– Tenía que hacer lo que debía señora... Tome – le entrega la libreta de identificación de la institución con toda la información del alumno – tuvimos que usarla para llegar acá, disculpe mi falta de respeto – la madre sin dudar tomó la pequeña libreta y la pegó a su pecho, negando con su cabeza – Ahora tenemos que retirarnos, espero que su hijo se encuentre bien mañana –

– No hay problema, de verdad muchas gracias – aquel joven pelinegro volvió a un automóvil Audi A5 color negro opaco, dentro apenas se lograba ver el conductor de cabellos negros y blancos. La madre dio media vuelta y cerró la puerta de la entrada de la casa a la vez que el pelinegro cerro la puerta del auto desabrochando a la vez los botones de la incómoda camisa y quitando su bufanda de su cuello.

– Veo que tú cliente favorito tiene una casa preciosa, pero no tanto como mi auto. ¿Cierto Kuroo? – los ojos dorados miraban por el retrovisor al pelinegro que dejaba ver su cuello tatuado y sacándose esa molesta camisa formal, con una sonrisa amplia y llena de satisfacción.

– Quisiera saber el sermón que le dará su madre el día siguiente... Creo que vendré mañana de nuevo por él y haré que desaparezca todo el fin de semana de su familia – Kuroo lo dijo mientras desordenaba su cabello para que volviera a su normalidad. Su corazón estaba latiendo tan fuerte por la adrenalina de mentirle en la propia cara de la linda madre preocupada. La urgencia de meter su mano bajo sus boxer para tranquilizar el fuego le estaba ganando.

– Ssgguu... Aaahh – pero aquel sorbido le hizo volver a poner sus pies en la tierra con un gesto claro de desprecio, no se había percatado de que aquel pelinegro que estaba en el asiento del copiloto estaba inclinado claramente a la entrepierna del conductor – A mi también me gustaría ver a Tsukishima este fin de semana – Akaashi hizo una pausa para pasear su lengua por toda la extensión del pene de Bokuto, que estando inmóvil, solo apretaba el manubrio con ambas manos – ¿Cierto Bokuto San? –

– Por un carajo, me das asco – Kuroo molesto, agarró del cuello del poleron del copiloto y lo jaló hasta que estuviese sentado – no tienes vergüenza – toda la excitación se había esfumado, el placer efímero de estar jugando con el estudiante se apagó en tan solo unos cuantos segundos.

– Que sensible Kuroo, cuando estuvimos juntos lo pasamos bien, pero no te enojes por elegir a Bokuto... No seas rencoroso – después de escuchar como Bokuto cerraba el zypper de su pantalón y encender el motor del vehículo. Kuroo no pudo evitar masajear sus sienes. Si bien antes tuvo "una relación" con aquel que estaba sentado en el copiloto (más bien nunca se tomo en serio a Akaashi desde un principio) no le dolió el hecho que se haya ido con Bokuto, lo que le molestaba era su instinto primitivo, con cero vergüenza si llega a estar presente, no quiere decir que sea malo, solo que ya ha visto demasiado. Aunque Kuroo pensaba que si Tsukishima fuera de esa manera... No dudaría en negarle peticiones.

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