Hacía más de una semana que había tomado la firme decisión de proponerle matrimonio a su novia. Ya había comentado la idea con sus padres, los cuales estaban encantados de que su hijo se casara con la chica que llevaba a su lado cuatro años. Sus amigos también estaban enterados, pero estos no recibieron bien la noticia.
- Magnus, es la peor idea del mundo - dijo Catarina, mirando con severidad a su mejor amigo
- Catarina tiene razón - dijo Ragnor a su lado - Camille no es buena para ti - agregó para después darle un largo trago a su café
- ni siquiera la conocen bien - reprochó Magnus, con la fina esperanza de que cambiaran de parecer y lo apoyaran
- es mi prima - recordó Ragnor mirándolo mal
- lejana - aclaró Magnus, Catarina seguía fulminándolo con la mirada - oigan, se lo que hago. Esto es lo mejor para ambos - soltó intranquilo, tratando de restarle importancia al asunto. Magnus sabía a lo que sus amigos se referían al no alentar aquella relación, Camille podía llegar a ser complicada, bastante a decir verdad, pero amaba a Magnus, o al menos él se aferraba con uñas y dientes a esa idea.
Mientras sus amigos dieron el tema por muerto, sus padres parecían recordarle todos los días la idea, y en una de esas veces que hablaban del tema, salió a flote el anillo familiar
- ¡debes preparar una cena y dárselo! - dijo con emoción su madre, mientras Magnus palidecía hasta los pies.
Aquel anillo del que hablaban era toda una reliquia de los Bane, una vieja tradición familiar que por locura Magnus había confiado a alguien más desde hace años.
Y ahora estaba aquí, frente a la puerta del apartamento de su ex, ese que aún recuerda como la persona que más había amado en su vida y que rogaba a todos los cielos pudiera ayudarle.
Tomó una respiración larga y profunda, tratando de controlar los nervios que hacían a su estómago sentir cosas que no sentía por Camille, se armo de valor y golpeó la puerta.
Mientras esperaba que alguien - específicamente, él - abriera la puerta, se repetía a si mismo que debía olvidar todo aquello del pasado, que ahora solo eran un viejo recuerdo en la vida del otro.
Escuchó como unos pasos se acercaba tranquilamente a la puerta, y un segundo después tenía esa mirada azul que aún recordaba con detalle escrutando su mirada con asombro
- Magnus - dijo sin creer lo que veía el ojiazul, con la mente en blanco, tratando de procesar la imagen que tenía justo frente a él.
- Alexander - dijo Magnus, asintiendo con la cabeza, tan perdido en Alec, como Alec en él. - ¿cómo estás? - preguntó con cortesía, tratando de que la sonrisa en sus labios no temblara.
- ¿qué haces aquí? - preguntó Alexander, ignorando la pregunta del moreno y tratando de ser lo más frívolo que su revoltijo de sentimientos pudiera permitirle.
Magnus recordaba ese defecto en él: ser directo con o sin la intención de serlo; aunque para Magnus nunca fue un defecto, si no una de las cientos de cosas que amaba de él.
- necesito tu ayuda - soltó Magnus tras un largo suspiro, justo cundo su pecho empezaba a dolor por retener la respiración. Alec alzó una ceja
- ¿mi ayuda? - preguntó confundido, Magnus asintió lentamente con la cabeza sin despejar la mirada de aquellos zafiros que lo miraban con ligero desprecio - después de cinco años necesitas mi ayuda - suspiró mientras pensaba - ¿para qué? - preguntó fingiendo interés cruzándose de brazos. Magnus apuntó con la cabeza el interior del apartamento, pidiendo pasar; Alexander de mala gana se hizo aún lado para que el moreno se abriera paso dentro.
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San Francisco || M A L E C ||
Fanfiction"Viajemos en el tiempo, viajemos al momento donde no existía nada más que el uno para el otro, volvamos a ese viaje a San Francisco donde guardamos cada promesa en una vieja, reconfortante y pequeña caja de madera. Vamos, ¡hagámoslo!, ¿o temes enamo...